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“La primera de todas las fuerzas es la opinión pública”Simón Bolívar

Las diferencias entre la democracia y la dictadura radican principalmente en el manejo y obtención del poder. Ambos son sistemas políticos que determinan el modo de participación de la sociedad y el papel del Estado en la vida común. Claro está que estas estructuras de gobierno suponen dos sistemas opuestos que pueden diluir, como en el primer caso, o concentrar, como en el segundo modelo, las decisiones y el control político.

La democracia permite que un Estado esté  en manos de todos, y su función fundamental es ocuparse del bienestar plural. En tanto que las dictaduras son regímenes en los que el poder generalmente suele tomarse por la fuerza, caso excepcional el de Chávez que llegó al poder por la vía del voto, pero igual asumió con el tiempo una posición dictatorial que lo llevó a pasar por encima de la Constitución Nacional y las leyes, controlando todos los demás poderes, los cuales secuestró a su antojo.

Después de la intentona de su derrocamiento en abril del año 2002, luego de su retorno a Miraflores que algunos analistas políticos califican de autogolpe, Chávez se arropó en un autoritarismo sin par, que partió desde vestir el uniforme militar al estilo cubano, con la distinción del más alto grado de las Fuerzas Armadas, pese a que en años precedentes había manifestado que no usaría prenda militar alguna, pues era un presidente del pueblo. Días después con un pito en su boca, similar a los que usan los árbitros deportivos, ordenó el despido de más de 20.000 empleados de Pdvsa, entre ellos calificados y renombrados profesionales que ocupaban altos cargos gerenciales, en la cuarta empresa petrolera del mundo, hoy en desgracia, cuya producción petrolera en la actualidad ha descendido de 3.500.000 barriles diarios a 1.500.000.

Acto seguido, comenzó a ejecutar acciones nada democráticas, como la de pararse en una céntrica calle de Caracas, preguntarle al alcalde de quién era tal  edificio y luego de la respuesta ordenar autoritariamente: ¡Exprópiese!  Cuando los medios de comunicación escritos y audiovisuales dieron cuenta de estos hechos, Chávez no tuvo empacho alguno en ordenar a la Comisión Nacional de Telecomunicaciones, un organismo dedicado a la represión de la libertad de expresión, aplicar sanciones administrativas (¿) para amedrentarlos, muchos de las cuales en el caso radioeléctrico, como Radio Caracas Televisión, tras más de 50 años en el aire y haber sido la pionera, salió del aire para siempre, en un aciago día que el país jamás ha olvidado. El diario TalCual dirigido por el polémico dirigente de izquierda, ex diputado, ex ministro Teodoro Petkoff, también pagó las consecuencias de la ira del emperador de Barinas, que cada día más prepotente y caprichoso ordenaba  una ola de expropiaciones de fincas, empresas de servicios y productivas, y hasta multar con exagerado número de unidades tributarias a Miguel Henrique Otero, presidente editor del diario El Nacional, y al politólogo y humorista Laureano Márquez, quien a través de una colecta pública que el pueblo sugirió y aportó, pagó la multa que caprichosamente le impuso el régimen. Cabe recordar igualmente que, en cadena televisiva, Chávez atacó verbalmente al desaparecido artista plástico y humorista Zapata, por una caricatura que había publicado en el diario El Nacional, que con sus  “Zapatazos” ilustraba desde hace más de treinta años.

Poco tiempo después ordenó crear la Corporación Maneiro, empresa del Estado para el suministro de papel periódico, con la cual a partir de entonces comenzaría la restricción de tan importante materia prima, que obligó a muchos diarios de provincia a dejar de circular, 40 hasta los actuales momentos. En el campo radioeléctrico, el régimen canceló las licencias de operaciones de más de 65 emisoras en todo el territorio nacional, las mismas que pasaron a conformar la red del régimen, a las que se sumaron más de 450 radioemisoras comunitarias que ocupan hoy en día el espectro radiofónico. Pese a ello, Chávez y ahora Maduro acusan a la oposición de tener el monopolio del poder mediático, que no es otra cosa a juicio de chavistas y maduristas “la distorsión de la función social de los medios, en la creciente mercantilización del sector, en la precarización de la labor periodística y en la sobreabundancia de mensajes informativos”.

Es siniestro, abusivo e intolerante que cualquier gobierno autoritario controle y coarte la libertad de expresión, por cuanto es una especie de destino manifiesto del cual no pueden evadirse, amén de que deja una huella amarga en aquellos que detentan el poder, que por medio de la violencia y mecanismos ilícitos trasgreden no solo la ley, sino lo más grave, la propia Constitución Nacional, solo con el perverso propósito de silenciar los medios  a toda costa. Olvidan deliberadamente que la persecución y la restricción de la información constituye una cruel y ominosa violación de los derechos humanos, cosa que por lo demás parece poco o nada importarle al inquilino de Miraflores, con preaviso de desalojo.

Con su despotismo, Maduro pone al descubierto su talante dictatorial, el cual a diario exhibe en sus peroratas discursivas (¿), en las que su dislexia lingüística le hace incurrir en fatales y vergonzosos pasajes, que el propio vulgo se mofa orondamente, y los medios de comunicación internacional no lo desperdician,  pues lo califican como el presidente de la República más ignorante de América Latina. Tampoco le importa vulnerar el artículo 337 de la carta magna de 1999, al atribuirse facultades que no le corresponden, incitar la censura previa, y en muchos casos la autocensura por temor a represalias, cuestionada en todas las convenciones internacionales. Presume y hasta asume el papel de periodista dictando pautas y corrigiendo informaciones publicadas en los medios. Instintivamente pretende imitar al dictador Marcos Pérez Jiménez, quien en cierta ocasión confesó a la revista estadounidense Time (febrero, 1955): “A ningún periodista se le dice todo lo que debe escribir, pero se le prohíbe escribir lo que en nuestra opinión pueda ser malo para la moral o el progreso del país”.

Los medios de comunicación y con ellos quienes ejercemos dignamente la profesión, somos víctimas de la irracionalidad de quienes se erigen en convencidos demócratas apegados a la ley, y para la dictadura madurista el más terrorífico enemigo que tiene que vencer, pues no les gusta que aflore la verdad y solo la verdad de sus irracionales actos, llámese corrupción, narcotráfico, inseguridad, abuso de poder, y toda una laya de criminosos hechos.

El procedimiento sancionatorio contra El Nacional Web por “incumplir” la Ley de responsabilidad social, acusándole de “difundir mensajes que desconocen a las autoridades legítimamente constituidas” y responsabilizándole de infringir el artículo 14 de la Ley contra el odio, por la convivencia pacífica y la tolerancia, aprobada por la espuria asamblea nacional constituyente instituida para completar el golpe de Estado contra la Asamblea Nacional libremente electa, dibuja el  vil ensañamiento contra este medio. Pero no sancionan los esperpentos de programas que transmite a diario Venezolana de la Revolución: La hojillaCon el mazo dando y Zurda konducta, bodrios insultantes en los que se denigra a personas exponiéndolas al escarnio público con procaz, vulgar y grosero lenguaje que ofende a la inteligencia del venezolano.

Estamos en presencia de un régimen que se erige como democrático, pero  que con sus acciones demuestra todo su exacerbado y perverso propósito de obstruir  a como dé lugar, la libre expresión Pero no nos amedrentan las amenazas, somos defensores de la libertad y democracia, y mantenemos la fe, como lo afirmara en cierta ocasión el novelista y dramaturgo brasileño Paulo Coelho, “es una conquista difícil que exige combates diarios para mantenerla”, y ese empeño lo mantendremos de por vida.

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@_toquedediana


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