El presidente del gobierno de España, Pedro Sánchez Castejón, estuvo de gira por Latinoamérica. Visitó Chile, Bolivia, Colombia y Costa Rica. En su viaje, como no podía ser de otra manera, habló de Venezuela, pidiendo “diálogo” a los venezolanos para arreglar la situación del país.

Según Sánchez, la solución a una dictadura que ha asesinado a miles de personas directa o indirectamente, atenta contra la libertad de prensa y encarcela a opositores, pasa por diálogo. ¿Cómo puede dialogar una persona desarmada con un dirigente respaldado por un ejército entero? No sé si el señor Sánchez sabría responder a esto, pero siempre queda mejor ante los engañados votantes de la izquierda española el discurso fácil y la solución abstracta que la propuesta firme y la solución concreta. Parece que en pleno siglo XXI hay líderes políticos que tienen miedo de rebelarse contra las tiranías de países hermanos. No es de extrañar, pues el mismo presidente de España es un político autoritario, que está dispuesto incluso a esquivar al Senado con tal de sacar adelante sus medidas y contentar a la masa para las próximas elecciones. En otras palabras, el presidente no quiere manchar su imagen ante sus potenciales votantes afines al partido político Podemos, cuyos líderes son, en gran parte, ex asesores del régimen socialista venezolano, al que han señalado como ejemplo para el mundo en numerosas ocasiones.

El señor Sánchez Castejón prefiere ganar las elecciones con un discurso populista a preocuparse por la vida de hombres, mujeres y niños que él, como presidente de un país hermano de Venezuela, debería preocuparse por proteger. Los políticos no pueden estar permanentemente pendientes de otras naciones, pero sí tienen el deber de luchar por la libertad y la vida de aquellos que no pueden defenderse ante una situación crítica. Más de 80% de los venezolanos son pobres. Si eso ocurriera en España, habría brutales manifestaciones todos los días y a todas horas, y él intentaría quedar como el salvador del pueblo. Pero como no ocurre en España sino en un país lejano, le conviene más desentenderse y no detener el pago de favores a quienes les vendieron el control de su país.

Tampoco faltó para el presidente la visita al acérrimo defensor del tirano Maduro y “presidente” de Bolivia, Evo Morales. Pero parece que a Sánchez no le pareció suficiente visitar a alguien a quien debería repudiar, sino que además firmó con él un acuerdo en el que España aporta 14.000 millones de dólares. Miles de millones de dólares que pasarán por las manos de un mandatario cobarde y denunciado por corrupción en numerosas ocasiones. Como siempre, en España, Sánchez se quejaría indignado del mal uso del dinero “de todos”, pero al estar en un país más lejano, el presidente deja más banda ancha y se da el lujo de cambiar de valores.

No importa si lo que se dice es verdad o no. Son muchos los que siguen la máxima de Goebbels: “Repite una mentira muchas veces y se convertirá en verdad”. El señor Sánchez, al igual que su partido, el Partido Socialista Obrero Español, juega a engañar a la masa y a tomar medidas que, debido a los dogmas y prejuicios que los ciudadanos han aprendido durante décadas, suenan bien a los votantes pero tienen funestas consecuencias sobre ellos. Un presidente debe ser alguien honesto y con principios. Al pedir diálogo en Venezuela y apoyar a uno de sus máximos defensores, el presidente Pedro Sánchez Castejón deja claro cuáles son los suyos: las encuestas. O lo que es lo mismo, no tiene principios. Para él, solo importa el poder, a costa de lo que sea, igual que para sus semejantes en Latinoamérica.


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