Vista desde Venezuela, la península de Corea está al otro lado del mundo. Las diferencias entre uno y otro sitio parecieran abismales. Esa distancia y diferencias, sin embargo, no son tales en un orbe tan interconectado como el de hoy en día. Por una u otra razón, lo que ocurre en uno y otro lado tiene naturalmente recepción e implicaciones en ambas zonas. Para entender mejor esto, tenemos que remontarnos un poco en el tiempo y hurgar en la historia.

La península de Corea está ubicada en Asia Oriental, limitando por el norte con China y Rusia y al sur con el estrecho de Corea, que la separa de Japón.

Por aquello de que el pez grande se come al más pequeño, a lo largo de cientos de años la península de Corea fue intervenida por las fuerzas más poderosas de los mongoles (grupo étnico que se originó en lo que en la actualidad es Mongolia, Rusia y China); más tarde también lo fue por China, Rusia y Japón.

Casi al final de la Segunda Guerra Mundial, siendo entonces una colonia japonesa, la derrota nipona derivó en la división de Corea en dos zonas que fueron administradas por Rusia (el norte) y Estados Unidos (el sur). Las implicaciones económicas y políticas de esa división se hicieron marcadoras de inmediato. Mientras el norte, liderado por Kim Il-sung, se alió con la línea comunista rusa, el sur, bajo la dirección de Syngman Rhee, se inclinó por las políticas conservadoras y anticomunistas de Estados Unidos.

Luego de una serie de confrontaciones, la división terminó por consolidarse. El régimen norcoreano puso en práctica una política económica totalmente centralizada, dándole prioridad al desarrollo de la industria pesada y prohibiendo la propiedad privada y las operaciones de mercado. Adicionalmente se impuso la fuerte presencia del sector militar y la colectivización de la agricultura. Por el contrario, el gobierno surcoreano se inclinó por la aplicación de políticas económicas de mercado y el pleno reconocimiento de la propiedad privada. Incluso, el sucesor de Rhee, el general Park Chung Hee, impulsó después de 1961 el crecimiento económico a través de créditos y subsidios a las empresas exitosas.

Todo eso marcó una clara diferenciación entre uno y otro régimen: en Corea del Norte la producción industrial y agrícola se vino al suelo, y las hambrunas recurrentes no se hicieron esperar; al contrario, en Corea del Sur la inversión y el comercio se incrementaron substancialmente, lo que generó el continuo crecimiento de las diferentes industrias y las exportaciones.

Lo anterior se ve claramente reflejado en las imágenes satelitales que pueden los lectores ubicar a través de Google, escribiendo en el buscador lo siguiente: “imágenes nocturnas de las dos coreas”. Se sorprenderán al ver un estallido de luces en Corea del Sur, mientras que las penumbras invaden a casi toda Corea del Norte.

Volviendo entonces al inicio de nuestro artículo de hoy, tenemos que convenir que Venezuela debe verse en el espejo de la península de Corea. Allí está claramente reflejado lo que le deparará el destino según la ruta política y económica que tome.

El país tiene las condiciones para alcanzar un alto estadio de desarrollo, pero la dictadura cívico-militar, que hoy es clara minoría, se empeña en destruir nuestro futuro en beneficio propio y de la corte comunista mundial. Nuestro reto es enorme e histórico, pero las democracias del mundo tienen también que ser conscientes de que ellas no están exentas de las consecuencias que de allí se deriven. Tan sencillo como eso.


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