La narcodictadura chavista descalifica como miniesclava de Estados Unidos la democracia liberal venezolana (1958-1998) que entre sus muchas acciones usó los petrodólares para derrotar al régimen perezjimenista, vaciar sus celdas repletas de políticos, militantes y simpatizantes demócratas presos y torturados, abrir fronteras a desterrados, asimilar migraciones internas y foráneas de todo el orbe, forjar un sistema electoral manual revisable voto a voto, renovar sus partidos políticos y registrar a los nuevos, en 1961 legalizó los tres poderes constitucionales, precisó deberes y derechos de la sociedad civil y sus fuerzas militares nacionales.

Para nombrar algunos logros, fundó el sindicalismo (CTV) y grupos empresariales, estatales y privados, gremiales y de profesionales libres, construyó la represa del Guri con acueductos regionales, nacionalizó el petróleo (Pdvsa), el hierro (Sidor), reformó bases de la producción agropecuaria y su distribución sin intermediarios (Corpomercadeo), estructuró servicios públicos(Cantv), inventó el Ministerio del Ambiente, institutos y centros educativos de capacitación y mejoramiento profesional (INCE), becas Gran Mariscal de Ayacucho, Sistema de Orquestas y Coros Infantiles y Juveniles, culturales (Inciba, Conac, Editorial Monte Ávila). Edificó el Teatro Teresa Carreño, el Museo de Arte Contemporáneo y el Museo de los Niños, propició la apertura de grandes centros comerciales, colegios, liceos, universidades autónomas, emisoras de radio y estaciones televisivas particulares y comunitarias (Fe y Alegría) todos amparados por subsidios estatales.

Hubo desfalcos, corruptela, guerrilla castrocomunista, criminales intentos de golpe por izquierdas y derechas, Porteñazo, Caracazo, 4 de febrero y 27 de noviembre, prisión de un presidente en ejercicio, alzas y bajas del precio petrolero que ocasionaron ciclos desde la saudita Gran Venezuela hasta la casi quiebra bancaria global cuando El Gran Viraje, pero, a grandes rasgos, el sustrato institucional sobrevivió, no hubo hambrunas, pestes renacidas, matanzas ni masacres contra el pueblo desarmado ni los rebeldes armados desde autores ocultos, todo se investigó y sometió a juicios sujetos a revisión.

Venezuela utilizó su mene para modernizarse sin consultar ni pedir permiso al comprador de su petróleo y con prestigio bien ganado pudo alternar en foros internacionales mediando acuerdos negociados en las guerras centroamericanas, secundando la nacionalización del Canal de Panamá, actualizando la Carta Democrática fundacional de la OEA, albergando perseguidos por tiranías, reyes, emires, generales en jefe, imanes y otros monstruos.

En veinte años el granputinismo revolucionario autocalificado como patriota y soberano destruyó lo nombrado y omitido por razones de memoria y de este breve espacio que el lector puede completar con investigación y memoria. Para enumerar solo algunos de los resultantes añicos, la producción agropecuaria, industrial y su red distributiva; el Banco Central convertido en fábrica de dinero inorgánico; robo y venta de la riqueza nacional minera traficada con los imperios ruso, chino, iraní; anulación de reservas monetaria y de oro en bancos mundiales trasladadas a guaridas sin ley; corrupto manejo milmillonario de dólares subastados para el bolsillo de los tasadores. Compra de medios, Globovisión, diarios, revistas, estaciones radiales y televisivas, cierre de Radio Caracas Televisión. Sustitución de la cédula de identidad, pasaporte y derecho al voto por el discriminatorio carnet de esa patria delictiva con su derivada eliminación del derecho a la alimentación sana y adecuada manejado el negocio con vagabunderías clapistas.

Y todo eso con el aval protagónico del partido militar chavista que eliminó a las legítimas Fuerzas Armadas de la nación. Si no bastara la entrega del sustrato legal de cada venezolano al G2, hoy se entrega el territorio venezolano como ensayo para instalar una base militar de la Rusia putinista neosoviética. Por ahora eso, pero todavía falta.

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