De los hogares venezolanos, 87% se encuentra en situación de pobreza, de acuerdo con resultados de una reciente Encuesta sobre Condiciones de Vida (Encovi) elaborada por un equipo multidisciplinario de alto nivel perteneciente a tres de las universidades más importantes del país: la Universidad Central de Venezuela, la Universidad Simón Bolívar y la Universidad Católica Andrés Bello.

Esta cifra, que tiende a aumentar, desmiente de forma rotunda y contundente las afirmaciones hechas por Nicolás Maduro en la ilegal asamblea constituyente en el sentido de que la pobreza en Venezuela es de 18,1%. Obvio que así lo señale, toda vez que la mentira compulsiva está considerada una política de Estado que forma parte de la estrategia gubernamental, característica en un régimen totalitario-comunista.

La hiperinflación que pulverizó el salario de los trabajadores, de acuerdo con cálculos de los especialistas, cerrará este año superando ampliamente la cifra de 100.000%. Está en proporciones alarmantes y en vías de convertirse en la más grande en la historia de la humanidad. Se trata de una terrible realidad que mantiene en zozobra y angustia a la población que cada día ve aumentar sus múltiples penurias sin posibilidad alguna de cubrir, aunque sea en parte, las básicas necesidades.

La desesperación por adquirir alimentos es de tal magnitud que son muchas las personas que se ven obligadas a hurgar en la basura con la esperanza de encontrar un mendrugo de pan para mitigar el hambre.

Por estas circunstancias, Venezuela se encuentra en condición de emergencia humanitaria, que adquirió características de catástrofe, y, por ello, se ha estado insistiendo en la intervención humanitaria. El gobierno tozudamente se niega a aceptar esta condición, porque implicaría el reconocimiento del fracaso de sus erradas políticas económicas contenidas en los mamotretos que denominan “socialismo del siglo XXI” y “plan de la patria”. Jamás lo aceptarían, aunque el pueblo continúe padeciendo. Numerosos han sido los países que han ofrecido su colaboración a través de la organización Cáritas, y mientras persista la negativa oficial, las necesidades irán “in crescendo”.

Se ha perdido la capacidad de asombro ante tantos dislates. Sin embargo, es oportuno traer a colación lo siguiente: el presidente títere de Cuba, Miguel Díaz Canel, estuvo en Venezuela a fines de mayo por motivos que no son difíciles de imaginar, y en visita a Fuerte Tiuna no tuvo empacho alguno en decir que “en Venezuela y en Cuba con sus revoluciones, no existen personas en situación de pobreza a diferencia de los países del Primer Mundo”.

Estas afirmaciones forman parte de las mentiras maquilladas y constituyen manipulaciones del lenguaje muy propias de los sistemas imperantes en ambos países. El estruendoso fracaso de sus sistemas es algo absolutamente innegable e irrefutable, y luego apelan al recurso de falsear la verdad para pretender ocultar la miseria y las injusticias.

Lo que sí se puede afirmar con absoluta propiedad es que Venezuela y Cuba están hermanadas por la pobreza y el dolor.


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