Estas han sido las consecuencias de las políticas económicas del gobierno madurista. La catástrofe desarrollada en las materias de producción y consumo de alimentos ha demostrado en forma terrible que las deformaciones en políticas públicas cultivadas por el chavismo y heredadas por su ex canciller han conducido a nuestra población a la ruina y al hambre, dramática situación que no se resuelve con subsidios, se soluciona con una creciente y consistente producción nacional, empleos efectivos acompañados de salarios dolarizados.  

El fenómeno de empobrecimiento masivo que vivimos y sufrimos cada día con mayor intensidad se ha agravado con el formidable asalto que el capitalismo de Estado madurista ha realizado en contra del patrimonio nacional; sobrevivir le ha impuesto a los venezolanos recurrir a sus ahorros para completar las tres comidas diarias y los gastos básicos de sus familias, reservas devoradas por la espiral inflacionaria, fenómeno que el presidente estimula todos los días al darle continuidad al despilfarro de la renta y su incapacidad manifiesta en la construcción de un plan de recuperación económica efectivo.

Los trágicos efectos del crecimiento exponencial de la pobreza venezolana siguen su marcha, creando cada día, más miseria, violencia, enfermedades, delincuencia e incertidumbre, componentes de un acelerado proceso de descomposición social y política, que demanda soluciones efectivas para ser ejecutadas en tiempo presente para toda la población, problemática que debe convertirse en el centro de la atención del gobierno porque es su principal responsabilidad y también de la oposición dado su compromiso.

La paz democrática que reclama nuestra sociedad exige del gobierno medidas económicas efectivas, que detengan los miserables efectos del capitalismo salvaje que el Estado ejecuta, para lo cual no bastan los subsidios tampoco las pensiones o las bolsas CLAP, mucho menos las amenazas y la represión.


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