Cuando una sociedad es puesta, más que bajo la presión, bajo la prisión de subsistir buscando la satisfacción de necesidades primarias de alimentación, seguridad y salud, los dominadores que mantienen el status quo, es decir el orden de las cosas dentro de dicha sociedad, logran controlar el poder de una manera indefinida. Así el pueblo al que dominan queda expuesto a una lucha desigual contra sus captores; que por su intrínseca condición criminal hacen uso de cualesquiera recursos (represión, drogas y dinero del narcotráfico, corrupción, además de otros factores alienantes) para asegurarse su sostenimiento en dicho poder de por vida. La subyugación a la que se han podido someter a diferentes pueblos, en diferentes latitudes, en diferentes épocas de la historia, se basan también muchas veces en capturar la mente de los seres para adoctrinarlos, y resignarlos, con su supuesta merecida esclavitud.

Con la democracia partidista se logró combatir tal ausencia de libertad, de justicia, y por tanto de democracia. En etapas modernas del siglo XVIII, con la Revolución francesa, y sus partidos sentados a la izquierda y a la derecha del hemiciclo parlamentario, se debatieron muchos aspectos de los derechos del hombre que serían de consenso en cualquier país civilizado del planeta. En aquel tiempo estuvo presente nuestro antepasado de mayor orgullo libertario mundial: Sebastián Francisco de Miranda y Rodríguez.

Lo que es insólito hoy, y es especialmente aplicable al actual caso venezolano, pero también a cualquier otro caso que pudiera aparecer como podría ser el futuro de Colombia, por ejemplo, es que dentro de los continentes americano y europeo, y después de la experiencia de superación de la Segunda Guerra con establecimiento de un nuevo orden mundial, y luego con la ocurrencia del desplome del comunismo soviético, se siga permitiendo el ascenso al poder desde la democracia de partidos antisistémicos y con contralores esenciales al ser humano. Un nuevo orden internacional, que bien podríamos llamar de la libertad euroamericana, no puede permitir la continuación de la violación de los principios fundamentales de la convivencia democrática, y por tanto de los derechos humanos, en países que como en Venezuela, donde se ha instaurado un orden tiránico, desde dentro de la democracia, por delincuentes convictos y confesos, destruyendo sus instituciones y acabando con la libertad, la salud y la propia vida de decenas de miles de personas.

De lo anterior, podemos aseverar que los nuevos partidos políticos de los diferentes países, más allá de las premisas de agrupamiento en internacionales como la socialdemócrata, socialcristiana, liberal o, neoliberal, y de los importantes mecanismos formales institucionales como parlamentos y organizaciones regionales, deben unirse por su práctica diaria, y su aporte a la formación política internacional democrática de sus militantes, como verdaderos garantes de lo fundamental de un nuevo modo de cooperación internacional que propongo sea  renovado como un compromiso político internacional ¡aún mas preciso! entre las sociedades libres de nuestros continentes, y sus organizaciones partidistas, dentro de las normales variantes de interpretación ideológica de instituciones derivadas del aprendizaje existencial. La actual Sociedad del Conocimiento, el Estado, el Mercado y la Libertad, deben ser asumidas como instituciones consensuales por todos los partidos democráticos del mundo, para proteger a sus ciudadanos del ejercicio criminal del poder con el establecimiento de regímenes dictatoriales. Ya no debe ser solo reaccionar con tibieza ante atropellos por parte de gobernantes que abandonen la senda democrática, como lo ha hecho flagrantemente Maduro en Venezuela, sino evitar, por los medios de la razón y la fuerza internacional, el que puedan cometerse tales desmanes. Que haya efectividad en la aplicación de sanciones efectivas (en tiempo oportuno). Más que sanciones a futuro se trata de acciones inmediatas que detengan la violación de los derechos humanos, de manera humanitariamente ejemplarizante. Luego estará bien continuar investigaciones y sanciones a consecuencia de más investigación y hechos descubiertos; pero es preciso evitar, reitero, se cometan dichas violaciones de manera flagrante y continuada, como hemos dicho ha ocurrido en Venezuela.

Para ello los partidos políticos del mundo democrático deberán asumir una posición más clara y definida con relación al respeto y soporte a estos principios, en cualquier lugar del planeta donde aspiren llegar al poder, para el ejercicio de su deber y su derecho de actuar en política, nacional e internacional, de manera legítima.

Una conclusión que nos ha arrojado la experiencia dolorosa de los pueblos es que respetar su soberanía no significa presenciar, hoy más que nunca y en lo adelante, la violación de sus derechos a la libertad, la justicia y por tanto a la democracia de sus ciudadanos, mientras el mundo, de manera pasiva, hace un ejercicio demagógico de retórica diplomática o parlamentaria; mientras miles de vidas de niños, mujeres, ancianas, madres, jóvenes son pisoteadas y aniquiladas por delincuentes de lesa humanidad que, con gran desparpajo y malignidad, manipulan las leyes de sus países para actuar a la sombra de la corrupción, destruir su economía, manipular la impunidad internacional, y ejercer el control ilegítimo de la fuerza, provocando catástrofes humanitarias de desplazamientos humanos, con cientos de miles de refugiados, asilados, u otros modos de sobrevivencia, de sociedades enteras.

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