No se han quedado quietos los investigadores colombianos en aquello de desentrañar las fuentes de financiamiento de la campaña electoral de Gustavo Petro. Todo apuntaría, de acuerdo con medios de renombre en el otro lado de la frontera, a que buena parte de los dineros que alimentan los movimientos del candidato de las izquierdas tiene un origen en Venezuela y, particularmente, en personas vinculadas con el madurismo.

A inicios de este año el portal de información El Expediente puso el dedo en la llaga cuando presentó datos sobre las pesquisas de Washington alrededor de la campaña del ex alcalde de Bogotá. Esta investigación, al parecer, señalaría, con nombre y apellido, a algunos compatriotas nuestros, cercanos a la dictadura venezolana, que estarían actuando como enlaces en el levantamiento de fondos para servirle de soporte al candidato oponente a Iván Duque en esta segunda vuelta presidencial que se dirime mañana. Negocios tan lucrativos como las importaciones de alimentos para las bolsas CLAP serían el punto de partida de un flujo sostenido de fondos destinados a apuntalar a Petro en su carrera hacia la presidencia, así como ayudas económicas provenientes de Pdvsa, la petrolera estatal.

Tanto la revista Semana como el periódico El Tiempo de Bogotá llevan igualmente muchas lunas siguiendo de cerca las relaciones de personeros de la administración Chávez y de la administración Maduro con factores del izquierdismo colombiano, lo que demuestra que no son recientes los movimientos de fondos que vendrían a engordar las propuestas políticas y el mercadeo de las candidaturas de representantes de las izquierdas radicales de cara al electorado neogranadino.

El caso es que las cuentas de Colombia Humana solo las conocen los allegados a Petro, por ahora. Pero a la vista salta que la descomunal publicidad electoral en todos los medios no ha sido costeada ni por las contribuciones voluntarias de sus seguidores ni por los dineros asignados oficialmente para la contienda electoral. Es un secreto a voces que circulan montos significativos de dinero líquido provenientes de fuentes “non sanctas” con destino a la campaña, lo que le ha permitido explotar a sus anchas, en esta segunda vuelta, el populismo que es su arma de batalla. Al igual que Petro lo hizo durante su desastrosa administración de la capital del país, su caballo de batalla ha sido sembrar el odio y alimentar así la fractura de la sociedad colombiana.

Lo que no se ha comentado demasiado es que más allá de la sintonía ideológica entre la dictadura de Maduro y el modelo populista de Petro, ha entrado a jugar en el tablero la imperiosa necesidad de los jerarcas venezolanos de tener en Colombia un refugio seguro para contrarrestar el cerco que se ha armado de parte de los países demócratas del continente. Los actores de la depauperación venezolana, los responsables de las persecuciones y torturas a sus oponentes, los violadores de los derechos que hoy les han sido conculcados a nuestros hermanos, los ladrones que han saqueado Venezuela se encuentran ya hoy atrapados dentro de nuestra geografía y sin escapatoria posible. Un gobierno en Colombia afecto a la actual administración venezolana representaría un salvavidas para la manada de delincuentes que han sido puestos al descubierto por la comunidad internacional y para el oprobioso gobierno que no es reconocido sino por un pequeño grupo de países de la región.

Así, pues, el advenimiento de Gustavo Petro a la Presidencia de Colombia no es un desiderátum para el chavismo. Es una inexpugnable necesidad y todos los dineros son pocos para alcanzarlo.


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