Un tuit enviado por el célebre economista Steve Hanke, en los días pasados, dejó claro que el Tesoro norteamericano anunció que el petro venezolano es una extensión del crédito a su gobierno, por lo que esa criptomoneda cae dentro de las sanciones que prohíben su uso a los particulares y a las empresas americanas. Esta importante aseveración me puso a pensar en el destino del nuevo juguete revolucionario.

En este punto, lo sincero es declararme analfabeta en estas materias que tienen que ver con medios de cambio digitales, blockchains, ledgers, tokens y hash y que confiese que poco he entendido de la diatriba financiera que ha suscitado esta original salida encontrada por el gobierno de Nicolás Maduro para activar algún medio de pago capaz de sacarle las castañas del fuego.

De lo que sí sé es de lo que significa en el mundo de los mortales la palabra “confianza”, un concepto tan global como explícito e inequívoco. Dice la enciclopedia de Internet que “confianza” es la “esperanza firme que una persona tiene en que algo suceda, sea o funcione de una forma determinada, o en que otra persona actúe como ella desea”.

Siendo ese el caso, tiendo a creer que es tan relevante prestar atención al destino que recibirá esta moneda digital en lo comercial y en lo financiero a escala global como a la confianza que su proveniencia será capaz de despertar en terceros. Su emisión por parte de un Estado como el nuestro, con exiguas reservas internacionales y sin crédito alguno, signado en sus operaciones por los incumplimientos y cesaciones de pagos, la inconsistencia y la falta de probidad de sus operadores, debe necesariamente generar un resquemor capaz de invalidar su utilización.

Me cuesta imaginar cómo en los medios de las altas finanzas, en las que debe insertarse este nuevo producto vanguardista que es el petro, el mismo pueda recibir el aval de bancos y de Estados cuando su origen, el gobierno venezolano presidido por Nicolás Maduro, es severamente cuestionado por países, organismos e instituciones, y sancionado por una buena cantidad de actores internacionales.

Tiendo a creer que en lo atinente a Venezuela lo razonable por parte de quienes se relacionan con nosotros es seguir utilizando medios de pago convencionales en lugar de aventurarse en la utilización de un instrumento carente de esa básica condición de confiabilidad.

El experto petrolero Francisco Monaldi le puso la guinda a la torta en estos días, cuando, en los términos más sencillos, les explicó al país y a terceros, en un artículo que ha circulado profusamente, cómo es que el petro no es más que una ficción sin respaldo petrolero sólido, lo que debe ser el elemento más importante a exhibir por la criptomoneda a la hora de granjearse la confianza ajena.

En medio de mi ignorancia, pues, creo que toca darle espacio a la sindéresis económica que definirá para lo que realmente es útil la novedad del petro.

Para mí, pobre ignorante, este apenas es un subterfugio revolucionario más para intentar resolver el dramático estado de cosas en que han sumido al país, pero, más que nada, para mantenerse al timón de un barco que hace agua irremisiblemente por todas partes.


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