Roldán Esteva-Grillet ha escrito un libro maravilloso y único: País en vilo. Arte, democracia e insurrección en Venezuela. La obra fue editada por la Universidad Católica Andrés Bello en septiembre de 2017, con el patrocinio de la Fundación Konrad Adenauer. Profesor titular de la Escuela de Artes y de la Maestría de Artes Plásticas de la Universidad Central de Venezuela, Roldan es autor de obras fundamentales en el campo de las artes plásticas venezolanas y esta nueva producción, no lo dudo, tendrá un carácter singular en los tiempos por venir.

Con este trabajo, nuestro autor se aparta del puro análisis formal del trabajo de nuestros artistas plásticos desde los tiempos de la colonización española y se adentra en los aspectos sociales y políticos vinculados a la creación misma. No es que esta aproximación no hubiese sido hecha puntualmente por críticos anteriores, sino que ninguno de ellos realizó ese abordaje como eje central de una investigación que abarca el vasto período que arranca inmediatamente después del descubrimiento de América hasta el año 2017, en plena “revolución bonita”.

El detonante para escribir País en vilo fue un breve texto que redactó Esteva-Grillet a solicitud de la galería Faría-Fabregas para el catálogo de la exposición que inauguró en Caracas, el 27 de septiembre de 2012. Con la muestra se pretendía hacer una nueva lectura política de las varias y contradictorias maneras en que algunos artistas han querido dar su propia versión de lo vivido. El tiempo que abarca dicha exposición va de mediados del siglo XX al momento de mayor esplendor de Hugo Chávez Frías. Y las obras de los artistas participantes son, entre otras: El orden, 1957, por Luis Guevara Moreno (una crítica neofigurativa del militarismo mediante la imagen de un gorila sentado que sostiene en su mano izquierda un filoso cuchillo); Barril encontrado, 1975, por Rolando Peña (un barrilito a manera de tesoro encontrado por el artista, que alude a la Venezuela saudita de la década de los setenta cuando el boom de los precios petroleros instala el consumismo en nuestro país); De la serie Arte en el tapete, 2006, por Pepe López (referida a la eliminación arbitraria de los logotipos y emblemas que identificaban a diferentes instituciones culturales del país, con lo cual nos recuerda que la política uniformadora del chavismo ha pisoteado la creatividad del diseño venezolano, concretamente el referido al Museo de Arte Contemporáneo de Caracas, por Nedo, en 1974); y Manual de urbanidad y buenas costumbres, de Manuel Antonio Carreño (Primera edición 1857), 2011, por Luis Molina-Pantin (cuyo propósito es ver si moderamos las expresiones vulgares y soeces propias de la revolución rojita).

El anterior impulso lleva al autor a recorrer todos los recovecos de nuestras artes plásticas y su entorno político, social, religioso o económico que han impactado directamente la labor de los creadores y las obras que finalmente producen. Ya al final de su trabajo, cuando explicita sus conclusiones, el escritor nos dice:

“Lo más positivo que he podido atisbar en este recorrido por la historia social de nuestras artes plásticas, en especial en el siglo XX y en lo vivido del XXI, es que en ninguno de los períodos del más ignaro militarismo (Gómez, Pérez Jiménez y Chávez Frías) los respectivos gobiernos han logrado imponer un arte oficial de manera excluyente, ni siquiera cuando pretenden favorecer a sus propios artistas… Al final, prevalecerá la valoración crítica y no el prejuicio político”.

A mis lectores les digo: no dejen de comprar y leer País en vilo. Lo van a disfrutar.


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