Un amigo me mandó una copia del letrero que colocaron a la entrada de una universidad de Suráfrica. Está perfectamente traducido al español y no requiere ni siquiera haber cursado la escuela primaria para entenderlo. Es toda una explicación de por qué para destruir una nación no se requiere de bombas atómicas o misiles de largo alcance. Solo se necesita bajar el nivel de la educación y permitir copiarse en los exámenes. “Los pacientes mueren en manos de esos médicos, los edificios de esos ingenieros colapsan, el dinero en manos de esos contabilistas se pierde y no hay justicia en manos de esos jueces”. Recordé el mensaje de mi amigo cuando me enteré de que el Tribunal Superior 10° de lo Contencioso Administrativo de la Región Capital suspendió los concursos en la UCV y que los nombramientos de los profesores, de los catedráticos, debe ser a dedo.

El juez también ordena la reclasificación y homologación de todos los profesores contratados, que en materia académica viene a ser la aplicación de aquella pinta que en los tiempos de la Renovación Universitaria se leía en los pasillos de Ingeniería y de Humanidades: “Todos somos poetas, todos humanos somos”, que todos sospechaban que escribía Roberto Hernández Montoya para vengarse porque no fue el autor de la frase referencial de la Escuela de Letras: “Cervantes, camarada, tu muerte será vengada”, que, como ustedes pueden ver, todavía sigue incumplida.

La destrucción de la educación y de todos los esfuerzos hechos en el siglo XX, incluida la universitaria de los tiempos de Juan Vicente Gómez y la masificada de los cuarenta años de democracia, la trajeron los cubanos, que aprendieron de Iosif Stalin que las ideas son más poderosas que las armas, “si no dejamos que nuestros enemigos tengan armas tampoco debemos permitir que tengan ideas”. Esa distorsión caribeña del marxismo impuso que se podía aprender Medicina y hasta tecnología nuclear a través de videos, pero no con explicaciones minuciosas y detalladas de asuntos relacionados con la biología, la química y la salud, sino con anécdotas sobre la vida de Fidel Castro, el Caballo. En la Universidad Bolivariana se gradúan los jueces que dictan sentencias como la que anula los concursos y la que, en el mejor lenguaje de Cantinflas, determina que la sustitución de los candidatos a las gobernaciones se puede hacer siempre y cuando no se haga. Ay, Melibea, ¿dónde se extravió Calixto?

Para salvarse, ellos inscriben a sus descendientes en los colegios internacionales y los mandan a cursar estudios superiores en el primer mundo. Pagan mensualidades que muy pocos pueden asumir, pero se olvidan de las ideas, de la necesidad de la libertad y la lucha contra la injusticia, esas que trajeron los criollos de Europa y convirtieron a la América Hispana en un polvorín. Nada es más peligroso que una idea, y la idea que hoy está en boca de todos es “libertad”. Vendo cabeza vacía y sin cráneo, la nada.


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