Estos tipos no se van por las buenas. Hay demasiados indicadores de que es así. Simbólicos y reales. Baste la foto de Fosforito con sus matones en la frontera tachirense con Colombia. O las declaraciones de Delcy diciendo que el 23 fue apenas una muestra de lo que están dispuestos a hacer. Hubo cuatro muertos y decenas de heridos. Y todavía se escucha que los colectivos andan amenazantes rondando las calles de Venezuela.

Otro dato son los diálogos y negociaciones anteriores, de las cuales hasta el Papa le dijo al usurpador que su bando no había cumplido. En cada “diálogo” liberaban un preso político y ponían presos a dos. Una burla total. Una farsa.

El régimen también hace caso omiso a las medidas graduales que la comunidad internacional democrática ha venido tomando para que ceda. La intervención norteamericana existe desde hace tiempo; solo que últimamente se acentuó de modo drástico, con la negación al régimen de los beneficios por la venta de petróleo a Estados Unidos y la decisión de no exportarle los diluyentes para hacer comerciable el crudo de la faja. Trump ya había ordenado medidas de carácter financiero, y había aumentado –y lo sigue haciendo– las sanciones individuales a personeros gubernamentales del chavismo que habían empezado con Obama.

El Grupo de Lima, en el que participan Canadá y los países más grandes poblacional y económicamente de América Latina, excepto México, decidió tomar parte más activa en la condena a la cleptocracia que gobierna en Venezuela. La solidaridad internacional con la oposición democrática venezolana ha sido más activa desde que apareció lo que faltó por meses, una referencia opositora tangible, que surgió con un liderazgo más fresco, más coherente, que aparenta responder a una cierta estrategia; un liderazgo menos vociferante, que no parece tener las malas mañas del liderazgo anterior y que da muestras de algún nivel de autonomía. En otras palabras, surgió el fenómeno Guaidó. Era la pieza que faltaba.

Guaidó legitimó más a la Asamblea Nacional y deslegitimó, con el apoyo internacional, la presidencia de Maduro. Guaidó demostró con sus cabildos abiertos y la respuesta de la población a sus convocatorias públicas que casi todo el país lo respalda. Excepto el Alto Mando Militar y la cúpula del PSUV.

Guaidó ha ofrecido amnistía a los militares que sostienen al régimen. Estados Unidos ha ofrecido retirar sus sanciones a quienes castigó por narcotraficantes o prevaricadores de los dineros públicos si se pliegan al interinato de Guaidó y aceptan el llamado a unas elecciones justas, libres y soberanas. La respuesta del alto mando el día 23 fue el asesinato en Guayana de unos indígenas que cometieron el crimen de querer ingresar comida y medicinas al territorio nacional, y permitir que unos matones persiguieran a tiros a otros venezolanos en el Táchira y demás regiones del país.

El diálogo se intentó en el pasado y fracasó. Las manifestaciones pacíficas contra el régimen continúan. Estados Unidos y la Unión Europea han advertido que las penas individuales arreciarán. Los latinoamericanos del Grupo de Lima han dicho que se incrementarán las medidas diplomáticas. No obstante ¿y después qué?

El liderazgo opositor representado por Guaidó ha sido radical en no aceptar sentarse a conversar teniendo a Maduro como presidente. Que salga el usurpador es la condición. La mayoría de los países democráticos del mundo respalda al presidente interino. Si el régimen no cede, la estrategia mostrada hasta ahora indica que el camino es hacia más radicalización.

No solo Guaidó lo ha sugerido, también Carlos Vecchio en Washington ha dicho, como Trump, que todas las opciones están sobre la mesa. Eso no depende de ellos, por supuesto. Pueden pedir la intervención militar foránea, pero no está en sus manos la ejecución. El Grupo de Lima, aun después de reunirse con el vicepresidente Pence y con Guaidó, declaró no simpatizar con la intervención armada para sacar al régimen. La Unión Europea insiste en descartar esa opción.

Guaidó se sigue reuniendo con sus aliados externos claves antes de regresar a Venezuela. Estados Unidos continúa dándole visibilidad en la ONU al caso Venezuela. Vecchio ha mencionado que allí está la Responsabilidad de Proteger, la resolución apoyada por todos los miembros de la ONU en 2005 para prevenir el genocidio, crímenes de guerra, limpiezas étnicas y crímenes de lesa humanidad. La resolución está basada en que la soberanía de un país conlleva la responsabilidad de proteger a la población de crímenes atroces y violaciones de derechos humanos. Así que acusar a Maduro de cometer crímenes de lesa humanidad por impedir el ingreso de alimentos y medicinas el 23 no es de gratis. Estados Unidos pudiera estar tratando de construir un caso para que el Consejo de Seguridad de la ONU autorice el empleo del uso de la fuerza en el caso venezolano apelando a esta resolución, como se hizo con la Libia de Kadafi. (Rusia no vetó la resolución en el momento, que no es el caso hoy con Venezuela)

Qué ilustrativa sería una encuesta que nos dijera qué tipo de salida desean los venezolanos de a pie para que se resuelva esta crisis. Si nos dejamos llevar por las redes sociales, pareciera que una parte gruesa de la población se inclina por la incursión militar extranjera para remover el régimen. ¿Es esa la mejor opción?

Mucho se ha especulado sobre la importancia de los colectivos, de las guerrillas colombianas en Venezuela y hasta de las milicias creadas por Chávez como elementos a considerar, de producirse una invasión; pero la verdad es que quien está en capacidad de controlar el aparato estatal, para mantener o remover al régimen, son las fuerzas armadas institucionales. Allí habría un punto a favor de la invasión.

Se ha especulado, para argumentar en contra, sobre una supuesta incapacidad de las fuerzas armadas institucionales de mantener una estructura que permita controlar a paramilitares y guerrilleros después de una invasión militar foránea. Como cuando Bush invadió Irak, que purgó al ejército iraquí de los llamados baathistas y se formó la sampablera. Sin datos verificables en la mano, me aventuro a adivinar con cierto nivel de educación que debe haber un cuerpo de oficiales, marginados o no por el chavismo, con preparación para reestructurar rápidamente las fuerzas armadas y que pasen a ser de “bolivarianas” a nacionales. Igualmente estoy entre los convencidos de que de haber una invasión militar foránea no le será tan fácil a la alta oficialidad chavista enfrentar junto con unos soldados desmoralizados y hambrientos como los venezolanos, la acción planificada de una fuerza con un alto nivel de preparación logístico, tecnológico y de pertrechos. Los matones de Bernal y la Fosforito, los colectivos y el ELN, servirán de foco por un tiempo, pero anulables en el mediano plazo, si hay apoyo popular. Los cubanos, por otra parte, cometerían un craso error, militar y político, si decidieran enfrentarse militarmente a otra fuerza extranjera. Tienen que medir el nivel de relaciones que desean mantener con Estados Unidos y con la propia región latinoamericana.

Estos tipos no se van por las buenas y el camino transitado hasta ahora por el liderazgo democrático y sus aliados externos más sobresalientes (Estados Unidos, Brasil y Colombia) apunta hacia una mayor radicalización. El régimen chavo-madurista se apartó hace rato de lo ideológico. Se trata de la alianza de un cogollo cívico-militar cuyo único interés es el enriquecimiento propio, a toda costa, de los bienes públicos. El apoyo a Cuba es tan solo una transacción. Ayúdame a sofocar la rebelión y te pago con unos cuantos miles de barriles de petróleo.

Si no se van por las buenas, ¿qué queda por hacer? Que una invasión armada extranjera sea solicitada por algunos de los responsables de haber llegado hasta donde estamos, por la carencia de una estrategia clara, de un acercamiento real con el pueblo llano y la prevalencia de sus aspiraciones individuales, me deja un mal sabor en la boca. Qué fácil. Por tal razón, refresca la presencia de Guaidó.


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