“Mi punto de partida siempre es de partidismo contra la injusticia (…) Escribo porque hay alguna mentira que quiero dejar al descubierto, algún hecho sobre el que deseo llamar la atención. Y mi preocupación inicial es lograr que me oigan (…) Y volviendo la vista a lo que llevo escrito hasta ahora, veo que cuando me ha faltado un propósito político es invariablemente cuando he escrito libros sin vida y me he visto traicionado al escribir trozos llenos de fuegos artificiales, frases sin sentido, adjetivos decorativos y, en general, tonterías”. George Orwell

Eric Arthur Blair, más conocido con el nombre de George Orwell, en un breve ensayo publicado en 1946 con el título “Por qué escribo”, distingue cuatro grandes motivos para escribir, por lo menos en prosa. Señala que los mismos existen en diverso grado en cada escritor y “…luchan unos contra otros y… fluctúan de una persona a otra y de una a otra época”. Esos motivos los denominó: 1) Egoísmo agudo, el deseo de que hablen de uno, de ser recordado después de la muerte; 2) Entusiasmo estético, el deseo de percibir la belleza en el mundo externo o en las palabras y su acertada combinación; 3) Impulso histórico, el deseo de ver las cosas como son en realidad para dar con los hechos verdaderos y guardarlos para la posteridad; y 4) Propósito político, el deseo de darle cierta dirección al mundo, de cambiar la idea que los demás tienen acerca de la sociedad que deberían esforzarse en conseguir.

Los temas que obedecen a un motivo político, plantea el autor, afloran en “tiempos tumultuosos y revolucionarios”, están determinados por la época en la cual vive el escritor y resulta inevitable escribir sobre ellos, si bien la influencia de los otros motivos y la actitud emotiva adquirida antes de dedicarse a escribir no dejarán de estar presentes. Sentencia que “…cuanto más consciente es uno de su propia tendencia política, más probabilidades tiene de actuar políticamente sin sacrificar la propia integridad estética e intelectual”. Dos obras extraordinarias de Orwell responden fielmente a estos planteamientos, al expresar su posición “contra el totalitarismo y a favor del socialismo democrático”: Rebelión en la granja (1945), en la cual fabula las perversiones del socialismo, y la novela política de ficción distópica 1984 (1949), en la que examina los perversos mecanismos de control y sometimiento de los ciudadanos por parte de un régimen totalitario.

Siguiendo con estas ideas orwellianas, cabe afirmar que en este tiempo de oscuridad que vivimos hoy en Venezuela tenemos suficientes razones y motivos para escribir de modo comprometido con un propósito político. Para seguir denunciando y combatiendo, sin desmayar, al régimen responsable de la terrible tragedia nacional que hoy padecemos. Y, asimismo, para compartir ideas o sugerencias que contribuyan de algún modo a sentar las bases para transitar un proceso de cambio democrático. Son muchos y diversos los temas de gran importancia que en esa materia tenemos a nuestra disposición, muy difíciles de dejar a un lado a la hora de escribir. Entre ellos, sobre todo, los que tienen que ver con la urgente necesidad de concretar la ansiada unidad de los factores democráticos, la definición de la estrategia a seguir para tratar de fracturar la coalición dominante y la exigencia y la conquista de unas elecciones libres, justas y transparentes.

Sabemos que cuando se toma la decisión de escribir sobre esos asuntos, tiene uno que ser consciente de que ello inevitablemente comporta desafíos y riesgos que bien vale la pena asumir por la noble causa que luchamos. Un reto a uno mismo, el de vencer las aprensiones que podamos albergar para decir aquello que resulte de interés e importancia para la ciudadanía y esté  de acuerdo con nuestras convicciones y principios. Un reto a los demás, para que tomen posición o se pronuncien sobre los tópicos que abordamos en nuestros escritos, o bien acerca de otros puntos que estimen relevantes para la vida del país. Unos riesgos a los cuales nos exponemos, tal como ocurre ahora, por ejemplo, cuando el régimen autoritario blande su espada represiva y amenaza con cerrar la versión digital de este periódico.

Son desafíos y riesgos que acompañan a quienes hoy se atrevan a escribir haciendo suyas estas palabras de Edgar Morin: “No escribo desde una torre que me sustrae a la vida sino en el interior de un torbellino que me implica en mi vida y en la vida” (El Método).

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@eleazarnarvaez


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