Como la lucha política es radicalmente distinta de las llamadas ciencias exactas, no se le puede aplicar la expresión de que “el orden de los factores no altera el producto”… Al contrario, sí lo altera (no escondo, por tanto, mi escepticismo en la “mercadotecnia” de la política; escepticismo abonado por alguna experiencia). En la lista de los factores está lo político, lo jurídico, lo económico, lo social, lo comunicacional, lo internacional, etcétera. Digamos que se trata de una lista más o menos convencional.

En la misma, el primer factor, el factor primario, es el político, cuya esencia es el poder público y las nociones que lo constituyen, sean ideológicamente asibles o sean mezcolanzas casi imposibles, o imposibles, de determinar. Este factor principal incluye la dimensión militar que, en el caso venezolano, de ahora y de siempre, ha sido un factor permanente de nuestra historia, como le gustaba recordar al ex presidente Ramón J. Velásquez. Y agregaría, con toda razón.

La superación de la hegemonía que destruye a Venezuela, no por ser un pésimo gobierno, que ni gobierno propiamente dicho es; ni tampoco por ser un régimen extremadamente negativo, porque un régimen supone la existencia de siquiera un mínimo sistema, que no lo hay en Venezuela; sino porque se trata de una cartel de poderes tribales, de pranatos que depredan todas las fuentes de recursos; esa superación, repito, debe tener como factor primordial el factor político, el factor del poder, el factor del poder militar y civil. No es que todo lo demás no cuente. Sí cuenta. Pero si el factor político no cambia de manera sustancial, entonces todo lo demás seguirá igual o, más probablemente, peor.

La economía es un caos, ciertamente, pero las recetas económicas, por más razonables que sean, son inútiles si el factor político, el factor del poder, se mantiene inalterado. La sociedad padece una catástrofe humanitaria, pero las alternativas de emergencia para paliar esa trágica realidad social nunca pasarían de ser pañitos calientes, si acaso, si en el factor del poder político, en lo civil y militar, no hay un cambio de fondo. Suponer, por ejemplo, que con la aplicación de tales o cuales “políticas públicas” que “mejoren la gestión” de tales o cuales burocracias administrativas se estaría dando un paso decisivo para producir cambios positivos en relación con los “problemas de la gente”, sería como arar en el mar. Y debe denunciarse que esa “noción” –la de la necesidad fundamental de adecuadas políticas públicas– es la que ha prevalecido en buena parte de la retórica de la oposición venezolana, en particular en la que se presenta como renovadora…

Un documento de la recién celebrada Asamblea de la Conferencia Episcopal Venezolana señala la urgencia de “restituir el poder soberano por todos los medios constitucionales”. Este es el primer factor. Si no nos concentramos allí, estaremos perdiendo el tiempo, incluso con buena intención, y eso significa un mayor sufrimiento para este pueblo abatido por el cartel de poderes tribales que lo despotiza y depreda.

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