En la Venezuela del siglo XX se inventó la vacuna contra la lepra. Por ese maravilloso hallazgo para la humanidad, el médico y científico caraqueño Jacinto Convit obtuvo el Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica del año 1987. De igual modo, en el año 2002, la Organización Panamericana de la Salud le otorgó el título “Héroe de la Salud Pública de las Américas”. Por su parte, otro caraqueño, Baruj Benacerraf, efectuó demostraciones sobre la variabilidad individual en las respuestas inmunes frente a antígenos y su herencia según las leyes mendelianas, lo que lo hizo merecedor, junto a otros dos connotados científicos, del Premio Nobel en Fisiología o Medicina en 1980. En su momento, el reconocido científico marabino Humberto Fernández Morán contribuyó al desarrollo del microscopio electrónico y recibió el premio Vovain por el invento del bisturí de diamante, utilizado ampliamente en microcirugía y en cortes ultrafinos de muestras marcianas. En el año 1967 recibe el Premio John Scott (1967), convirtiéndose en el único latinoamericano con dicho galardón.

No es posible referirnos aquí de manera exhaustiva a los innumerables científicos venezolanos y humanistas prominentes, ni a sus respectivas aportaciones e innovaciones. Cualquier selección sería ineluctablemente arbitraria, incompleta y repleta de omisiones. Nos hemos permitido la licencia de aludir solamente a ciertos ilustres finados. Como notables en el siglo XIX, en el campo de las humanidades, podemos mencionar también a otro marabino; Rafael María Baralt, quien fue el primer hispanoamericano en ocupar un sillón de número en la Real Academia de la Lengua Española. De hecho, es el autor del primer diccionario de galicismos en español. Y, por supuesto, recordaremos al polímata caraqueño Andrés Bello, considerado uno de los humanistas más importantes de América Latina.

En el primer tercio del siglo XX, despunta la escritora Teresa de la Parra, con quien se evidencia la presencia femenina y se esboza cierto feminismo en el país. Progresivamente, aparecerán mujeres en las distintas ciencias experimentales, el derecho, la medicina y continuarán otras en el camino literario. Asimismo, Venezuela ha contado con ilustres intelectuales de origen inmigrante que contribuyeron a enriquecer el acervo nacional y universal.

La profusión de talentos científicos y humanísticos en el siglo XX venezolano se produjo a pesar de la debilidad del sistema de ciencia y tecnología de la nación y del problema de su fuga, típico del subdesarrollo. No obstante, nunca contamos con la posibilidad de la destrucción efectiva de dicho sistema, como producto de políticas explícitas e implícitas. Como resultado de estas últimas, nos encontramos ahora, desde la entrada del milenio, con la diáspora de los científicos, tecnólogos y humanistas, que no buscan solo ya mejores condiciones de vida, sino la posibilidad de la vida misma. No podríamos elaborar una lista de nuestros ilustres actuales sin correr el riesgo de omisiones imperdonables, incluyendo a los que han permanecido en el país resistiendo y defendiendo honrosamente los espacios académicos, culturales y científicos. La celebración de las convenciones de Asovac constituyen solo un iceberg de la resiliencia.

Las políticas en ciencia, tecnología e innovación del socialismo del siglo XXI han apuntado a la devastación de la institucionalidad del sector. La meta hegemónica del régimen bolivariano, en principio gramsciana, pero con un tinte marcadamente maoísta o polpotiano, no tolera la intelligentsia, potencialmente disidente. El finado hegemón expulsó de la industria petrolera Pdvsa a más de 20.000 trabajadores altamente cualificados. Ese acontecimiento marcó un punto de bifurcación hacia la debacle sistémica.

Entre las estrategias y tácticas semánticas de poder del sistema político bolivariano se puede encontrar la nominación. Desde el igualitarismo orwelliano, a los profesores y docentes universitarios se les cambió el nombre; desde hace tiempo deben ser llamados trabajadores universitarios. A los partidos se les denomina, oficialmente, organizaciones con fines políticos; a los científicos: cultores y culturas de la ciencia. El primer paso para destruir ha implicado una renovada denominación. Con la reciente reconversión monetaria se impuso un salario unificado, muy cercano al ingreso mínimo. En este caso, el nombre genera un sentido que se materializa en la destrucción. Empero, aquí cabría rescatar la expresión del viejo en una obra cimera de Hemingway: “El ser humano puede ser destruido pero no derrotado”.

En general, los organismos rectores del sistema de ciencia y tecnología han sobreestimado y sobrepuesto groseramente el criterio político e ideológico. En los documentos oficiales de estas políticas, el concepto mismo de ciencia no se corresponde con lo que en Occidente entendemos por esa modalidad cognoscitiva, ni a la aplicación de su método. Implica, en algunos casos, una supuesta producción colectiva e inclusiva, donde el sujeto de la ciencia ya no es solo el científico especializado sino también otros actores que no tienen nada que ver con el quehacer científico, a saber: las comunas y los denominados innovadores populares. El clientelismo político partidista y militar del régimen actual ha desmantelado las estructuras institucionales y profesionales en el país, incluidas las científicas, a saber: las universidades públicas, Intevep, IVIC, entre otras. El “cuadro científico integral” es un individuo que ha adoptado, sobre todo, la ideología y la denominada ética socialista, muy cuestionable, por cierto, en la práctica cotidiana de los funcionarios públicos.

La redefinición populista de la ciencia está aunada a su cooptación totalitaria. En la documentación oficial, la ciencia pertinente es descrita en términos particularistas; endógenos, locales y comunales. La ciencia del pueblo está subordinada a los supuestos objetivos revolucionarios que se traducen instrumentalmente en el control de los consejos comunales y obreros. El universalismo científico es etiquetado en general como ideológico y como producto de la impronta supuesta de un ethos mertoniano de la disciplina. Por otra parte, la transdisciplinariedad del paradigma emergente de la ciencia se ha trocado en simplificación y nivelación populista de todos los saberes.

En nuestro país, la investigación se ha concentrado tradicionalmente en las universidades, pues bien, el régimen no les ha asignado un presupuesto suficiente para funcionar y sus docentes e investigadores devengan salarios indignos. Los laboratorios no cuentan con los insumos debidos y los reactivos necesarios. Salvo honrosas excepciones, las librerías parecen bibliotecas públicas desactualizadas, sin que el docente pueda adquirir libros con su menguado sueldo. El intercambio académico internacional es prácticamente inexistente. Por otra parte, la destrucción del aparato productivo ha diezmado la escasa investigación y desarrollo ligada al sector empresarial.

Los organismos rectores de ciencia, tecnología e innovación están altamente ideologizados. De igual modo, el Plan Nacional de Ciencia Tecnología e Innovación está subordinado directamente a los objetivos socialistas del denominado Plan de la Patria, muy alejados, por cierto, del patrón científico-tecnológico vigente en el mundo globalizado. Por otra parte, no se conoce la evaluación y el seguimiento de los satélites Bolívar y Miranda. La criptomoneda petro se lanzó al mercado como falsa salida a la ineficiencia en el manejo de la economía. Es difícil pensar que gestionarán bien esta moneda digital si han sido incapaces de administrar el servicio eléctrico. Su falla, aunada a la deficiencia de otros servicios públicos básicos, ha colocado las ciudades en el umbral de la ruralidad.

Al margen de esta situación, en las últimas décadas, unos pocos científicos venezolanos han hecho presencia activa y profesional en la Agencia Espacial Europea y en el prestigioso CERN. Más de una decena han ocupado plazas en la NASA y uno de ellos es presidente y rector del Instituto Tecnológico de Massachusetts. Como habrá podido observarse, el problema es organizacional porque el talento sobra. Evidentemente, no solo falta recuperar la democracia en Venezuela, sino la mera posibilidad de reinsertarnos a la sociedad del conocimiento con las políticas públicas adecuadas.

De momento, la realidad nacional nos retrotrae al duelo entre civilización y barbarie que refleja la obra cimera de Rómulo Gallegos, pero con una Doña Bárbara de otro sexo en un campo minado de viles intereses creados. El imaginario bolivariano parece haber reactivado la sombra de nuestro inconsciente colectivo. Dentro del proyecto político de este régimen nefasto, no se buscó el rescate de la tradición dentro de un marco moderno, tal como lo ha hecho sanamente la nación nipona, sino que se impulsó un fundamentalismo identitario que pasó del arcaísmo simbólico a la re-creación de un entorno material cotidiano, premoderno, arracional y alógico.

Ahora bien, el oscurantismo actual no debe desanimarnos. En el hinduismo la oscuridad no tiene sustancia propia; es decir, es definida de manera simple como no-luz. Así pues, tarde o temprano se abrirán todas las puertas y ventanas. Las diminutas inflorescencias de luz que se cuelan entre las rendijas abrirán los cerrojos.


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