En la arena política todo evento es utilizable para el análisis y diseño de estrategias, curiosamente en el contexto de un país donde el régimen prepara por una parte un megafraude a la vista de todos, ante una población hambrienta y exhausta, y por otra quienes pudieran ser la opción de cambio asisten confrontados, divididos como jamás ante el candidato presidente que no esconde sus ínfulas de dictador.

Por tanto, a pocos días de las elecciones presidenciales, se puede constatar en el curso de la campaña oficialista el incremento de un verbo delirante manifestado en la evasión de la realidad al vociferar que la diáspora venezolana es inducida por agentes extranjeros, igualmente la inflación y todo género de disparates, que avizoran su objetivo a partir del 21-M y es convertir al país en un gueto donde solo tendrán derechos no solo los portadores del carnet de la patria, sino aquellos a quienes se les compruebe la fidelidad al régimen.

Igualmente, la próxima fecha dominical será propicia para que el universo opositor –que integran la MUD, el Frente Amplio, los sindicatos, los empresarios, la Iglesia, los jóvenes, organizaciones no gubernamentales– aprenda la lección y se aproxime a una estrategia común ante un nuevo mandato presidencial fraudulento, que permita corregir el actual desmadre generado por un liderazgo desprestigiado incapaz de presentarle a un pueblo incrédulo una agenda factible de retorno a la democracia.

Esta encomienda recae sobre todo en la MUD, que luego del referéndum del 16 de julio de 2017 ha desarticulado, producto de sus prácticas oportunistas electoreras, toda credibilidad popular al afrontar todos los lances electorales del segundo semestre del año pasado y lo que va de 2018 en una retirada vergonzante de sálvese quien pueda, abandonando el talante y el sacrificio humano expresado en los últimos tiempos, desde 2014 hasta el presente.

Esta cruenta realidad no propone la hoguera al liderazgo opositor, por el contrario, ante la pifia anunciada a nivel global el 20-M, ¿habrá la suficiente sindéresis de asumir la posibilidad más allá de las distancias y diferencias personales, de comprender que no es el momento de calculadas aventuras personales, y abordar la urgente unidad nacional como única condición para derrotar la dictadura?

Cuyos mentores tienen muy bien calculados sus pasos, el acto bufo del 20-M no es un hecho aislado, forma parte de una operación bien fraguada por el castrismo y el nuevo zar de las Rusias, al autoelegir el 30 de julio de 2017 la travesti montonera del PSUV, trastocada en ese circo llamado ANC, cuyas decisiones nulas de toda nulidad y por tanto inconstitucionales contienen el tufo estalinista por los cuatro costados.

Esta situación crucial ha desatado la alarma reconocida en la comunidad internacional, quien no ha escatimado esfuerzos en solicitar la suspensión del acto fraudulento electoral presidencial y el desconocimiento de sus resultados, teniendo como respuesta su única idea de campaña: el “llueve, truene o relampaguee” madurista, quien demuestra en medio de la esquizofrenia, su decisión de sacrificar al país en función de mantener el poder, lo que determina una nueva etapa de lucha desde el próximo 21-M para los venezolanos deseosos de reconquistar la libertad y la democracia.


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