Al conocer al exilio del Cono Sur que abundaba en Venezuela en la década de los setenta del siglo XX, pude reflexionar alguna vez si a nuestro país regresarían las noches tenebrosas de las dictaduras; aun cuando esta tierra era el oasis soñado de la izquierda latinoamericana, como lo manifestara Pepe Mujica, quien en sus trasnochos tupamaros de la prisión se imaginaba pasear por la otrora plácida Sabana Grande caraqueña.

Pues bien, las carambolas de la historia nos ubican ante una dictadura rocambolesca, que se ufana de una vigorosa revolución izquierdista que condena a millones de venezolanos a huir despavoridos, a médicos a vender empanadas en Bogotá, a mujeres a sufrir acoso sexual en la plaza San Martín de Lima, a ser aborrecidos en Panamá, quienes entre tantas humillaciones foráneas asumen el riesgo de quedarse en el país de la miseria y la hambruna.

Ante esta cruenta realidad el desconcierto opositor no tiene límites por la pugnacidad entre las diferentes posiciones, al asumir cada cual la propiedad de la verdad absoluta ante la incompetencia del disidente, siendo este el debate que presencia, por una parte, la mayoría de la población sedienta de reconquistar la democracia y valores de la venezolanidad, y por otra, la comunidad internacional solidaria con la épica lucha que libra un pueblo por su libertad.

Por tanto, es oportuna la reflexión para la variopinta oposición, desde la MUD con  la participación en  elecciones a gobernadores, los abstencionistas, los de la resistencia, incluso los que elogian la intervención militar, y la urgencia de identificar presupuestos comunes como inicio de la acción para derrotar la dictadura.

En tal sentido, identificar el monstruo viral del régimen que padecemos es un punto de partida. Su paradigma es el estalinismo hermano gemelo del nazismo, capaz de exterminar naciones, millones de seres humanos si le es necesario; por tanto, inescrupulosamente manipula a placer el tema del nacionalismo frente al imperialismo, el odio de clases, el racismo… Le gustaría que hubiera muchos catiritos como Trump para justificar su permanencia eterna en el poder.

Este sovietismo tropical transmutado en madurismo no lo derrota la oposición dividida, ni corazones valientes, ni ruedas de prensa, sino el acuerdo unitario de impulsar acciones contra la dictadura para debilitarla. Participar en las regionales debió concebirse como una táctica para que el régimen las desconociera, al serle desfavorables como ocurrió con las legislativas de la Asamblea Nacional, derrota que determinó su decisión de jamás contarse en elecciones universales. Más allá de las acusaciones y sospechas en política, “se baila pegao” en función de lograr objetivos, en este caso salir de la dictadura. Finalmente, para generar confianza la oposición venezolana debe reformularse de inmediato.

La MUD como única vanguardia ya cumplió su ciclo. Debe facilitar un gran acuerdo nacional en el que surja una nueva dirección –llámenla como quieran– que integre y represente a todos los sectores que luchan contra la dictadura: estudiantes, trabajadores, empresarios, partidos políticos, la academia, la Iglesia. En fin, pretender que un sector monopolice la lucha por la democracia y la libertad es injusto con la batalla que ha dado el pueblo venezolano en los últimos tiempos.

En resumen, hay que tomar en cuenta uno de los postulados de un representante de la filosofía clásica alemana, Immanuel Kant, quien señalaba lo fundamental de la experiencia como una de las fuentes de conocimiento de la humanidad, lo que traducido en criollo sería: “Nadie aprende en cabeza ajena”. Hay que tomar en cuenta lo aprendido.


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