Vivimos en un mundo extraño, de ficción, es tan dura la realidad que tenemos que fingir un entorno manejable. Al día a día en Venezuela le falta algo, la narrativa de lo que el gobierno quiera que se entienda como realidad es pobre, la de ambos bandos debe mejorar, un poco de verdad es suficiente.

La relación entre el opositor, el seguidor del gobierno y los desencantados es como la que permite la existencia del pacto político ficcional. En la literatura de ficción es necesario aceptar la solución que plantea el autor para seguir la narración de la novela.

Un ejemplo de ficción en política es la muerte del concejal Fernando Albán. La narrativa del gobierno es confusa, no se sabe ni se cree que murió en manos de sus captores, si en verdad se suicidó de tal manera, la razón por la que fue detenido no está clara o, por lo menos, no se indica su participación en el supuesto hecho por el que fue detenido. El cuento está inconcluso.

Algunas de las recomendaciones para leer y escribir ficción son las siguientes:

1. El lector no debe analizar el argumento que se le presenta. Es chavista, cree todo lo que le dice el gobierno, más si absuelve a su presidente de toda responsabilidad de la tragedia que estamos viviendo. No importa que la versión sea inverosímil, no puede dejar de aceptar que lo planteado es la única solución posible. Los elefantes vuelan, los baños sin ventana existen para que se puedan lanzar desde allí los opositores, la guerra económica no la promueve la autoridad, aunque sea consecuencia de sus políticas económicas.

2. El lector no hace juicios sobre la historia que le cuentan. Es chavista, puede pensar que los hechos narrados son imaginarios, pero no son mentiras. Lo que le informan por medio de la hegemonía comunicacional no son patrañas, provienen de su querido gobierno mientras estén dentro del contexto de la obra. Los opositores son malos, intentaron matar al presidente, tomar represalia contra ellos es un imperativo. No importa que ninguno de los magnicidios anteriores fueran simples anunciados o que el dron sea un aparato que tiene años prohibido en Venezuela y no es normal que se permita que sobrevuele un acto en el que está el presidente.

3. El lector no puede imaginar lo que ve el autor. Es chavista, la versión aportada es la necesaria, a menos que se quiera que esté enterado de otros detalles. Ante una muerte en un centro de reclusión solo es posible que el difunto se haya quitado la vida, no que muriera a consecuencia de torturas, eso no pasa en los calabozos del gobierno. Las ventanas existen para ser utilizadas como vía de escape, si hay una ventana tiene que existir un vacío a continuación.

4. El lector no debe identificar al autor en la obra, no tiene presencia ya que es de carne y hueso, y como estamos hablando de ficción desaparece. Los que han dado la cara por la muerte del concejal Albán son: el fiscal designado por la constituyente, el cual es un personaje de segunda categoría en el texto, y el ministro de Interior Justicia y Paz, Néstor Reverol, el resto de los actores no son identificados, pero allí estuvieron. En sus discursos, con o sin cadena, no se menciona al difunto, no se asoma en el relato, aunque todos sabemos quién es el responsable de lo que pasa.

5. El lector exige un mínimo de concordancia entre la ficción y el comportamiento del personaje. Si la protagonista es una linda muchacha que cocina delicioso, esta chica no puede trabajar en el Sebin, no asesina a los presos, sean estos diputados, concejales o jóvenes que protestan. Los funcionarios del Sebin no hacen tortas ni decoran con pastillaje.

En el gobierno del socialismo del siglo XXI todo es posible, la mentira es irrelevante, lo que cuenta es la versión que queremos creer, siempre que se perciba un equilibrio entre el relato y los hechos.

Sebastián Castellio, con su credo de la tolerancia, se opuso a Juan Calvino, encargado de la persecución religiosa en Europa y la muerte de Servet, y argumentó que no hay doctrina que justifique matar a otro hombre por sus ideas. No importa cuál sea la versión que usted quiera creer del fallecimiento del concejal Albán, yo prefiero decir como Castellio: “Matar a un hombre no será nunca defender una doctrina, será siempre matar a un hombre”.


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