“Patria est ubicumque est bene”

Cicero1

Es práctica usual y consuetudinaria de las dictaduras y regímenes totalitarios, aunque tampoco exclusiva de estos, dado que aquellos que se autodenominan demócratas también lo hacen, la manipulación de las ideas, conceptos y el alcance de las instituciones sociales, ello con no otra intención de llevar adelante sus tropelías y desmanes mediante los cuales se sustentan en el poder oprimiendo a los miembros de la sociedad. Uno de los más palpables ejemplos es ver cómo la estratagema de lenguaje populista es utilizado por prácticamente la totalidad de grupos y toldas políticas independientemente de su ideología, más que para captar adeptos, que lamentablemente siempre los habrá, para intentar racionalizar y justificar su proceder, lo que casi todas las veces ocurre mediante eufemismos, falacias y sesgos cognitivos, o dicho más sencillo, mediante mentiras y engaños.

En la tarea de la manipulación de las ideas, las tiranías, a las que yo prefiero referirme como sistemas tiránicos, es usual observar cómo son pervertidas y desviadas de su natural finalidad tales ideas y conceptos que pudiéramos considerar conocidos en su contexto y alcance, resultando en muchos casos su aplicación absolutamente opuesta; muestras de ello son aquellos regímenes que apelando a la paz justifican la violenta opresión, violencia tanto como vis física como vis compulsiva, pues la idea de paz de estos regímenes suele ser entendida e impuesta como la sumisión del pueblo en general y no solo de quienes disienten y se resisten a la opresión. Igual ocurre y ha ocurrido con conceptos como los de resiliencia y convivencia, que se imponen como formas de resignación y aceptación de las imposturas del absolutismo; conceptos como seguridad, seguridad jurídica y seguridad de Estado pierden toda conexión con su telos.

Conceptos como el de Estado de Derecho, bien común e interés general, pueblo y, en especial, el de soberanía popular, resultan pervertidos en su alcance y contenido; incluso, nociones que muchas sociedades deberían ya haberlas adoptado en su fibra social resultan, totalmente degeneradas, como lo son la idea de democracia, de Constitución y, más recientemente, la de poder constituyente, pasando todas ellas a ser instrumentos de los sistemas tiránicos, lo que muchas veces inicia mediante la manipulación y destrucción del lenguaje, que en el caso específico venezolano ha sido con detalle estudiado como la “neolengua del poder”2.

Suelen estos regímenes, en su pervertida labor de mutar las ideas e instituciones a su favor, iniciar con pretendidas sencillas intervenciones, pero no por ello poco tímidas, ni mucho menos insidiosas. A modo de ilustración, podemos observar desde la supuesta procura de un lenguaje inclusivo en el “igualamiento de géneros”, resulta la deformación de la lengua con barbarismos tales como el de “estudiantas”, entre muchos otros barbarismos, y no solo en la lengua, hasta otras desviaciones tanto de forma como decontenido. Baste observar la reciente Resolución del Ministerio de Educación que dicta las “Normas que direccionalizan los elementos centrales de la conceptualización y política para la atención educativa integral de las personas con necesidades educativas especiales y/o con discapacidad”3.

Si existe alguna expresión que a lo largo de las últimas dos décadas en países latinoamericanos, muy particularmente en Venezuela, infinitas veces utilizadas por los actores políticos, principalmente por quienes ejercen el poder, es la de “patria”, así como de todas aquellas derivadas y relacionadas; desde el “amor a la patria”, el ser “patriota”, ejecutar “actos patrióticos”, “hijos de la patria”, “padre de la patria”, la “patria grande”, ser “apátrida” como descalificativo cuando en realidad es una grave afectación, la elevación del “sentimiento patriótico”, la “patria socialista… o muerte” y, más recientemente, el enjuiciamiento por delitos de “traición a la patria”.

Ante tal proliferación del uso de la idea de “patria”, que pudiera resultar muchas veces en su prostitución, por su utilización con fines despóticos, cabe preguntarnos: ¿Sabemos lo que en realidad es la patria y el ser patriota? ¿Entendemos el alcance de la gravosa condición de ser apátrida y sus efectos materiales?, ¿debe un verdadero patriota obediencia ciega a quienes ejercen el poder público, especialmente siendo ilegítimos?

Para abordar tan intrincado y en nada fácil asunto, más que recordar, debe advertirse que desde los propios inicios de la humanidad, estos han sido temas sobre los cuales mucho se ha estudiado y reflexionado, y cada cierto tiempo se reviven y renuevan las ideas y consideraciones sobre su contenido y alcance, e igual número de veces han surgido nuevos modos de manipularla y usarla como instrumento a favor de florecientes dictaduras y demás sistemas despóticos. Desde los clásicos griegos, pasando por la recuperación de la patria romana por parte de Cicerón al enfrentar la conjura de Catilina, hasta tiempos más recientes y no menos abominables como la perversa idea de patria del nacionalsocialismo alemány, en nuestro contexto venezolano, bien sea en la época independentista,, el famoso “Vuelta a la patria” de Pérez Bonalde, o la más reciente muestra de exacerbado chovinismo de “…pero tenemos patria…”, observamos y hemos padecido como la acomodaticia interpretación de esa idea que de por sí es tan abstracta, ha servido de justificativo para graves desmanes así como herramienta de opresión contra la legítima resistencia constitucional.

Bastante puede escribirse y se ha escrito sobre la idea de patria, especialmente si se hace desde la historia o la filosofía política, mucho más en los aciagos momentos que aquejan la “legítima patria” venezolana y no la calumnia que pretende imponerse, pero resistiendo la tentación nos referiremos, por ahora, al tratamiento de dos vocablos escasamente utilizados el de “patrioterismo”y el de “patriotaje”.

Sobre el primero, “patrioterismo”, hallamos esa locución en las memorias del interesante pero no menos controversial Ernesto Sábato en “Antes del fin”, al referirse sobre su educación en la Argentina de su niñez, escuchando con devoción la vida de sus próceres, izando la bandera y entonando el Himno Nacional, decía:

“Así aprendimos a amar a la patria, con un nombre sentimiento que congrega, porque quien ama verdaderamente a su patria, comprende y respeta a las demás; a la inversa del patrioterismo, que es bajo y mezquino, presuntuoso, plagado de la vanidad que nos aleja y nos hace odiar. Lo que ocurre con tantas potencias que se consideran superiores por el solo hecho de dominar a las demás naciones”.

Sin intención de polemizar sobre Sábato y su obra, meridiano es observar que el uso que hace del vocablo “patrioterismo”, resulta de su personal apreciación respecto de aquellas “patrias” ajenas y que piensa que de alguna manera intentan tener injerencia en la suya, la cual cree y siente a su vez paradójicamente superior; creencias éstas que como actualmente ocurre, pudieran ser resultado de manipulaciones como las que hemos referido, incluso evidentes muestras del más evidente chovinismo como el de aquellos que afirman no solo tener patria, sino de afirmar sin vergüenza alguna que es una “patria potencia”, cuando materialmente el pueblo que la habita posee las condiciones de vida más paupérrimas, no solo de la región, sino de su propia historia, sin alimentos, sin medicinas, sin educación, sin justicia, sin seguridad, más sin embargo… con patria, o al menos eso quiere o le obligan a creer.

Ese sentimiento de patrioterismo del otro, que por lo general surge sin mayores críticas hacia lo interno, de la conciencia de la pauperización de la propia patria, además de partir de una soez falacia de petición de principio, constituye casi siempre, y en la Latinoamérica de las últimas décadas tenemos evidentes casos, territorio fértil para el populismo, ello ante la proliferación de mentes eriales a los que manipuladamente se les ha fijado la idea de que ante las míseras condiciones de vida a las que se les ha llevado, es necesario un mesías, un nuevo padre de la patria, surgiendo así prácticas populistas, entre ellas la que pudiéramos referir como “patriotaje” que no es más que utilizar la idea perversa de patria como instrumento de la tiranía en su tarea de implementar nuevas clases de esclavitudes y servidumbres, como así lo cristaliza el llamado “socialismo del siglo XXI”.

Si bien el tratamiento del sufijo “aje” en la locución “patria” no es común y tampoco es de exclusivo uso despectivo; como en personaje, villanaje y vecinaje; la profesora María Josefina Tejera en “La derivación mixta en el español de Venezuela”, destaja algunos casos de su utilización que perfectamente pudieran ilustrar de menor manera la impostura de país que se pretende imponerse con esa práctica del “patriotaje”, pues se parecen, fonéticamente, por la utilización de dicho sufijo a los ejemplos de “pipiolaje”, “perraje”, “muerganaje”, “politicaje”, “bandidaje” o “malandraje”.

La patria no es soloun espacio geográfico donde se vive y una sociedad a la que se pertenece, es se vive bien y dignamente, donde le sean respetados y garantizados los más esenciales derechos como la vida, la libertad y la propiedad, sin los cuales no puede haber patria.

Afirmaba Cicerón: “Patria estubicumque est bene”, en nuestra lengua “La patria está en cualquier parte en la que se esté bien”, y nos preguntamos ¿En Venezuela, estamos bien…? ¿Tenemos patria? ¿Dónde está? Es hora de recuperarla de sus captores.  

Es práctica usual y consuetudinaria de las dictaduras y regímenes totalitarios, aunque tampoco exclusiva de estos, dado que aquellos que se autodenominan demócratas también lo hacen, la manipulación de las ideas, conceptos y el alcance de las instituciones sociales, ello con no otra intención de llevar adelante sus tropelías y desmanes mediante los cuales se sustentan en el poder oprimiendo a los miembros de la sociedad. Uno de los más palpables ejemplos es ver cómo la estratagema de lenguaje populista es utilizado por prácticamente la totalidad de grupos y toldas políticas independientemente de su ideología, más que para captar adeptos, que lamentablemente siempre los habrá, para intentar racionalizar y justificar su proceder, lo que casi todas las veces ocurre mediante eufemismos, falacias y sesgos cognitivos, o dicho más sencillo, mediante mentiras y engaños.

En la tarea de la manipulación de las ideas, las tiranías, a las que yo prefiero referirme como sistemas tiránicos, es usual observar cómo son pervertidas y desviadas de su natural finalidad tales ideas y conceptos que pudiéramos considerar conocidos en su contexto y alcance, resultando en muchos casos su aplicación absolutamente opuesta; muestras de ello son aquellos regímenes que apelando a la paz justifican la violenta opresión, violencia tanto como vis física como vis compulsiva, pues la idea de paz de estos regímenes suele ser entendida e impuesta como la sumisión del pueblo en general y no solo de quienes disienten y se resisten a la opresión. Igual ocurre y ha ocurrido con conceptos como los de resiliencia y convivencia, que se imponen como formas de resignación y aceptación de las imposturas del absolutismo; conceptos como seguridad, seguridad jurídica y seguridad de Estado pierden toda conexión con su telos.

Conceptos como el de Estado de Derecho, bien común e interés general, pueblo y, en especial, el de soberanía popular, resultan pervertidos en su alcance y contenido; incluso, nociones que muchas sociedades deberían ya haberlas adoptado en su fibra social resultan, totalmente degeneradas, como lo son la idea de democracia, de Constitución y, más recientemente, la de poder constituyente, pasando todas ellas a ser instrumentos de los sistemas tiránicos, lo que muchas veces inicia mediante la manipulación y destrucción del lenguaje, que en el caso específico venezolano ha sido con detalle estudiado como la “neolengua del poder”[1].

Suelen estos regímenes, en su pervertida labor de mutar las ideas e instituciones a su favor, iniciar con pretendidas sencillas intervenciones, pero no por ello poco tímidas, ni mucho menos insidiosas. A modo de ilustración, podemos observar desde la supuesta procura de un lenguaje inclusivo en el “igualamiento de géneros”, resulta la deformación de la lengua con barbarismos tales como el de “estudiantas”, entre muchos otros barbarismos, y no solo en la lengua, hasta otras desviaciones tanto de forma como decontenido. Baste observar la reciente Resolución del Ministerio de Educación que dicta las “Normas que direccionalizan los elementos centrales de la conceptualización y política para la atención educativa integral de las personas con necesidades educativas especiales y/o con discapacidad”[2].

Si existe alguna expresión que a lo largo de las últimas dos décadas en países latinoamericanos, muy particularmente en Venezuela, infinitas veces utilizadas por los actores políticos, principalmente por quienes ejercen el poder, es la de “patria”, así como de todas aquellas derivadas y relacionadas; desde el “amor a la patria”, el ser “patriota”, ejecutar “actos patrióticos”, “hijos de la patria”, “padre de la patria”, la “patria grande”, ser “apátrida” como descalificativo cuando en realidad es una grave afectación, la elevación del “sentimiento patriótico”, la “patria socialista… o muerte” y, más recientemente, el enjuiciamiento por delitos de “traición a la patria”.

Ante tal proliferación del uso de la idea de “patria”, que pudiera resultar muchas veces en su prostitución, por su utilización con fines despóticos, cabe preguntarnos: ¿Sabemos lo que en realidad es la patria y el ser patriota? ¿Entendemos el alcance de la gravosa condición de ser apátrida y sus efectos materiales?, ¿debe un verdadero patriota obediencia ciega a quienes ejercen el poder público, especialmente siendo ilegítimos?

Para abordar tan intrincado y en nada fácil asunto, más que recordar, debe advertirse que desde los propios inicios de la humanidad, estos han sido temas sobre los cuales mucho se ha estudiado y reflexionado, y cada cierto tiempo se reviven y renuevan las ideas y consideraciones sobre su contenido y alcance, e igual número de veces han surgido nuevos modos de manipularla y usarla como instrumento a favor de florecientes dictaduras y demás sistemas despóticos. Desde los clásicos griegos, pasando por la recuperación de la patria romana por parte de Cicerón al enfrentar la conjura de Catilina, hasta tiempos más recientes y no menos abominables como la perversa idea de patria del nacionalsocialismo alemány, en nuestro contexto venezolano, bien sea en la época independentista,, el famoso “Vuelta a la patria” de Pérez Bonalde, o la más reciente muestra de exacerbado chovinismo de “…pero tenemos patria…”, observamos y hemos padecido como la acomodaticia interpretación de esa idea que de por sí es tan abstracta, ha servido de justificativo para graves desmanes así como herramienta de opresión contra la legítima resistencia constitucional.

Bastante puede escribirse y se ha escrito sobre la idea de patria, especialmente si se hace desde la historia o la filosofía política, mucho más en los aciagos momentos que aquejan la “legítima patria” venezolana y no la calumnia que pretende imponerse, pero resistiendo la tentación nos referiremos, por ahora, al tratamiento de dos vocablos escasamente utilizados el de “patrioterismo”y el de “patriotaje”.

Sobre el primero, “patrioterismo”, hallamos esa locución en las memorias del interesante pero no menos controversial Ernesto Sábato en “Antes del fin”, al referirse sobre su educación en la Argentina de su niñez, escuchando con devoción la vida de sus próceres, izando la bandera y entonando el Himno Nacional, decía:

“Así aprendimos a amar a la patria, con un nombre sentimiento que congrega, porque quien ama verdaderamente a su patria, comprende y respeta a las demás; a la inversa del patrioterismo, que es bajo y mezquino, presuntuoso, plagado de la vanidad que nos aleja y nos hace odiar. Lo que ocurre con tantas potencias que se consideran superiores por el solo hecho de dominar a las demás naciones”.

Sin intención de polemizar sobre Sábato y su obra, meridiano es observar que el uso que hace del vocablo “patrioterismo”, resulta de su personal apreciación respecto de aquellas “patrias” ajenas y que piensa que de alguna manera intentan tener injerencia en la suya, la cual cree y siente a su vez paradójicamente superior; creencias éstas que como actualmente ocurre, pudieran ser resultado de manipulaciones como las que hemos referido, incluso evidentes muestras del más evidente chovinismo como el de aquellos que afirman no solo tener patria, sino de afirmar sin vergüenza alguna que es una “patria potencia”, cuando materialmente el pueblo que la habita posee las condiciones de vida más paupérrimas, no solo de la región, sino de su propia historia, sin alimentos, sin medicinas, sin educación, sin justicia, sin seguridad, más sin embargo… con patria, o al menos eso quiere o le obligan a creer.

Ese sentimiento de patrioterismo del otro, que por lo general surge sin mayores críticas hacia lo interno, de la conciencia de la pauperización de la propia patria, además de partir de una soez falacia de petición de principio, constituye casi siempre, y en la Latinoamérica de las últimas décadas tenemos evidentes casos, territorio fértil para el populismo, ello ante la proliferación de mentes eriales a los que manipuladamente se les ha fijado la idea de que ante las míseras condiciones de vida a las que se les ha llevado, es necesario un mesías, un nuevo padre de la patria, surgiendo así prácticas populistas, entre ellas la que pudiéramos referir como “patriotaje” que no es más que utilizar la idea perversa de patria como instrumento de la tiranía en su tarea de implementar nuevas clases de esclavitudes y servidumbres, como así lo cristaliza el llamado “socialismo del siglo XXI”.

Si bien el tratamiento del sufijo “aje” en la locución “patria” no es común y tampoco es de exclusivo uso despectivo; como en personaje, villanaje y vecinaje; la profesora María Josefina Tejera en “La derivación mixta en el español de Venezuela”, destaja algunos casos de su utilización que perfectamente pudieran ilustrar de menor manera la impostura de país que se pretende imponerse con esa práctica del “patriotaje”, pues se parecen, fonéticamente, por la utilización de dicho sufijo a los ejemplos de “pipiolaje”, “perraje”, “muerganaje”, “politicaje”, “bandidaje” o “malandraje”.

La patria no es soloun espacio geográfico donde se vive y una sociedad a la que se pertenece, es se vive bien y dignamente, donde le sean respetados y garantizados los más esenciales derechos como la vida, la libertad y la propiedad, sin los cuales no puede haber patria.

Afirmaba Cicerón: “Patria est ubicumque est bene”, en nuestra lengua “La patria está en cualquier parte en la que se esté bien”, y nos preguntamos ¿En Venezuela, estamos bien…? ¿Tenemos patria? ¿Dónde está? Es hora de recuperarla de sus captores.  

[1] Marco Tulio Cicerón en Cuestiones tusculanas.

[2] Canova G., Antonio; LeañezAristimuño, Carlos; Graterol Stefanelli; Herrera Orellana, Luis A.; y MatheusIdalgo, Marjuli. “La Neolengua del Poder en Venezuela”. Dominación política y destrucción de la democracia. Editorial Galipán. Caracas 2014. ISBN 978-980-7478-05-2.

[3] Gaceta Oficial N° 41221 correspondiente al 24/08/17.


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