“Está planteada la reconstrucción de la unidad de la alternativa democrática de la fuerza del cambio…” (Frase recogida del documento marco del Coloquio del mismo nombre organizado por Venamérica. Miami, 7 de noviembre de 2017).

A través de nuestra formación como nación venezolana hemos atravesado grandes desafíos para lograr una identidad nacional propia. Las etapas de: colonización, lucha patriótica por la independencia, y la conformación de una República cobraron las vidas de cientos de miles de venezolanos,  en busca de la libertad y la justicia. Dos universales paradigmas de ello son los ejemplos de Francisco de Miranda, quien fallece en prisión enemiga hace dos siglos, un 14 de julio de 1816, y del Libertador Simón Bolívar un 17 de diciembre de 1830. Ambos incomprendidos y acechados por las ambiciones de poderes regionales, frente a su grandeza visionaria de una Gran Colombia unida.

Tal proceso de nacimiento republicano en Venezuela nos dejó algo como Cien años de soledad, con dictaduras impuestas por caudillos militares, desde aquel aproximadamente primer tercio del siglo XIX hasta la muerte, en 1935, del dictador Gómez en el primer tercio del siglo XX. Este, a diferencia de lo ocurrido en Colombia, logró erradicar los partidos Conservador y Liberal de nuestro territorio, y con la llegada de la era petrolera y urbana a Venezuela, en la segunda década del siglo XX, se estableció una nueva conciencia de unidad nacional y el surgimiento de una conexión con el pensamiento político del momento: capitalismo o comunismo; como dilemática escogencia por la que pasó, de buena fe, nuestra juventud universitaria.

Todo aquello nos colocó en una situación difícil para el nacimiento de la república democrática en Venezuela. Con el intento del trienio 1945-1948 de la llamada Revolución de octubre, el, ya transformado en partidos, movimiento de la generación del 1928, hacía su debut en el manejo del poder del Estado, con Rómulo Betancourt a la cabeza. Luego se reinstaló el militarismo por una década más, hasta el 1958, cuando gracias al responsable Pacto de Puntofijo, del liderazgo democrático de entonces, realmente se pudo iniciar formalmente el surgimiento de la etapa democrática de este país.

Se ha dicho que Venezuela con Gómez llegó tarde al inicio del siglo XX. Ahora, con la dictadura castrocomunista instaurada por la alianza Fidel Castro-Hugo Chávez, y continuada por su designado Nicolás Maduro, hemos entrado también tarde al siglo XXI. Sin embargo, así como la generación del 1928 inició sus esfuerzos por derrocar la dictadura, e instaurar la democracia, y hubo de aprender a construir organizaciones partidistas eficaces como precursoras del advenimiento de nuestra democracia, hasta establecerla, ya pasada la primera mitad del siglo XX;  así nuestras generaciones democráticas de hoy, haciendo honor al valor y al honor de nuestros mayores, habremos de aprender a superar las dificultades y traiciones, para reconstruir nuestro tan ultrajado legado libertario y democrático, por la actual ignominia traidora del narcorrégimen y sus adláteres.

De nuestra Constitución de 1961, como la de más larga duración y eficacia política, durante cuatro décadas de esfuerzo democratizador, a la de 1999, después de sumar veintisiete constituciones, habremos de revisar todo nuestro sistema político venezolano, los partidos políticos y la sociedad civil. Pero para ello, o precisamente por la tragedia que hoy nos acontece, tal empresa demanda un magno esfuerzo patriótico para alcanzar la clarificación de la unidad de propósitos, el establecimiento de la organización necesaria para alcanzar tales fines,  junto a la suma de recursos y voluntades que nos lleven a la victoria de la libertad, la justicia y la restauración, con modernización, de nuestra democracia venezolana.

Toda organización política que se propone el objetivo de alcanzar el poder debe partir de una tesis y de un programa de acción. Sin embargo, en estos tiempos nuestro objetivo común es liberar a la patria de la dictadura. Por ello requerimos con urgencia un acuerdo de transición y fusionamiento temporal de todos los partidos leales a la libertad, la justicia y la democracia, en una organización patriótica de liberación nacional ad hoc. Honremos el compromiso histórico de alcanzar la victoria. Luego vendrá la oportunidad de competir entre nosotros por la preferencia electoral del pueblo en el marco de una Venezuela liberada y para producir la competitividad democrática y la alternancia propia de nuestro sistema democrático requerido. 

Unámonos para cumplir la tarea, o la dictadura castrocomunista seguirá humillando nuestro legado histórico, manteniendo el presente de represión  y opresión, y el sufrimiento de nuestro pueblo venezolano, secuestrado por la alianza dictatorial castrista-cubana con el militarismo aberrado y aberrante actual.        

“No es tiempo de protagonismos y glorias personales o grupales –ni en los partidos ni en la sociedad civil–, es hora del pueblo unido y organizado en lucha por su libertad y democracia”. (Idem, del documento señalado al inicio).

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