La factura que hemos tenido que pagar los zulianos por no complacer a manos llenas a los jerarcas del chavismo ha sido muy alta. A Hugo Chávez no le bastó que el Zulia aportara 55,3% de sus votos válidos para llevarlo a la Presidencia de la República en 1998, sino que quería más. Respaldaron su propuesta de una Constituyente, pero no fue suficiente. Era insaciable. Lo quería todo. Pero los zulianos no estaban dispuestos a ceder sus espacios más cercanos. Lo apoyaron una y otra vez en todo el país, pero en la región respaldarían a quien trabajara por y para ellos, siendo estos, la gran mayoría de veces, de la oposición.

El Zulia era y sigue siendo el estado más importante electoralmente hablando. Aunque hacía aportes decisivos para pintar el mapa nacional, se caracterizaba por el voto cruzado. Eso era imperdonable para el padre de la crisis que hoy vivimos. Lo quería todo. Y si no lo lograba por las buenas, recurriría a fuertes medidas de presión para quebrarnos, sin importar que tuvieran graves consecuencias para el resto del país.

Desde entonces viene el desamor del chavismo con esta región que tanto le ha dado a Venezuela. Desde entonces datan los maltratos para con una tierra que lo único que ha hecho es producir para mantener este país. Desde los suelos del Sur del Lago, la Costa Oriental y el occidente se han llenado de comida las despensas de Venezuela entera y se han facturado millones de dólares por concepto del petróleo.

Desde Caracas nunca entenderán a la provincia, y mucho menos al Zulia. Aunque el centralismo ha sido una plaga con la que hemos tenido que convivir durante toda nuestra historia, no cabe la menor duda de que con la revolución se ha profundizado. Desde la capital de la República se toman las decisiones nacionales basadas en sus necesidades propias sin importarles que cada estado del país tiene su propia realidad. Es por ello que no dan pie con bola.

Como la ignorancia es atrevida, desde el año 2007 decidieron, desde una silla en Miraflores, que había que arrasar con el Zulia, sin detenerse a evaluar las nefastas consecuencias para el estómago de la nación. Comenzaron la nacionalización y expropiaciones de sectores estratégicos como el petróleo, el eléctrico, el alimentario y el telefónico. Embriagados por todo el poder que habían acumulado, solo en 2009 estatizaron en el Zulia 60 empresas de servicios petroleros, se apropiaron del puerto de Maracaibo y expropiaron cerca de 20.000 hectáreas de tierras bajo la excusa de fomentar la producción de alimentos. Hoy, en 2019, está claramente demostrado que todo fue una mentira por cuanto la producción nacional ronda apenas el 20%, mientras que el 80% restante se debate entre la importación y la escasez.

Pero eso no fue suficiente. Los zulianos seguían rechazando abiertamente el modelo socialista que se implementaba. Lo expresaban en las urnas electorales. Con la excepción de Arias Cárdenas, que llegó por otras razones, todos los gobernadores durante la época chavista han sido opositores. De igual manera, en las parlamentarias de 2015 la oposición logró 13 de los 15 puestos para representar al estado en la Asamblea Nacional. Por tanto, el castigo ejemplarizante debía reforzarse.

Fue entonces cuando todo conspiró en nuestra contra. Cuando por fin le habíamos arrebatado la gobernación a los rojos, sucedió un evento inesperado: Juan Pablo Guanipa, quien resultó electo en las elecciones regionales de 2017, decidió no asumir el cargo, abriéndole paso a la llegada del ala más radical del oficialismo en la región, encabezada por Omar Prieto. Desde entonces no hemos visto luz. Y hablo de manera literal. Comenzamos con cortes de electricidad de entre 2 y 4 horas, que luego han ido aumentando progresivamente hasta la realidad que hoy nos agobia, donde un día normal transcurre entre 18 y 20 horas sin luz. Si bien con Guanipa o sin él la crisis eléctrica e hídrica continuaría, probablemente la represión de las protestas de calle no serían tan despiadadas, habría hecho alianzas estratégicas con el sector privado para buscar algunos paliativos; además, seguramente no se hubiese registrado la ola de saqueos en marzo pasado durante el primer apagón nacional, que dejó pérdidas mil millonarias y 400 negocios destruidos.


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