El presidente del gobierno de España (o así se hace llamar), Pedro Sánchez, ha visitado en estos últimos días Cuba. Las críticas han venido rápido, pero han sido insuficientes. Algunos personajes públicos fueron muy críticos, determinados titulares de periódicos empeoraban su imagen… pero, en definitiva, no ha habido una reacción demasiado impactante, para suerte del doctor Sánchez y desgracia de los demás.

Llámenme loco, pero hace más de 30 años que ningún mandatario español viajaba a Cuba para reunirse con el dictador de turno. Ni siquiera Zapatero llegó a tal nivel. Eran de esperar, tal vez, críticas más feroces hacia la deriva ultra del presidente no votado o, al menos, críticas desde su propio partido, pero nada. Evidentemente, la oposición ha aprovechado, con razón, para echarle en cara su osadía, pero el egocéntrico inquilino de La Moncloa no escucha a nadie más que a Pablo Iglesias y demás socios de gobierno, entre ellos a los herederos políticos de la banda terrorista ETA, que asesinó a más de 800 personas.

Como dije en un artículo reciente en este mismo diario, el señor Sánchez se asemeja mucho a ciertos políticos latinoamericanos. No a Sebastián Piñera, no. Es a Evo Morales, a Correa y, por lo visto, a Díaz Canel, sucesor de Raúl Castro, hermano del “eterno” dictador de Cuba Fidel Castro, a quienes el autoritario español decide imitar. Ya intentó saltarse al Senado español, sin éxito. Pero que su objetivo no haya conseguido salir adelante no significa que no pueda tomar otras medidas. Hace poco más de un mes, Sánchez y su número dos, la vicepresidente del gobierno de España, Carmen Calvo, dieron a conocer su propósito de regular la libertad de prensa luego de que salió a la luz, gracias al periódico ABC, que el señor había plagiado su tesis doctoral, probablemente con un plan para hacerse con el control de su partido político.

No entiendo cómo hay gente que no se escandaliza con las acciones de Sánchez. Hará dos semanas desde que un periodista preguntó por sus repentinos cambios de opinión sobre los políticos presos independentistas antes y después de convertirse en mandatario gracias a sus votos. De acuerdo con la también ministro de Igualdad, Pedro Sánchez es ahora presidente del gobierno, actúa desde una posición institucional y, por tanto, es justificable un radical cambio de opinión. Si antes se comprometía a defender el Estado de Derecho, ahora juega con la idea de indultar a los presos corruptos gracias a los cuales está donde está. ¿Es que alguien considera todavía que la palabra del señor Sánchez vale algo? A estas alturas, si algo debería quedar claro es que él es una persona sin principios, capaz de venderse a sí mismo y a su país, que ha jurado defender, a cambio de sentarse un poco más en un coche oficial, volar en el avión presidencial y, en definitiva, ejercer el poder que de tan sucia manera le ha sido otorgado.

Verán, Pedro Sánchez se reúne en Cuba con los gobernantes autoritarios y no con los defensores de la libertad porque él es de los primeros.


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