Lo que está ocurriendo en Colombia con el tema electoral es realmente inédito. Pensar que el santismo pueda regresar sobre sus pasos y apoyar a quien hoy resulta ser el más conspicuo representante de su contrincante y acérrimo adversario político, Álvaro Uribe, resulta, por decir lo menos, inaudito. Pero es que la política es la ciencia de lo imposible, y Colombia no es la excepción.

Aún ha de correr mucha agua por ese río electoral de los vecinos. Pero hagamos el esfuerzo de sacar la bola de cristal e imaginarnos lo que puede armarse en Colombia desde estas pasadas votaciones parlamentarias hasta la elección del inquilino de la casa de Nariño.

Nuestro más profundo temor, el de toda la gente de bien a quien le duele el país vecino, es que el drama venezolano, el de un país convertido deliberadamente en un bagazo por sus gobernantes, no se repita del otro lado de la frontera, lo que ocurriría si los hermanos colombianos no se percatan de la perversa relación existente entre Gustavo Petro y la parodia de revolución que se puso en marcha en Venezuela.

Sin embargo, los votantes neogranadinos parecen estar vacunados en contra de ese tipo de propuestas populistas. Las encuestas celebradas luego de la votación parlamentaria le asignan a Petro 24% de favorabilidad, luego de un estrepitoso descalabro que contradijo todas las encuestas previas a la medición pasada.

Y, de acuerdo con lo que se va viendo en las alianzas que se están tejiendo en estos días, ese es el techo que, con esfuerzo, puede lograr recabar el ex mandatario de Bogotá.

Su “Propuesta económica para la Colombia humana” fue formulada de tal manera y con tal contenido que solo está ganando temores en el electorado. Precisamente porque sus líneas de actuación no pueden ser más parecidas a las del chavismo, lo que les garantiza a los de al lado un resultado muy similar al nuestro, con la secuela de empobrecimiento y de destrucción de valor que experimentamos a lo largo de las dos pasadas décadas y que son harto visibles para los colombianos, hoy en día invadidos por la pobreza rampante que llega a través de su frontera.

A estas alturas, ya Gustavo Petro no puede recoger velas. Ha mostrado su juego de contenido controlista y totalitario con una ingenuidad pasmosa mientras en Colombia a cada día crecía más el sentimiento de que no desean que su país sea un terreno de una batalla de ese género. De hecho, los esfuerzos que el ex guerrillero ha estado realizando por capitalizar alianzas de las izquierdas con quienes siente tener afinidad política, no han funcionado.

Todo ello sin poner de relieve que la distancia que separa a Petro de Duque a esta hora es ya enorme –16 puntos– pero tenderá a hacerse mayor en la medida en que en la otra orilla hagan todos los esfuerzos porque no se produzca segunda vuelta electoral, lo que a esta hora luce posible si a la centroderecha colombiana logran sumarse los conservadores. Si a este movimiento se le agregan los votantes del Partido de la U, Petro quedaría completamente borrado del escenario presidencial colombiano.

Y eso es, muy probablemente, lo que ocurrirá.


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