En artículos anteriores hemos comentado cómo el cerco se cierra cada vez más en torno de quienes hoy manejan los hilos del gobierno venezolano. Las sanciones van teniendo efecto, los sancionados van quedando aislados con pocas o nulas posibilidades de poder disfrutar un futuro cómodo o lujoso una vez que Venezuela haya retomado el camino de la razón y la economía se resiente causando mayor angustia a un pueblo ya escéptico.

En días pasados el presidente de Estados Unidos firmó una orden en la que prohíbe a los estadounidenses toda transacción que involucre el petro o cualquier otra criptomoneda emitida o aupada por el gobierno de Caracas. Paralelamente, amplió la lista de sancionados que ahora ya comienza a alcanzar a los segundones que se suman a los peces gordos de las listas anteriores. Cada día que pasa vuelve a tomar cuerpo en Washington la idea de impedir la exportación de gasolina desde Estados Unidos hacia Venezuela, de tal suerte que bien pudiera ocurrir que ello se concrete y termine de derrumbar la producción de gasolina y otros productos esenciales para la vida de nuestra nación. No está demás recordar que a partir del año pasado Estados Unidos se ha convertido en autosuficiente en materia energética y hasta ha reiniciado su rol de exportador neto de energía. La amenaza venezolana de cortar el suministro será recibida pues con sonora trompetilla, que desnudaría nuestro completo estado de dependencia de un cliente que lejos de estar de rodillas más bien ha tomado el control del ritmo del juego para sorpresa de aquellos que aún creen que Venezuela y/o la OPEP dominan ese mercado. La dramática verdad es que hoy sobra petróleo y faltan clientes, lo cual está transformando radicalmente el cuadro geopolítico mundial en perjuicio de quienes creían que tendrían a papá Dios agarrado por las chivas hasta la eternidad.

Mientras tanto, la investigación preliminar iniciada por la Corte Penal Internacional, las acusaciones y exhortaciones de Acnur (Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados) y la recientísima acción de los ministros de Finanzas del G-20, reunidos esta semana en Buenos Aires, van apretando las clavijas y cerrando una a una las puertas de escape de quienes creyeron que su mandato era imprescriptible.  Hasta Pdvsa tuvo que sacar real de donde podía con el fin de medio pagar la deuda que tiene con la rusa Rosneft, garantizada con las acciones de nuestra otrora gallina de los huevos de oro. Ecuador  avisó que no seguirá financiado Telesur, Uruguay está en la misma onda y tan solo los compañeros de ruta del Alba aún dan declaraciones retóricas de apoyo, cuyo valor es apenas tan grande como la influencia y economía de sus devaluados miembros, muchos de los cuales parecen prestos a saltar la talanquera tan pronto aparezca una oferta económica alternativa que les provea de comer. Es cierto que Rusia y China aún mantienen apoyo, pero no hay que creer que son “aliados estratégicos” como nos lo pintan los próceres bolivarianos, son grandes potencias que aspiran al incremento de su hegemonía poniendo un pie en América Latina para sus intereses, no para consolidar ninguna revolución bolivariana. Sin embargo, Estados Unidos en la era Trump luce verbalmente más vociferante pero visto está que, salvo las hipótesis teóricas de movilización militar, ellos tienen otras prioridades de mayor envergadura.

Así pues, el frente externo se le presenta a Miraflores en el máximo deterioro de toda su gestión de casi veinte años y ello se combina con la ya pública fractura de lo que exhibían como su más preciado logro: la verticalidad unitaria de la Fuerza Armada, hoy horadada por múltiples detenciones no solo de altos jerarcas generales de escritorio, sino también de oficiales de jerarquía menor pero con mando de tropa. Parece que en esos círculos la palabra La Haya causa alergia como fue el caso de aquel ultrachavista y obeso general Manuel Rosendo, quien  el 11-A de 2001 se negó a aplicar el famoso Plan Ávila que debía masacrar la histórica manifestación de aquel día.

Es en este marco que se plantea la VIII Cumbre de las Américas, donde Nicolás espera robarse el show ya sea yendo o no yendo a Lima con tal de agitar las aguas intentando pescar algo en ese río revuelto.

Por todo lo anterior y por todo lo demás que ya es dramáticamente cotidiano es que este columnista se atreve a opinar que el colapso está cercano y que la fantochada electoral que se ha anunciado no tendrá la potencialidad de evitar la ruptura del dique que ya exhibe varias fracturas simultáneas. Solo falta estar atento para ver cuáles ratas saltan primero del barco, que las habrá y muy pronto.


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