A la dictadura sus aliados y defensores internacionales le duraron lo que le duró la plata. La diplomacia de las vacas gordas terminó y en tiempos de cría de conejo, las condenas se escuchan cada vez más al unísono, mientras los silencios hacen mucho ruido presagiando divorcios hasta hace poco impensables. La cosa está tan mal que hasta la viuda más famosa del continente, Cristina Fernández de Kirchner, marcó distancia con el modelo chavista. La verdad es que si tuviéramos que contar a los aún “comprometidos”, todos entrarían en un funicular de esos en el que pasean Evo y Nicolás hacia el Ávila.

Así como música paga no suena, propaganda gratis no convence. Lo que significaba el trabajo de las representaciones diplomáticas venezolanas en el exterior, engañar pintando una Venezuela de ensueño, ya ni causa efecto. Solo alguien que haya vivido aislado en una isla desierta los últimos años pudiera comprar la idea de un país desbordante de prosperidad que repiten los voceros de la mentira.

La elite corrompida es condenada por la gran mayoría de países civilizados, y en el plano multilateral de donde no nos botan nos señalan con graves acusaciones que difícilmente pueden desmentir adentro o afuera. Prueba de ello fue la reciente Asamblea General de las Naciones Unidas, donde a pesar del complejo panorama global, Venezuela fue tema principal.

Pensaron que acabando con las protestas a sangre y plomo se terminaba el problema, pero el problema apenas empieza para todos aquellos que vulneraron los derechos humanos y que ahora se enfrentarán a sanciones internacionales que los marcarán de por vida. Repetimos, son sanciones que no prescriben y los perseguirán hasta el fin de sus días.

En medio del sentimiento de frustración que se apodera de muchos venezolanos en este momento, saber que no estamos solos y que los crímenes contra la nación no quedarán impunes, nos llena de fuerzas para seguir. El mundo nos observa y desde afuera están dispuestos a ser mucho más que testigos, no invadiendo suelo patrio, sino apoyando la liberación que tarde o temprano impulsaremos los venezolanos en el marco de la constitución vigente de 1999.

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