Semana horrenda para el régimen. Su aislamiento internacional sufrió una escalada de tal magnitud que puede reseñarse como un verdadero cambio de calidad en ese ámbito. Esos notorios avances son insuficientes si no van acompañados de una intensa presión interna, de una movilización nacional unitaria político-social, expresión cabal del deseo de cambio que anida en la sociedad.

El asunto es que para que sea posible esa presión interna es necesaria la existencia de una conducción política unitaria, de una política y una estrategia para enfrentar a la dictadura. Y, por ahora, la actual dirigencia democrática no parece tener la voluntad política para construir los acuerdos necesarios en esa dirección. Estamos en presencia de una crisis de representatividad de la dirigencia democrática y en ausencia de una alternativa que capitalice el deseo y la necesidad de cambio que anida en más de 80% de la sociedad.

Es difícil aceptar que el vacío de conducción política perdure, los mismos en política suelen no sostenerse; además, la crisis y el rechazo nacional al régimen demandan una alternativa de poder.

Hay señales de que se puede estar gestando una nueva conducción política capaz de llenar la ausencia a la cual nos referimos. La interrogante es de dónde provendrá la misma. Asunto al cual trataremos a continuación de responder sin pretender ser exhaustivos en nuestras consideraciones (la necesaria brevedad de un artículo no lo permite), y acotando que las hipótesis a desarrollar no son excluyentes entre ellas, más bien pueden resultar convergentes.

De los partidos democráticos, en sectores juveniles de los mismos hay una preocupación por la falta de orientación política y resienten también la ausencia de una amplia convergencia democrática para enfrentar al oficialismo en las nuevas condiciones planteadas. De hecho, algunos sectores juveniles han venido coincidiendo en acciones políticas concertadas. Algo parecido ocurrió en la lucha contra Pérez Jiménez, ante la ausencia de acuerdo entre los principales dirigentes, los nuevos cuadros facilitaron por la base y en la acción acuerdos unitarios.

En el país se está escenificando una creciente conflictividad social que agrupa y moviliza diversos sectores sociales y muchas causas y reivindicaciones. Esa conflictividad y su articulación van a escalar y a politizarse porque no hay propósito de rectificación y enmienda de parte del oficialismo. Ese movimiento está generando un liderazgo que tenderá a convertirse en nacional.

En el propio chavismo el descontento y la disidencia vienen aumentando por variadas razones que van desde el temor a la irrelevancia política, la destrucción de la marca Chávez, la convicción de que la ingobernabilidad es un escenario cada vez más probable y porque se sienten también afectados por la crisis socio-económica y sus efectos. Ese descontento con el gobierno y su gestión se está materializando en disidencia organizada.

Recientes anuncios provenientes de fuentes gubernamentales reseñan la detención de numerosos oficiales de la FAN acusados de conspirar contra el gobierno, esas informaciones demuestran que hay descontento en el sector castrense y no podía ser otra manera. Los militares y su entorno no son ajenos a la situación país ni inmunes a los efectos de la crisis. También perciben la proximidad de una situación de ingobernabilidad, son cada vez más conscientes de que el gobierno no defiende los reales intereses nacionales, que los costos del pretorianismo son cada vez más altos para la institución, que el cierre de las vías institucionales acerca las posibilidades de una guerra civil y las amenazas de una (por ahora improbable) intervención extranjera tiene que preocuparles. Como se ve, hay suficientes motivos para que haya descontento en la FAN. ¿Cómo se va expresar y materializar el mismo? Es una interrogante de primer orden.


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