Dedico mi artículo de esta semana, gracias a la deferencia que me posibilita El Nacional, a la embajadora de Estados Unidos de América ante la Organización de las Naciones Unidas, Nikki Haley. A través de ella enviamos nuestro reconocimiento a las 93 naciones que, al votar con claridad, desnudan ante el mundo el actual régimen dictatorial violador de los derechos humanos que secuestra a Venezuela.

Todas las naciones libres de la tierra luchan, día a día, por sostener su sistema de libertades y democracia como valores universales a los que todo ciudadano del mundo tiene derecho. Desde las nieves perpetuas del Ártico hasta sus cuasi gemelas de la Antártida, en sus latitudes del Norte, Centro y del Sur de nuestro planeta, llegue nuestro grito de repudio a la dictadura de Maduro. Nuestro hogar es este planeta en constante movimiento. Mundo que quiere cambiar a mejores estadios de calidad de vida y respeto humano; dentro del infinito cosmos del cual formamos parte.

La embajadora Nikki Haley, al haber asistido a la frontera colombo-venezolana, demostró que nuestra situación se ha convertido en una amenaza real para toda la región de Latinoamérica y el Caribe. La inmigración venezolana, en escape desesperado de cientos de miles de mujeres con niños, ancianos y población en general, es una prueba irrefutable que ha denunciado al régimen como lo que es: un régimen genocida. Con el propósito de mantener el poder ha sido capaz de asesinar, encarcelar y reprimir brutalmente a toda una nación.

Perplejos se preguntan los más jóvenes: ¿Cómo es posible se permita el viaje a Nueva York a sujetos que llamándose a sí mismos presidentes ejercen de manera despótica y hasta criminal el poder como dictadores contra su propia nación? Individuos que durante lapsos insólitamente interminables, y no de crisis momentáneas de gobernabilidad mundial, han utilizado el poder de las armas y de la violencia para acallar los anhelos de libertad de sus pueblos; como es el caso, por ejemplo, del castrocomunismo en Cuba y Venezuela.

El peculiar foro que es las Naciones Unidas, creado al término de la Segunda Guerra Mundial, nos permite establecer un cierto “estado del planeta”; sus tensiones y tendencias. Al permitir mediante esta razón diplomática la asistencia del dictador Maduro, como ha ocurrido con otros sátrapas antes, se logra que se mantenga un canal de información dentro del organismo planetario y para la discusión global de los conflictos.

Durante el finalizado foro mundial de este año, este pasado jueves 27 de septiembre, la embajadora de Estados Unidos Nikki Haley se acercó a dar un mensaje de aliento y esperanza de la administración del presidente de la nación más poderosa del planeta, Donald Trump, a los venezolanos que nos encontrábamos allí repudiando al dictador Maduro. La embajadora Haley nos dio su mensaje directo, de gran sencillez y claridad. Sin discursos rebuscados, nos recordó que estuvo allí y vio la realidad desde la frontera. Con brillo en sus ojos nos aseguró que Estados Unidos alzará su voz junto con nosotros hasta que salga la dictadura de Maduro.

En correcta teoría del Estado, los ciudadanos ceden el monopolio del uso de la fuerza a este para tener una vida civilizada. Esto le da al ciudadano la oportunidad para desenvolverse mediante la creación de un entorno para su vida individual, familiar y en comunidad; para la producción y distribución de riqueza; para que se exprese libremente, mediante su potencial creador e intercambio de bienes y servicios, tangibles e intangibles. Para que intente satisfacer sus necesidades o demandas en dicha sociedad.

En lugar de lo anterior, cuando el Estado se secuestra para su utilización en actividades distintas y/o contrarias al fin que le es propio, es cuando aparecen las crisis de cada país. Cuando en lugar de ser vehículo de gobierno para la búsqueda del bienestar ciudadano, individual y común, entonces es cuando se ha desnaturalizado dicha existencia como auténtico Estado democrático. El individuo es quien con su uso y creación de las cosas de la vida lleva a cabo su propio destino. Cuando se encuentra ante un Estado fallido, es decir, cuando la esencia políticamente sana de la naturaleza de su existencia se ha transformado en Estado narco, opresor para la perpetuidad en el poder de una camarilla criminal gobernante, sin alternancia en el poder, sin reconocimiento del deber fundamental frente a sus ciudadanos, ya no solo estamos en los casos de impericia, ineptitud o negligencia, sino que es la conducción del Estado con fines delincuenciales. Entonces se está en el derecho natural a la rebelión ciudadana. La protección debida o el deber de protección de las naciones del planeta para con los pueblos que están siendo sometidos a tales violaciones de sus derechos humanos fundamentales.

Es la hora de actuar, precisamente desde el monopolio de la violencia de otros Estados reunidos en una fuerza muy superior para ejercer la protección debida y accionar legítimamente en defensa del colectivo. Con la concentración de dicha fuerza ostensiblemente superior se evitarían más muertes y sufrimiento y el desequilibrio en toda la región suramericana.

¿Por quién y para qué luchamos?, es la pregunta que cabe entonces en este doloroso tiempo de dictadura. Desde la fe, la vida y la esperanza, luchamos por nuestras familias. Por nuestras mujeres, nuestras hijas e hijos. Luchamos por nuestras madres, padres, hermanos. Luchamos por nuestra juventud indómita y valiente. En una palabra luchamos por nuestra nación.

Luchamos por los que no volvieron físicamente de la marcha pacífica; convertida en cacería brutal por un régimen asesino. Luchamos por esos inmortales que serán su imborrable vergüenza histórica y nuestro no olvido. Luchamos por los presos políticos, por los torturados y vejados. Luchamos por nuestra tierra de gracia, que a algunos vio nacer en ella, y a otros acogió con ternura de madre amorosa. ¡Luchamos por Venezuela!

¿Para qué luchamos? Luchamos para alcanzar un mejor porvenir. Luchamos para que nuestro país sea parte de la solución regional y del planeta, y no más parte del problema. Para iniciar la reconstrucción de Venezuela, sudada y compartida por todos. Solución que nos incluya y comprometa a todos. Luchamos para que la mafia criminal que ha secuestrado al Estado venezolano, haciendo uso de la ventaja extraterritorial con sus transnacionales del delito, enfrenten juicios justos y transparentes, dentro y fuera del país.

Luchamos, sobre todo, para que llegue un tiempo hermoso de libertad, democracia y reconciliación para la felicidad de los pueblos: venezolano, cubano, nicaragüense y, en general, de todos los americanos del Norte-, Centro- y Suramérica de buena voluntad.

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