Arrancamos el año, en casi todo el país, entre protestas, manifestaciones, cierres de vías y saqueos que conducen a la quiebra de los comercios y empresas; por esa razón, y por la falta de divisas, los aumentos de salarios y bonos alimenticios que no pueden costear, bajarán definitivamente sus santamarías. La ofensiva revolucionaria en supermercados y afines está poniendo fin al comercio que todavía permanece en manos privadas.

El desempleo sobrepasará este año la barrera histórica más alta registrada durante el mandato del difunto comandante Chávez en 2003. El desempleo originado por los saqueos inducidos por un gobierno inepto y corrupto ha pauperizado a la población y, como es incapaz de enfrentar con un mínimo de cordura las calamidades públicas, toma medidas desesperadas y viles como el decomiso de los inventarios –imposibles de reponer para el comercio– y el remate de algunos productos en existencia que tampoco calman los ánimos exacerbados por la falta de comida y medicinas que se agrava de una manera vertiginosa a medida que transcurren los días.

Según fuentes oficiales, el plan de abastecimiento nacional no cubre la demanda sino hasta este 21 de enero. Hay una gran preocupación en la Gran Misión Abastecimiento Soberano donde monitorean la explosiva crisis; la situación es sumamente compleja. En los primeros días del año se registra una escasez de productos básicos (harina de maíz, leche, arroz, pastas, mantequilla, margarina, mayonesa, huevos, azúcar), habrá retrasos y desabastecimiento de todos los productos porque no hay empaques ni aluminio para los enlatados, ni bolsas trilaminadas para todo tipo de productos terminados; tampoco hay suministro de gasoil ni de aceite para las plantas procesadoras de alimentos, actualmente con escasa producción para cubrir la demanda nacional.

A partir del 18 de enero los transportistas de granos de Bolipuertos aumentarán el flete en 150%, que se suma al reciente incremento que hicieron de 250%. En mercados populares se constata que algunos rubros agrícolas, como el pimentón, el ají, la cebolla y la papa, presentan un sobreprecio de 900%, algo inalcanzable para el castigado bolsillo del venezolano. La inflación en Venezuela es la más alta del mundo, casi llega a 3.000%. Para colmo de males, la escasez de gasolina se acentuará en las próximas semanas, lo que significará la paralización del transporte de alimentos que ya padece la escasez y altos precios de repuestos automotores.

El panorama es explosivo. Los obispos reunidos en asamblea ordinaria de la Conferencia Episcopal afirman que se está desarrollando paulatinamente un proceso de convulsión social. Todos los caminos conducen a un estallido social. El gobierno trata de paliar los ánimos exacerbados con bonos y bolsas de alimentos que no hacen otra cosa que “crear hábitos de mendicidad” –monseñor Padrón dixit–, y ha creado un plan de sometimiento a través del humillante carnet de la patria para encargarse de todo, o de lo que hay, que es casi nada.

El régimen racionará drásticamente el consumo y establecerá un reparto excluyente de alimentos que no brindan una dieta equilibrada por falta de proteínas que aportan los tres tipos de carnes, hoy en vías de extinción.

Lo hemos señalado reiteradamente, la desgraciada revolución bolivariana ha condenado a los venezolanos a una despiadada lucha por la vida desde su fase más primitiva, la alimentación, y nos está empujando a pelear por la supervivencia. Las condiciones están dadas para una intervención internacional por causas humanitarias. Es absolutamente impostergable.


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