Cuando observé en las redes sociales los videos que el propio Oscar Pérez filmó antes de su asesinato a mano de los cuerpos de seguridad del régimen, tras haber sido localizado en una casa ubicada en El Junquito, por instantes me trasladé mentalmente a las horrorosas escenas que realiza Al Qaeda, el movimiento fundamentalista terrorista fundado en los años ochenta por Osama bin Laden, el cual predica la rígida ley islámica: decapitaciones y matanzas masivas, mediante la aplicación de la sharia, su expresión más extrema. Una salvaje y criminal actitud que reprocha el mundo occidental por su barbarie.

En el caso sirio es posible existan células secretas que intenten llevar a cabo ataques contra edificios del gobierno, pero el régimen de Assad, con una crueldad que rebasa todos los límites y con la ayuda de su aliada Rusia, ha alcanzado por el momento una victoria a medias, mediante el simple ejercicio de la “realpolitik” y con muy poca preocupación que muchos observadores internacionales denominan la “moralidad de sus acciones”. Esta circunstancia le está permitiendo a Assad volver las armas contra su pueblo, llevando a cabo incluso crímenes de guerra con el uso del gas sarín, y otras armas químicas prohibidas.

La masacre perpetrada por el régimen de Maduro contra Oscar Pérez y sus compañeros de lucha y causa, empeñados en reconquistar la democracia y con ella todos los derechos conculcados, guarda cierta similitud con los fundamentalistas de Al Qaeda, pues el criminal asedio y posterior asesinato del ex oficial del Cicpc y de quienes lo acompañaban son crudas escenas que el país y el mundo pudo observar virtualmente en vivo por los videos que la propia víctima filmó, como para dejar testimonio y pruebas que más pronto que tarde serán irrefutables en la Corte Penal Internacional (CPI). Un crimen que no tiene parangón en toda la historia de la nación.

Hoy un rictus de dolor y tristeza agobia y embarga a todo un pueblo que presenció el bárbaro criminal e inhumano sacrificio de un ser humano, quien junto con los demás combatientes de la resistencia se erigió hace seis meses en contra de un régimen delincuente, perverso y maléfico.

El desproporcionado uso de armas de todo tipo que incluyó hasta una tanqueta habla por sí solo del maligno propósito que se perseguía para acabar con la vida del Oscar Pérez, quien prestó por varios años valiosos servicios profesionales en el cuerpo de investigaciones científicas y criminalísticas, los cuales le fueron reconocidos por sus superiores, y le hicieron merecedor de ascensos en su carrera. La vesania con la que actuaron sus verdugos fue manifiesta, pues acataron órdenes superiores, es decir, provenientes de Miraflores, según un tal Bastardo, mayor de la Guardia Nacional, apellido que hace honor a su persona, en el breve diálogo que sostuvo con Oscar Pérez, cuando le manifestó su propósito de dialogar para acordar su rendición, tal como quedó grabado en los videos que filmó momentos antes de su asesinato a mansalva.

Los crímenes de lesa humanidad son conductas tipificadas por la Corte Penal Internacional y por sus características agravian a la humanidad entera. El Estatuto de Roma, instrumento constitutivo de la Corte Penal Internacional, señala puntualmente todo aquello que considera como crímenes de lesa humanidad, diferenciándolos de otros de su jurisprudencia tales como el genocidio, crímenes de guerra y crimen de agresión. Este Estatuto fue adoptado en la ciudad de Roma, Italia, el 17 de julio de 1998, durante la Conferencia Diplomática de Plenipotenciarios de las Naciones Unidas sobre el establecimiento de una Corte Penal Internacional.

La masacre de Oscar Pérez y demás personas que en ese momento se encontraban en la vivienda, la cual fue virtualmente destrozada a punta de disparos con lanzagranadas antiataque RPG-7 de origen ruso, que pertenecen a la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB), muestra por sí solo la despiadada y brutal acción militar conjuntamente con elementos civiles integrantes del colectivo 23 de Enero. El exterminio está estrechamente relacionado con el genocidio, por cuanto ambos se perpetran contra un gran número de personas, dándose el caso de que se mata a grupos de personas o a miembros de un grupo, lo cual también lo contempla el Estatuto de Roma. Y ello ocurrió en la masacre de El Junquito, en la que perdieron la vida siete personas, entre ellas una señora de 27 años de edad en estado de gravidez y Alejandro Díaz Pimentel, cuya esposa, Dayana Santana, por cierto, se encuentra detenida y secuestrada desde hace meses en el DGIM.

Cabe significar que los crímenes de lesa humanidad no prescriben, es decir, no hay un plazo para dejar de ser perseguidos, pues en la primera oportunidad son juzgados todos los responsables y no solo a los autores materiales de los crímenes, sino desde quien lo ordenó y la o las personas que estuvieron enteradas de las acciones y permitieron que se llevaran a cabo. De tal manera que Maduro, sus verdugos y sicarios deberán pagar por este abominable crimen.

Son impactantes las imágenes de los videos con la voz de Pérez imponiéndose sobre el tableteo de las armas de largo alcance con cuyo poder de fuego, y más de cien hombres atacaron sin misericordia a quienes depusieron las armas y pedían no les dispararan porque había civiles dentro de la vivienda, que de nada valió, pues a Pérez no lo querían vivo, por el solo hecho de haber retado a Nicolás Maduro para exigirle su renuncia, a fin de que el país recobrara su paz, tranquilidad y democracia. Un reto que el inquilino de Miraflores cobró sin piedad, ni remordimiento y así lo presume jactanciosamente en su afán por imitar a su padre putativo, autor de la desgracia que desde hace 20 años vive el pueblo venezolano.

No se pueden olvidar los videos que frenéticamente Pérez subió a las redes sociales, a pocos minutos de ser abatido y rematado criminalmente con un tiro en la cabeza, como lo demostró la autopsia que le realizaron, así como también a las demás víctimas. En los mismos, se observa a un hombre ensangrentado, sobrepasado por el inmisericorde fuego de sus asesinos, pese a que reclamaba la presencia de fiscales del Ministerio Público y de los medios de comunicación para entregarse, todo lo cual de nada valió, pues su verdugos armados hasta con lanzagranadas ya habían tomado cuidadosamente posiciones para abatirlo como si se trata de un ejército enemigo, con artillería pesada y demás.

Se acrecienta el agobio, horror y desesperanza por estas muertes, que se suman al más de un centenar que el año pasado cobró la dictadura de Maduro. Este último ocurrido durante el receso de los vergonzosos diálogos que la oposición y el régimen vienen realizando en la República Dominicana, los cuales solo les han servido a los “vestales” oficialistas para ganar tiempo, y de esta manera con mayor desahogo, eficacia y saña aniquilar toda resistencia. No puede ni debe aceptarse de ninguna manera que la oposición llegue a un acuerdo con un enemigo despiadado y criminal, que muy orondo afirma que la ruta es la de realizar una elecciones libres y transparentes. ¿Cómo dialogar con quienes saquearon al país, destruyeron sus instituciones, se enriquecieron con los erarios del tesoro público, y nos robaron la esperanza de seguir contando con un mejor país?

Este ajusticiamiento judicial de Oscar Pérez, como lo califican algunos reputados juristas nacionales e internacionales, cometido por un régimen que pasará al historia por su represión contra los opositores, cientos de dirigentes y estudiantes encarcelados y torturados, merece el repudio universal y enjuiciamiento de sus perversos autores, que deberán pagar con cárcel de por vida. Su cabeza principal, Nicolás Maduro, ha perdido legitimidad ante la faz del mundo civilizado. Por algo el Spiegel Daily, un periódico alemán de la revista Der Spiegel, lo calificó de “el carnicero” (Der Schlächter).

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