El 14 de julio de 1789 es el Día de la Toma de La Bastilla, fecha de la Revolución francesa, cuando el pueblo entró a la más famosa cárcel de París para armarse con municiones y pólvora una vez que ya no había más imposición sino enfrentamiento de bandos. El levantamiento fracasó en su intento inmediato, por tanto no se pudo obtener el resultado deseado.

La situación ocurrida el pasado 30 de abril en nuestro país tiene bastante similitud con tan significante acontecimiento histórico, después de que dirigentes de la oposición, junto con con el presidente de la Asamblea Nacional y presidente interino de Venezuela, Juan Guaidó, a la cabeza, hicieron acto de presencia en las cercanías de la Base Aérea de La Carlota nada más y nada menos que acompañados del fundador y líder del partido Voluntad Popular, Leopoldo López, y altos oficiales de la Fuerza Armada Nacional, para anunciar la llamada Operación Libertad. Aquel hecho incendió el ánimo de todo un pueblo ávido del necesario cambio que clamamos millones de venezolanos, ante el desastroso estado de miseria, hambre, desempleo, corrupción, narcotráfico y pésimos servicios públicos, amén de la ineficiencia, ineptitud, incapacidad e indolencia que se viene observando desde hace años en la cúpula del alto gobierno madurista.

Es cierto que el suceso fracasó, como lo admitió el propio Guaidó, por razones imprevistas, pero ello no es óbice para que mantengamos encendida la llama de la fe y el optimismo, de que más pronto que tarde se terminará la terrible pesadilla que mantiene a los venezolanos en vilo y desesperación.

La Operación Libertad Venezuela anunciada por Guaidó tiene por objeto hacer una firme resistencia, cuya meta es liberar a nuestro sufrido país y establecer una sólida y duradera democracia, para cuyo objeto es necesario el mayoritario concurso y decidida participación de todos los sectores sociales del país, para hacer viable una estrategia que permita salir de la dictadura implantada por Hugo Chávez y ahora heredada por su hijo putativo Nicolás Maduro, para alcanzar definitivamente la tan ansiada libertad, que se ha convertido en un clamor nacional.

La radicalización cada día de la revolución socialista, marxista y mal llamada bolivariana, en la que se observa el aumento de los presos políticos, detención y acoso a dirigentes de partidos de la oposición, allanamiento de la inmunidad parlamentaria de los miembros de la Asamblea Nacional legítima, censura y clausura de medios de comunicación radioeléctricos (en fecha reciente Radio Caracas Radio), así como otras radioemisoras del interior del país, la invasión de ciudadanos del régimen castrocomunista, violación de los derechos humanos y la recurrente violación de la Constitución Nacional, acelera indudablemente la necesidad de mantener viva la esperanza y fe de salir del régimen de Nicolás Maduro, quien mantiene firme su rechazo a la celebración de elecciones presidenciales, en su afán de perpetuarse en el poder, como se deduce cada vez que hace uso abusivo de cadenas por radio y televisión para hacer anuncios populistas y demagógicos con los que pretende mantener en sintonía a los aún incautos que creen en pajaritos preñados, como el de obtener el grado de médico con apenas dos años de estudio, como refirió el caso de una tal María que no sabía leer ni escribir, y en diez años hizo el juramento “hipócrita” no hipocrático.

La imagen de Venezuela ante los ojos del mundo, es deplorable y triste, pues la ubica a la cabeza de los países con la más alta situación inflacionaria, solo comparable con naciones africanas del tercer mundo, pese a ser uno de los más ricos con abundantes minerales, además del petróleo. En lo que a derechos humanos se refiere, lo último fue la detención del primer vicepresidente de la Asamblea Nacional, diputado Edgar Zambrano, a quien secuestraron dentro de su propio vehículo, en el cual lo condujeron detenido a la sede principal del Sebin en El Helicoide, razón por la que la Unión Europea, la Organización de Estados Americanos y oros gobiernos de Europa y América Latina solicitan la liberación inmediata del aludido parlamentario opositor, miembro del partido Acción Democrática, acusado vilmente por el Tribunal Supremo de Justicia (¿) de traición, insurrección y rebelión.

Si oponerse al régimen de Maduro y ejercer su derecho ciudadano es un delito, entonces 85% del país debería ser juzgado como Zambrano. No debe olvidar el inquilino del Palacio de Miraflores, con preaviso de desocupación, que el tiempo de Dios es perfecto y que existe una ley divina, que no es la que maneja su séquito en los organismos públicos secuestrados, llámese Fiscalía General de la República, Tribunal Supremo de Justicia y otros, que han cerrado filas a su lado, ignorando que los delitos de lesa patria no prescriben.

¡El país los espera en la bajadita!


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