Brasil, septiembre de 1996. Estamos en el aeropuerto de Río de Janeiro, nos disponemos a tomar un vuelo comercial regular de Varig, la línea aérea brasileña, en ruta Río de Janeiro-Caracas, con escala en Sao Paulo.

Soy un ingeniero especialista en materiales, que después de pasar unos días en Río de Janeiro, tras exponer unos trabajos técnicos en un congreso y acompañado de mi esposa, vamos de regreso a Venezuela.

Formamos un grupo de unas 15 a 20 personas, todos especialistas de filiales de Pdvsa, los cuales nos chequeamos y sin mayor inconveniente abordamos el avión. En esta primera etapa en ruta Río de Janeiro-Sao Paulo despegamos a la hora y todo se desenvuelve sin inconvenientes. Tras un vuelo normal, aterrizamos como está programado. Es una corta escala de pocos minutos en Sao Paulo, donde suben más pasajeros y se completa el avión y para este largo viaje debemos ir llenos de combustible.

Finalmente cierran la puerta y mientras se efectúa el carreteo para la cabecera de pista, las aeromozas como es normal y reglamentario, dan una charla de seguridad a la que casi nadie le presta atención. Ya preparándose para el despegue, las aeromozas toman asiento en los puestos cercanos a las salidas de emergencia, de cara a los pasajeros. Todo parece un vuelo de rutina.

Ya tomando pista, se desarrolla el acostumbrado proceso de tomar velocidad y rotar para levantar el avión. Los motores rugen haciendo el sonido característico de su máxima potencia. La aceleración nos pega a nuestros asientos.

Segundos después estamos volando y dejando tierra, subimos en ángulo no muy pronunciado, cuando de repente escucho un fuerte ruido en la parte trasera, enseguida percibo la desaceleración y la aeronave en segundos regresa a una posición de vuelo casi horizontal. Algo serio acaba de suceder.

Parece seguir en una posición estabilizada, no estoy seguro de si subimos, sigo oyendo el ruido de los motores, pero puedo ver las favelas por las ventanillas, casi como si estuvieran en la punta del ala; solo me viene a la mente un pensamiento… nos vamos a estrellar.

Hay algunos gritos; pero al contrario de lo que se ve en las películas, la reacción general de los pasajeros es de un silencio que presagia lo peor. Veo llorar a la aeromoza y pienso… hasta aquí llegué. Ella representa para mí la experiencia en el aire. Si ella llora era inminente que nos estrellaremos. Tomo la mano de mi esposa muy duro y recordando a mis hijos, se los encomiendo a Dios.

El avión sale de la zona poblada. El ruido no para, es muy fuerte y el avión vibra. Pasan unos 20 minutos hasta que se escucha al capitán hablar por los altavoces. Conciso, claro y corto. Nos dice tener problemas con un motor y que volaríamos en círculo a baja altura, para botar el combustible. Que todo estaba bajo control y él está siguiendo los procedimientos aplicables a estos casos. Noté más calma por la seguridad y control de la situación que él transmite.

Estamos volando sobre una misma zona de montañas bajas, a campo abierto, lo hacemos durante unos 50 minutos que nos parecen eternos. El capitán habla de nuevo para informar que iniciará el descenso. Durante todo ese interminable tiempo, nadie hablaba, ni se movía. Silencio sepulcral. Veo uno que otro que toma fotos, cual turistas, qué sangre fría.

 Tan pronto acelera para dirigirse al aeropuerto, la vibración y el ruido aumentan considerablemente. Siendo yo un hombre de materiales y metalurgia, trato de llevar la frecuencia de los sonidos repetitivos… taca-taca-taca, pero me es imposible. Vibraba más rápido de lo que yo podía contar.

Allí pienso que inevitablemente algún componente se debe estar agrietando. Ojalá y no se fracture, empeorando la situación. Tardamos unos 15-20 minutos en llegar al aeropuerto. Los pasajeros seguían aparentemente tranquilos, callados. La aeromoza ya no lloraba. Yo seguía rezando, pues sabía que el impacto con la pista sería un momento crucial.

Finalmente aterrizábamos, los bomberos en la pista indicaban que la situación era de verdadera y seria emergencia. El ruido y la vibración al máximo, temía que algo pudiera explotar y termináramos incendiándonos en la fase final.

Cuando el avión se detuvo, di gracias a Dios por haber vuelto a nacer.

Al llegar al hotel sentía temblar mis piernas, todavía no hablaba y mi esposa tampoco. En la habitación nos abrazamos y ella pudo descargar su llanto.

Dos colegas nos llamaron para vernos en el bar y tomarnos el mejor whisky de nuestras vidas.

Una vez en el bar, la mesonera muy atenta nos aclaró que Varig pagaría por el cuarto y las comidas, pero no por las bebidas. Mi amigo Alfredo le dijo, con la emoción de estar vivo: “Traiga una botella, que los billetes con que le voy a pagar podían estar quemados”.

Horas después supimos que el problema había sido causado por un pájaro que entró en el motor de cola. El impacto ha debido causar daño en los álabes y lo desbalanceó, ocasionando el ruido y la fuerte vibración. Pienso que pudo haber sido un zamuro, porque cerca de ese aeropuerto hay botaderos de basura. Sao Paulo es conocido por ese riesgo. Una semana después caería allí mismo un avión por ese mismo problema. Nosotros nos habíamos salvado y estábamos vivos para contarlo.

Esta historia real de un viejo amigo me sirve para ratificar algunos aspectos de seguridad que mucha gente desconoce y debe tener en cuenta durante emergencias en vuelo, pues de que esto se efectúe y con la rapidez que lo haga, puede depender, en algunos casos, poder sobrevivir.

1.- ¿Por qué los aviones no pueden aterrizar con la misma cantidad de combustible con la que despegan? 

Normalmente en las aeronaves el máximo peso de despegue es superior al máximo peso de aterrizaje. Esto se debe a una limitación estructural o resistencia al impacto producido sobre el tren de aterrizaje. Por esto, cuando la falla se produce en el despegue y hay que aterrizar, se debe primero eliminar el peso excedente botando combustible, para evitar daños a la estructura de la aeronave. Esto se conoce como “fuel dumping” y debe ser hecha a más o menos una altura de 5.000ft sobre el terreno para que el combustible se evapore antes de llegar al suelo. En caso de emergencia extrema la tripulación está autorizada para aterrizar de inmediato obviando esta medida de precaución. Por tanto, si usted inmediatamente después del despegue observa que el avión regresa o escucha instrucciones para aterrizar, es una emergencia extrema. Recline su espalda, coloque la cabeza sobre sus rodillas y prepárese para lo peor.

2.- ¿Por qué es importante el uso de las mascarillas y la rapidez con la que uno se la ponga a la hora de una despresurización?

Normalmente la altura en la que vuelan las líneas aéreas comerciales, durante una emergencia de despresurización, apartando otras consideraciones por la succión que se puede producir, usted tiene no más de un minuto para colocarse la mascarilla de oxígeno antes de que, sufriendo de hipoxia, se desmaye. Acuérdese de que en ese mismo momento la tripulación deberá hacer un descenso de emergencia y esto pondrá el avión en una actitud nariz abajo bastante inclinada.

3. -¿Por qué durante la fase de despegue o aterrizaje los tripulantes o sobrecargos solicitan a los pasajeros mantener las ventanillas totalmente abiertas?

Como parte de las normas del manejo de emergencias, las ventanillas deben mantenerse abiertas para que, en caso de accidente, durante las fases más críticas del vuelo como son el despegue y el aterrizaje, el personal de rescate o bomberos puedan ver lo que sucede adentro, para que en caso de personas inconscientes o de tener que abrir un boquete de emergencia, no lastimen a alguien. E igualmente para que desde adentro el personal de cabina pueda ver lo que sucede afuera y reportar alguna anormalidad.

4.- ¿Por qué en las salidas de emergencia solo sientan adultos?

Esto es lógico; durante una emergencia, esas salidas deben ser abiertas rápidamente por quienes están sentados más cerca de ellas, personas adultas, sin incapacidades, que a la hora de una emergencia sean capaces de abrirlas sin mayor dificultad. Usted será debidamente advertido de ello y puede incluso pedir ser cambiado de puesto si no se siente seguro de poder hacerlo.

Igualmente, otra solicitud frecuente es plegar las mesas, enderezar el respaldar y mantener nuestros objetos personales debajo de los asientos, todo esto es siguiendo normas de seguridad, con la finalidad de facilitar el desplazamiento y la movilidad durante una evacuación, en caso de emergencia.

Otra norma de seguridad es sentar siempre a cada niño al lado de un adulto, porque si hay que hacer uso de las mascarillas de oxígeno, el adulto pueda ocuparse de ayudar al menor a ponérsela.

5.- ¿Por qué se atenúan las luces durante los aterrizajes y despegues en horas nocturnas?

Como parte de las normas de seguridad, para que en caso de emergencias nuestros ojos, así como los del personal de cabina, puedan adaptarse rápidamente a la oscuridad.

6.- ¿Por qué es importante el chaleco salvavidas?

Si a usted le toca amarizar y no tiene un chaleco salvavidas puesto, las posibilidades físicas de mantenerse a flote y sobrevivir son remotas. No abandone el avión sin el chaleco, así sea en la mano; pero recuerde, no debe inflarlo dentro de la aeronave, esto le resta movilidad y dificulta el desplazamiento. Una vez fuera del avión, quítese los zapatos y lo que pueda de ropa, esto le ayudará a nadar mejor.

7.- ¿Por qué es importante mantener abrochado el cinturón durante el vuelo?

Durante el vuelo y en el momento menos esperado puede encontrarse turbulencia que podría causar graves lesiones. Usted no necesita tenerlo muy ajustado, pero sí le recomiendo tenerlo abrochado mientras esté sentado.

Es importante acatar esto y tener presentes las medidas de seguridad. Pero para su tranquilidad, es más la gente que fallece en accidentes de tránsito que en accidentes de aviación.


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