Sobrevivir

Desde los orígenes de la civilización, el peor enemigo de la humanidad ha sido el hombre. No ha habido terremoto, epidemia o catástrofe natural que haya causado tanta muerte, ruina y calamidad como las que nos hemos causado los hombres entre nosotros mismos.

Las guerras, las tiranías y las dictaduras son las cicatrices humanas más vergonzosas de la historia de la civilización. El conflicto más sensible de la humanidad desde el Paleolítico hasta nuestra era ha sido el mismo: ¿cómo sobrevivir?

Ese conflicto, desde nuestros orígenes, no es ajeno a los venezolanos.

El anhelo primordial

¿Cómo mejorar las condiciones de vida del ser humano?, ¿cómo sobrellevar las espinosas relaciones humanas?, ¿cómo igualar al ciudadano con el poder?, son tan solo algunas de las complejidades que han derivado del anhelo primordial de la raza humana: sobrevivir.

Las ciencias, la filosofía, la tecnología, el conocimiento, la medicina, la democracia, la religión, incluso el arte, tienen como objeto de reflexión y estudio la mejora y sublimación de la vida del hombre.

El debate es el mismo: civilización o barbarie.

Del mundo a Venezuela

Civilización: libertad, derechos humanos, salud, bienestar, progreso, democracia y prosperidad. Barbarie: esclavitud, despotismo, hambre, enfermedad, tiranía y muerte (¿chavismo?).

Cada pueblo tiene su propia historia de cómo fue conquistando un mundo más civilizado desde un casi siempre común barbárico genocidio originario (Caín asesinó a Abel y así hasta nuestros tiempos) hasta la imperfecta civilidad actual. Develar las taras ancestrales de su barbarie es un reto de cada sociedad, nación y cultura para reconocerlas, evitarlas y abolirlas.

Las taras de Venezuela, con el chavismo, quedaron al descubierto.

El espejo titubeante de nuestro pasado

Reconocernos, mirar los ojos del rostro venezolano enterrado en nuestra memoria histórica, detallar nuestras perversidades, para indagar el origen antropológico de la maldad chavista, con el único fin de encararla y abolirla, es el desafío político de nuestro siglo.

Un reconocimiento narciso pero aterrador en el espejo titubeante del pasado venezolano nos devela nuestro origen bucanero, saqueador, pirata. El chavismo, en ese sentido, es una revuelta genocida a nuestro origen: Caín (venezolano) persigue a Abel (venezolano), lo encarcela, le causa enfermedad y hambre, lo tortura y asesina.

Con el chavismo la barbarie se impone, Caín vuelve…

El eterno retorno genocida de Caín

Venezuela fue conquistada por piratas, filibusteros y bucaneros, por atracadores que asesinaron y violaron indígenas, expropiaron tierras y tesoros, impusieron corrompidos sistemas políticos, causaron enfermedad y hambre, para al final huir con el botín a la antigua isla La Española (actual República Dominicana y Haití) o a Cuba.

He ahí, como hemos dicho, el origen antropológico del chavismo, su barbárico despotismo, su presencia saqueadora y ladrona, su maldad; son los filibusteros, los malditos piratas de nuestro siglo.

Son el eterno retorno genocida de Caín.

Hay que abolirlos

El chavismo, fenómeno telúrico y devastador, herida histórica, es un movimiento premoderno, no es una revolución ni una rebelión popular, no, el chavismo es una revuelta a nuestros orígenes más barbáricos y violentos. Hay que reconocerlo con vergüenza pero instalado en el alma venezolana, enterrado en su antropología más entrañable y oculta, hay un pirata saqueador, un déspota violador y un esclavista, es decir, un chavista.

No mira al futuro, lo niega; envenena el presente: lo aniquila; vive en el pasado, lo encarna con genocida ferocidad. Si queremos civilizar a Venezuela hay que abolirlos.

No hay otra opción…


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