Leo el capítulo 1 del libro primero de On War de Carl von Clausewitz, editado y traducido por Michael Howard y Peter Paret al idioma inglés, en 1984. Tiene 28 apartes y transcribo a continuación mi traducción libre al castellano del famoso aparte 24:

«Vemos, por lo tanto, que la guerra no es simplemente un acto de política sino un verdadero instrumento político, una continuación del intercambio político pero materializado con otros medios. La guerra en general, y el comandante en particular, tiene derecho de exigir que las tendencias y diseños de la política no sean incompatibles con estos medios. Eso, por supuesto, no es poco pedir; pero por mucho que pueda afectar objetivos políticos en un caso dado, nunca hará más que modificarlos. El objetivo político es la meta, la guerra es el medio para alcanzarlo, y los medios nunca se pueden considerar aislados de su propósito».

Visto el texto a través de ésta doble niebla, del alemán al inglés y luego al castellano, es evidente que el medio de la guerra está subordinado a la política y a sus objetivos.

Según la edición de Fernando Puell de la Villa de El arte de la guerra, de Sun Zi (Editorial Biblioteca Nueva, Madrid, 2000), Clausewitz escribe su obra hacia 1825, cuando contaba con 45 años de edad y mientras dirigía la Escuela de Guerra de Berlín. El caso es que el aparte 24, aquí humildemente traducido, fue intencionalmente tergiversado, o quizá malinterpretado de buena fe, por Bismark y Moltke, quienes consideraron la guerra como un medio aceptable para el logro de fines políticos.

Contrapuesta a la teoría de guerra total se encuentra la doctrina bélica china de Sun Zi que antepone la habilidad al uso de la fuerza, la inteligencia al coraje y la sabiduría al simple valor físico. En este marco, el objetivo es la obtención de la armonía o, si les parece, del equilibrio dinámico entre las partes del todo, también llamado el «Dao» o camino, ello a través de principios tan básicos como claros: eludir el combate si no existe la garantía de vencer, evitar riesgos, amedrentar al enemigo con medios psicológicos y recurrir al tiempo más que a la fuerza para desgastarlo.

Lo anterior, que parece muy sencillo, es endiabladamente complejo porque, tal como veremos, es un asunto de capacidad intelectual. Desde la perspectiva de Sun Zi, dominar el arte de la guerra consiste en tener la capacidad intelectual para analizar, conciliar y manipular múltiples factores de índole diversa. El resultado de este primer ejercicio intelectual es la concepción de una «maniobra» dirigida a inclinar la situación de partida hacia el lado del ejecutor para garantizarle el control del desenlace final. Concebida la maniobra, esta debe desembocar en un despliegue o postura, bien defensiva o bien ofensiva, que permita la implantación y materialización de las ideas así concebidas.

No es en vano que en el primer capítulo del libro de Sun Zi, este afirma: «Para poder diagnosticar las posibilidades de alcanzar la victoria debemos examinar la situación de partida mediante el análisis de los cinco factores y evaluar nuestras propias fuerzas en comparación con las del contrario». El primer factor, el más importante, es precisamente, el Dao. El Dao es senda y objetivo. Es el camino que debe seguir el individuo y la humanidad para alcanzar la anhelada armonía. Es el estilo ético, es la norma de conducta, es el ejercicio de la propia libertad.

Aclarado el concepto de guerra, pasemos al concepto de política. Según el accionar de los políticos de AD, UNT, AP y últimamente VP, la política es el arte de lograr los objetivos sin ética.

Estos políticos de AD, UNT, AP y VP consideran que la política sin ética es el medio apropiado y aceptable para combatir a sus contrincantes políticos: la política sin-ética de estos contra la política sin-ética de aquellos. Es lo que he llamado la política alopática –basura contra basura– que no reconoce en la democracia un sistema de valores y cuyos resultados, como hemos visto, conducen a la abstención y atornillan al gobierno en el poder.

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