Pretendiendo quizá emular al Redentor, el mandatario le ordena al petro: “Levántate y anda”. Pero a diferencia de Lázaro, el petro no reacciona y permanece como un cadáver insepulto. En economía no existen los milagros.

Le recomendaría al gobernante leer aquella famosa obra de Antoine de Saint- Exupéry: El Principito. Allí hay profundas lecciones de sabiduría y de filosofía política escritas en forma de cuento para niños. Eso facilita su comprensión.

En particular le aconsejo leer el Capítulo X donde el Principito visita un asteroide cuyo rey le dice: “Si yo ordenara a un general que se transformara en ave marina y el general no me obedeciese, la culpa no sería del general, sino mía”.

Cargado de sabiduría y prudencia, aquel monarca sabía que si ordenaba al Sol ponerse antes de la hora adecuada, el astro no le obedecería. En cambio si daba la misma orden a las 7:00 pm el Sol de inmediato cumpliría sus instrucciones: “La autoridad se apoya antes que nada en la razón. Si ordenas a tu pueblo que se tire al mar, el pueblo hará la revolución. Yo tengo derecho de exigir obediencia, porque mis órdenes son razonables”.

No es razonable pensar que el petro pueda tener éxito, sencillamente, porque contraviene todo lo que la razón y la economía nos enseñan al respecto y lo que la experiencia muestra en relación con las criptomonedas. No reúne sus características.

La base de cualquier criptomoneda es la confianza; mal puede generar confianza un instrumento emitido por un gobierno caracterizado por la más frenética indisciplina fiscal que ha dado al traste con el valor del bolívar y generado la mayor hiperinflación del mundo.

Por ello el gobierno pretende que puede remplazar el elemento confianza con el respaldo imaginario de reservas de petróleo en un campo de la faja del Orinoco o con reservas de oro y otros minerales. Olvida el régimen que con ello viola expresas disposiciones de la Constitución: Artículo 12. “Los yacimientos mineros y de hidrocarburos (…) pertenecen a la República, son bienes del dominio público y, por tanto, inalienables e imprescriptibles”. No pueden ser dados en garantía.

Esas son algunas de las razones por las cuales la Asamblea Nacional dictaminó la ilegalidad del petro, al considerar que no es más que un título de deuda pública disfrazado y no avalado por una Ley de crédito público. Adicionalmente, el gobierno de Estados Unidos también lo sancionó, lo que liquida sus posibilidades en los mercados internacionales.

En su empeño por imponer a toda costa el petro, el gobernante pareciera añorar el poder de Kublai Khan –primer emperador chino de la dinastía Yuan y nieto de Gengis Khan–, quien impuso en China por primera vez el uso obligatorio del papel moneda (fiat) que los propios chinos habían inventado en el siglo VIII. Ante la reticencia de los súbditos chinos en aceptar aquellos billetes que venían respaldados con el sello del emperador, la única forma de imponer su uso fue cortarles la cabeza a quienes los rechazasen.

La revolución acude a otros mecanismos de presión algo menos drásticos. Por ejemplo, dice que las líneas aéreas internacionales tendrán que pagar la gasolina en petros, que se utilizará como forma de pago para el petróleo o que se aplicará para remunerar a los empleados públicos o pagar servicios al Estado e incluso la obtención de pasaportes.

Después de haber destruido el signo monetario venezolano –el bolívar– el régimen pretende substituirlo. Con esto incurre en otra violación de nuestra carta magna que taxativamente señala: Artículo 318: “La unidad monetaria de la República Bolivariana de Venezuela es el bolívar”.

Lo cierto es que a la fuerza no lograrán su objetivo. El petro no volará. No sirve para enfrentar la hiperinflación. Nunca se generalizará su uso para poder cumplir con las tres funciones características de una moneda: a) como medio de pago; b) como depósito de valor y c) como unidad de cuenta o de cambio.

Existe la percepción generalizada de que el interés de imponerlo es para poder lavar dinero producto de la corrupción y la droga o para burlar sanciones. Repito, los mercados no creen en milagros y no es fácil cortarles la cabeza a los súbditos que no acepten el petro.


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