En Colombia todo había sido dicho para el momento de la primera vuelta electoral. No había mucho más que agregar a los planteamientos de cada lado en cuanto a su propuesta de conducción del país. Me refiero solo a Iván Duque y Gustavo Petro, porque son los dos que finalmente se medirán en la contienda definitoria dentro de una semana.

Ya Colombia conocía su perfil ideológico, su trayectoria y su visión de futuro cuando llegó la hora de los golpes bajos, de los movimientos arteros, de las calumnias y de las descalificaciones de lado y lado y por igual de parte de terceros.

Las redes sociales han hecho de las suyas contribuyendo no a aclarar sino a confundir. Es parte de las nuevas maneras de mercadear a un individuo, a través del ataque inclemente y falaz al opositor. Se trata de asquerosas técnicas y prácticas políticas que nada aportan a la sociedad.

Total que en esta medición el que peor ha salido parado es Gustavo Petro, porque sus ejecutorias al frente de importantes funciones públicas dejaban mucho que desear, mientras que Duque no ha tenido visibilidad administrativa alguna para ser destruida con la crítica. En cuanto a Petro, líder de las izquierdas, las redes han sido el soporte de historias inventadas y algunas reales que lo vinculan al chavismo y que explotan la desastrosa situación de Venezuela para asegurar que el modelo será copiado fielmente por el ex guerrillero. Se le ha relacionado con sectas satánicas, se ha desmenuzado falazmente su patrimonio para endosarle propiedades millonarias y una holgura económica de la que no goza. Se han alterado digitalmente las portadas de revistas de enorme circulación –como el caso de la reputada Semana– y se han llenado estos reportes de noticias y datos falaces.

A Duque lo han despellejado digitalmente también, aunque no tanto en cabeza propia. Los más ácidos ataques se centraron en su compromiso político con Álvaro Uribe, su mejor aliado y quien sin duda lo ha llevado al sitial que hoy ostenta. Porque el ex presidente tiene techo de vidrio en más de un terreno y todos han sido aireados en las redes por sus enemigos y detractores. Un hecho concreto es que el apoyo que le diera a Duque la ex Miss Universo Colombiana Paulina Vega le valió un feroz ataque en las redes sociales, tan poderoso que la joven se vio obligada a retirar su afiliación a Twitter. Los epítetos en su contra por la validación de la candidatura uribista fueron insultantes y atemorizantes.

La guerra negra no siempre forma parte de una iniciativa amorfa en lo social o de un gesto personal. Los contrincantes políticos, en Colombia como en todas partes, cuentan con equipos de cerebros especializados en la creación de “fake news” a partir de hechos reales o materiales y en la viralización de estos contenidos que surten un efecto electoral indudable aunque aún no se pueda cuantificar su eficacia.

Así, pues, en lo que queda antes del 17 de junio seguiremos observando este descontrol a través de los medios digitales que ha sido imposible de evitar por cualquiera de los candidatos. Cada uno de los dos contendores cuenta con un equipo de vigilancia facultado para detectar los inmisericordes ataques en las redes sociales, pero han sido incapaces de detenerlos.

Es el precio de la invasión de la modernidad digital, también en el terreno de lo electoral.


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