Tal vez no hay palabra más pronunciada por Maduro que la “paz”. El otro día conté 10 veces durante una de sus peroratas, y así, cada vez que se “encadena” la repite incesantemente, sin saber, quizá, cuál es su verdadero significado ni sus implicaciones en la realidad actual venezolana, y mucho menos las reglas, políticas, actitudes y conductas conducentes a la paz. Asimismo, numerosos acólitos, como caja de resonancia.

La polemología estudia la paz, la guerra y los conflictos, trilogía inseparable de la vida de las sociedades como lo muestra una serie de eventos desconcertantes: las dos guerras mundiales del pasado siglo XX y la agitación incesante que siguió mostraron la insuficiencia de las ciencias humanas en este punto capital, por lo cual se hacen esfuerzos para dilucidar estos extraños comportamientos y por aplicar a su estudio métodos científicos.

Según la célebre expresión de Spinoza, todo aquello que vive tiende “a perseverar en su ser”; dicho de otra manera, “la conducta biológica” de todas las especies, incluso las que comprenden el “reino social”, esto es el dominio de las ciencias humanas, está esencialmente condicionada por la preocupación de preservar su vida. Consciente o inconsciente, el instinto de conservación es el fundamental; quiero decir: todo aquello que vive tiene miedo.

Th .Ribot, en Psychologie des sentiments constató que el primer sentimiento manifestado por el recién nacido es el miedo, perceptible desde el segundo día después de nacer, lo que indica que el ser viviente se comporta, máxime cuando se trata del ser humano, como si estuviera rodeado de peligros, puesto que fuerzas y seres hostiles, cuya acción tiende a destruir la vida, a reducir sus dinámicas a la entropía y a disociar sus elementos constitutivos.

Un análisis de las mentalidades hace resaltar la existencia de un cierto número de categorías sociológicas, entre las cuales, las más importantes se vinculan con las relaciones de indiferencia, de colaboración o de conflictos entre grupos humanos, y se desprende, sobre todo, la categoría de “amigo y enemigo”, que emana de otra fundamental; es decir, lo “aterrador”, que está a un tiempo en la causa general de un gran número de nuestras actitudes y conductas, puesto que la vida humana, individual y colectiva, en la paz como en la guerra, es un tejido de miedos y de amenazas.

Para construir la paz duradera, bien que las sociedades oscilan entre la guerra y la paz, es preciso considerar, que tal vez está en el origen de nuestras desdichas, infortunios, y lamentablemente no se toman en cuenta como agenda para lograr la paz, lo siguiente: el hombre teme a las calamidades del ambiente que lo arropa y del cual depende su existencia: el clima, la intemperie, las estaciones, las tempestades, las inundaciones, la sequía, los sismos, las epidemias y los accidentes, entre otros.

Teme el agotamiento y destrucción de los recursos naturales de donde proviene su subsistencia. Para los cazadores primitivos la rarificación de las presas de cacería, en las economías más modernas, de agricultores e industriales, las enfermedades del ganado, la pérdida de las cosechas, lo obsoleto y arcaico, irracional, en la organización de la producción, la capacidad instalada no utilizada y destrucción del parque industrial a causa de políticas económicas desatinadas, de acoso ideológico a la iniciativa empresarial que impiden edificar un sistema productivo eficaz y competitivo; el atentado persistente a la propiedad privada arroja zozobras colectivas.

Existe aprehensión por las dificultades e inconvenientes derivadas de las enfermedades que afectan el funcionamiento de sus órganos, sus miembros, le causa sufrimientos, debilidades, los enferma definitivamente y mueren al no contar con la atención médica oportuna y eficiente, ni con los insumos y medicinas apropiados, ni la infraestructura adecuada para superar eventuales calamidades de salud, que provienen de pésima alimentación, medioambiente hostil y un desarrollo biológico deficiente por carencias en la etapa de formación corporal y mental.

Las primeras tentativas para comprender las enfermedades y sus misteriosas contingencias han contribuido también a la génesis de la categoría “amigo y enemigo”, pues el primer movimiento del espíritu humano, en este caso y en otros, es buscar un culpable como la causa directa de las dificultades, ya se trate de una acción física, golpes, heridas, o de una acción mágica, sortilegio, brujería, superstición, como es la usanza en muchos personajes políticos relevantes en nuestro acontecer cotidiano. A menudo se apela al espíritu de Chávez para alejar fantasmas y se insiste en una presunta “guerra económica” como fuente de las vicisitudes en la producción y distribución de las mercancías indispensables para satisfacer las necesidades sociales, cuando en realidad se trata de dificultosas condiciones de posibilidad del pretendido modelo socialista, cuya terca retórica y ejecución oscurece el panorama nacional y crea intranquilidad espiritual, acarrea enfermedades, es una guerra destructiva de la vida por otros medios.

Pienso que si se abordara con seriedad y claridad conceptual lo mencionado anteriormente se estaría construyendo la paz, que a la par requiere “coexistencia pacífica” entre los actores del sistema político, lo cual parece difícil en la actualidad, aunque no imposible.

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