El futuro. Desde el comienzo es menester ofrecer disculpas por el deslizamiento de la primera persona, pero la intención de estas líneas impone una fórmula poco recomendada por la academia. Durante la campaña promocional de la película Muerte suspendida coincidí en dos oportunidades con el comisario Oscar Alberto Pérez. Ambas fueron en la televisora de la Alta Florida, a finales de 2015.

La primera vez llegó tempranísimo al canal para cumplir con su compromiso en Noticias Globovisión Espectáculos al lado del actor Claudio de la Torre y del director Oscar Rivas Gamboa. Su aparición generó una serie de comentarios, porque utilizó un osado traje rosado que le impedía pasar inadvertido; la placa policial colgaba del lado izquierdo del pantalón. Tras el preámbulo del rumor, entró a la sala de maquillaje. Saludó educadamente y dejó la imagen de una firme mirada celeste contrastante con la piel bronceada.

Días después asistió al estudio de Sábado en la noche. De nuevo, la puntualidad lo acompañó. El rostro evocó la vestimenta de la primera vez que visitó la planta para hablar de un largometraje en el que aceptó participar –como actor, como coproductor y como asesor– porque rendía tributo al cuerpo profesional en el que se formó durante 15 años (el BAE) y en el que destacó por méritos, en distintas disciplinas.

Así lo dijo en cada declaración relacionada con la película que, si bien trataba sobre el secuestro de un empresario portugués, mostraba los esfuerzos y las habilidades de los cuerpos policiales para resolver el caso, mediante un impactante despliegue que incluía perros, lanchas y helicópteros. Un filme reivindicativo.

Cumplido el ciclo de promoción, cayó en el silencio hasta que, año y medio más tarde, específicamente en junio de 2017, se hizo viral la fotografía en la que sobrevolaba la sede del TSJ en un helicóptero, mientras sostenía una pancarta que decía: “Art. 350. Libertad”. Su fugaz tránsito por la farándula sirvió para generar dudas en muchos al tiempo que otros tantos lo rodearon de un halo esperanzador, en cuanto a la transparencia de sus intenciones.

Siguieron videos, mensajes, apariciones, acciones, entrevistas, que conocieron la viralidad hasta que el 15 de enero fue acribillado en El Junquito, en medio de un operativo digno de cualquier ficción cinematográfica. El mal cálculo está en que el aparente final, con vejaciones post mortem incluidas, pareciera un inminente comienzo… Esta historia todavía está por escribirse.


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