Hemos vivido en la particular condición de ser un país pobre pero con un potencial de riqueza que no hemos sabido mantener en forma constante. Es por eso que nuestra situación de pobreza ha sido mucho más larga que los lapsos de riqueza.

Sin pretender hacer un corte exacto, podríamos decir que la Venezuela que nace con el proceso independentista, que se consolida en 1830, es la más viva representación de un país destruido por las guerras y el endeudamiento. La situación de escasez se extiende hasta casi mediados del siglo XX, cuando los recursos derivados de la renta petrolera comienzan a producir sus frutos con la consecuente mejora de la calidad de vida de los venezolanos. Se inicia entonces un aumento constante del gasto público que se dirige a la construcción de mejores vías de comunicación, viviendas, hospitales y pequeños centros de salud, así como escuelas y universidades.

A pesar de que subsistían grandes carencias, nuestro país se transformó en la Tierra Prometida de muchos emigrantes del mundo. Españoles, italianos, portugueses, alemanes, judíos y árabes fueron bien recibidos aquí, y se mezclaron con nuestros hombres y mujeres. Más adelante, cuando las dictaduras o las luchas guerrilleras se enseñorearon en el Caribe, Centroamérica y Suramérica, nacionales de estas regiones fueron asimismo recibidos acá. Igualmente con estos las mezclas fueron inevitables. En ese proceso, como ya indicamos, el desarrollo de la industria petrolera fue fundamental.

El ex presidente Rafael Caldera, en su libro La nacionalización del petróleo (1975), nos da en pocas líneas una idea de cómo se alcanzó nuestra edad de oro. Dice ahí: “La producción en 1919, según fuentes de la misma Shell, es de mil barriles diarios; en 1928 de más de trescientos mil (…) en 1941 más de seiscientos mil barriles diarios. En 1951 más de millón setecientos mil. En 1962 más de tres millones doscientos mil. En 1968 más de tres millones setecientos mil”. Y aunque las mejoras que el país experimentaba no se podían ocultar, Caldera fue enfático al señalar que en el lapso que va de 1918 a 1950, Venezuela había despachado a los mercados externos más de cinco mil millones de barriles de petróleo. En tono firme, el ex presidente agrega: “Había obtenido por ello nada: abalorios; abalorios como los que le dieron a los primitivos pobladores por su oro los que vinieron en las naves del Descubrimiento”.

Lo cierto es que después de la nacionalización del petróleo, y gracias a los precios que se alcanzaron, los venezolanos vivimos una época de oro que quedó reflejada en la famosa frase “está barato dame dos”, expresión que se hizo popular entre nuestros viajeros al exterior porque todo lo que compraban entonces tenía para ellos un precio más bajo de lo normal; eso en virtud del alto poder adquisitivo del bolívar. Entonces el endeudamiento del Estado adquirió dimensiones siderales, a pesar de las serias críticas del padre de la OPEP, Juan Pablo Pérez Alfonzo.

Es de resaltar que para 1975 la industria petrolera había bajado su producción a 2.346.000 barriles diarios. Mas en 1998 la producción alcanzó los 3.708.000 barriles diarios. Así, a pesar de las crisis que se generaron por el mal manejo de la economía, los venezolanos siguieron satisfaciendo sus necesidades fundamentales. En diciembre se comían hallacas y los fuegos artificiales iluminaban nuestros cielos. La emigración era entonces una palabra desconocida para nosotros.

Pero llegó la “revolución bonita”. ¡Qué cosa más horrible! Al principio la producción petrolera se desenvolvió conforme al impulso que traía de los tiempos de la IV república. Pero los precios se desbocaron una vez más. Fue el delirio. Hugo Chávez y los suyos creyeron que el descomedimiento sería para siempre y actuaron en consecuencia. Los regalos a otros países alcanzaron la dimensión de la manirrotura. Cuba, Nicaragua, Bolivia, Argentina y las pequeñas islas del Caribe fueron los grandes beneficiarios, también algunas comunidades negras del este de Estados Unidos, aunque, como decía la canción de Celia Cruz, no había cama para tanta gente.

Cuando Chávez fallece ya la bonanza había llegado a su fin. A Nicolás Maduro le toca recibir un cascarón que comenzaba a vaciarse a pasos agigantados por las erradas políticas del prócer de Sabaneta. El plan de inversiones de Pdvsa para 2015 lo dice todo: primero, incrementar la producción hasta 4,15 millones de barriles diarios; segundo, elevar la capacidad instalada de refinación hasta 3,5 millones de barriles diarios; y tercero, aumentar la producción de gas natural a 281.000 barriles diarios.

Cuatro años después calibramos los resultados revolucionarios: han emigrado más de 3 millones de venezolanos; las colas de automóviles para surtirse de gasolina a lo largo y ancho del país son inverosímiles; surtirse de gas para el servicio doméstico es una odisea griega; el pueblo desfallece por el hambre y ni Perrarina se consigue. Según la OPEP, para junio de este año, la producción de petróleo de Venezuela continuó en descenso, y se ubicó en 1.531.000 barriles por día. Para este mes de diciembre esa cifra ha bajado de manera significativa.

Si tomamos en cuenta su potencial, hoy Venezuela sigue siendo un país viable, aunque mal administrado por la horda roja rojita. En tal estado, sin embargo, la oposición se mantiene dividida para desgracia de la mayoría del país. Ante tanta absurdidad no queda más que pedir la misericordia divina en estos días de singular santidad.

@EddyReyesT


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