Querido. Resulta una apuesta segura afirmar que el retorno a la democracia figura en el top cinco de los regalos pedidos al Niño Jesús en la carta de 2017 elaborada por cualquier venezolano de bien. El cumplimiento de tal deseo significaría muchas cosas, pero entre las relacionadas con la época decembrina vale enumerar: el regreso de la hallaca y del pan de jamón a la cena navideña, la vuelta de la alegría al gentilicio del verdadero Bolívar, el retorno de la compra de los estrenos a las “preocupaciones” de la temporada y, sobre todo, la posibilidad de que las familias se reúnan –momentánea o definitivamente– en el período más emotivo del año, cuando los afectos adquieren una importancia escarchada.

De ese modo, se abriría la puerta para que muchos de los talentos nacionales que han nutrido la diáspora en los últimos años tengan la oportunidad de aportar a la reconstrucción del país, a través de unas capacidades que se hacen sentir en el exterior. Casos abundan, pero hay algunos que valen para argumentar.

Esta semana tuvo gran repercusión en las redes sociales el triunfo de María Gracia Sosa en la segunda edición de Master chef Uruguay. Su aceptación en el programa se produjo en medio de lágrimas, cuando unos de los jueces le dijo que era la ocasión de agradecer a Venezuela por su receptividad a los exiliados por la dictadura en los años setenta.

Ya en Master chef Estados Unidos, Alejandro Toro, hijo de la diseñadora Marieta Toro y sobrino político de la locutora Albani Lozada, había logrado avanzar hasta la mitad del programa, haciendo platillos con sazón criolla, incluyendo la rutilante reina pepiada.

En otro ámbito, la experta en marketing Verónica Ruiz del Vizo fue seleccionada por el Departamento de Estado de Estados Unidos para participar en Global Entrepreneurship Summat, realizado a finales de noviembre en la India, en representación del emprendimiento femenino.

Y recientemente se conoció la noticia de que Pablo García Gámez fue nominado al premio ACE, en el renglón de dramaturgia sobresaliente, por su obra Olvidadas.

Son cuatro venezolanos que hicieron sus maletas para expandir sus horizontes, mientras el régimen rojo insiste en llevar al país al Paleolítico o a una versión bananera del lejano oeste. Son apenas cuatro nombres entre los millones de connacionales que han decidido huir de la frustración. Pero representan la esperanza de que hay material para soñar en grande y para reforzar la convicción de que el futuro está lleno de promesas.


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