Recuerdo que cuando estaba pequeño veía en la televisión reportajes sobre el llamado “período especial” en Cuba y esa realidad me parecía tan lejana, incluso a veces dudaba de la veracidad de lo que se narraba. No podía creer cómo un pueblo podía vivir con tan poco, mi nivel de análisis era el de un niño de 9 años, no me hacía otras preguntas, no sabía cuáles eran las causas de aquella situación, solo me parecía anormal que aquella gente no tuviera pasta de dientes para cepillarse o que para ellos una barra de jabón representara un lujo. “¿Por qué no van al supermercado y lo compran?”, me preguntaba en mi inocencia. Lo que no imaginaba era que veinte años más tarde, aquella realidad tan lejana sería la nuestra.

Mi ingenuidad se justificaba, pero la de millones de venezolanos que votaron por Hugo Chávez en 1998 no. Hubo tantas advertencias y ninguna fue escuchada o no lo suficiente. La gente estaba sencillamente harta del “pasado” y quería una renovación total, un hombre que viniera a “resolvernos los problemas”. A quienes alertaban se les trataba de locos y exagerados. “Venezuela no es Cuba”, decían incluso algunos opositores. Basta vernos hoy para confirmar que no somos Cuba, porque sencillamente estamos peor y los problemas que nos prometían resolver se multiplicaron al infinito. Lo único positivo es que aquellas dudas que tuve cuando niño sobre las causas del drama cubano encontraron respuesta: se llama socialismo y el socialismo solo lo entiendes cuando lo vives.

Lo que sí no puedo entender es que muchos asumen como “normales” las penurias diarias a las que somos sometidos. Quizás por simple táctica de supervivencia, para resguardar su equilibrio mental. La “inventiva” de la miseria  se expande, mientras en el mundo piensan y crean para los inventos del futuro, en Venezuela nos las ingeniamos para alumbrarnos con “velas” caseras hechas con pellejo de pollo, porque las velas de verdad son incomprables. Es como si hubiésemos caído en el hoyo negro y nos hubiesen enviado a la era de las cavernas y quizás el hombre de las cavernas vivió mejor, porque al menos agua tenía.

Que las ganas de seguir viviendo no nos lleven a asumir como normal lo que jamás lo será. En las últimas protestas por el servicio de la luz y el agua en Caracas lo que me dio esperanza fue escuchar cómo los ciudadanos no pedían un camión cisterna o una planta eléctrica, pedían una vida normal y la normalidad pasa por la expulsión del chavismo del poder. Eso sí, espero como venezolano que esta tragedia nos sirva para aprender la lección y que construyamos una memoria de acero que nos permita recordar siempre lo que vivimos para que jamás se vuelva repetir.

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@Brianfincheltub


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