La cuestión de la opción militar con ayuda foránea para sacar a Maduro y su camarilla del poder en Venezuela claro que es una posibilidad cierta, probable y no descartable.

De entrada, consideremos que todas las apuestas venezolanas, tanto de los pacifistas como de los guerreristas, están centradas en el factor militar: en que los generalotes que apoyan a Maduro acepten negociar su salida porque ya avizoran su fin; o en que surja una fuerza en lo interno de las fuerzas armadas capaz de sacar a Maduro y compañía. Las probabilidades de una u otra alternativa lucen hasta ahora bajas. Los riesgos siguen siendo altos para los decisores de una u otra opción. No conocemos lo que pasa detrás de las bambalinas.

Si los generalotes no acceden a negociar, y si no se produce una exitosa disensión militar interna, la probabilidad de la opción militar foránea puede aumentar y la “comunidad internacional” (léase Estados Unidos, con algún apoyo de Brasil y Colombia) sentirá más urgencia de intervenir. La alternativa sería jugar al “diálogo” y a la política del régimen de esperar y ver hasta que sientan que existen condiciones para apresar a Guaidó y acabar de una vez por todas con la Asamblea Nacional.

En todo esto tiene un gran peso táctico lo que ocurra con el ingreso de la ayuda humanitaria al territorio nacional, que ha sido una jugada política muy inteligente del liderazgo representado en Guaidó y que es obvio que se ha coordinado en acuerdo con Estados Unidos. Guaidó y sus aliados norteamericanos aseguran que la ayuda entrará, y si se toma esto como cierto, será importante ver cómo ocurrirá y cuál será la reacción de la Fuerza Armada Nacional dirigida por los generales del régimen. Si reprimen, ello será motivo para profundizar sanciones internacionales de todo orden contra el régimen, aumentando las probabilidades de una intervención militar foránea. Si no lo hacen, mostrarán una debilidad que de alguna manera invita a la disensión.

De nuevo, o los generalotes chavo-maduristas negocian su salida o se abren espacio militares disidentes que no toleran más la situación. Pero para que los militares comprometidos con Maduro y Cía. quieran negociar su salida, tiene que haber un interlocutor. ¿Alguien del equipo de Guaidó está estableciendo algún tipo de comunicación con estos factores? ¿Todo se remite a las ofertas públicas de perdón del presidente interino y a la Ley de amnistía? Estados Unidos, a través del asesor de seguridad nacional de Trump, John Bolton, ha dicho que su gobierno está dispuesto a eliminar sanciones individuales a quienes colaboren con el cambio de régimen. Si no hay conversaciones con quienes comandan las fuerzas armadas y una oferta de que no serán perseguidos, incluso si se van del país, las posibilidades de entrega del coroto por ese lado son bajas.

¿Y qué de los supuestos militares disidentes? Lo cierto es que no pueden ni asomar la nariz de su disidencia porque el aparataje de contrainteligencia controlado por La Habana los detecta de inmediato, poniendo en riesgo su supervivencia personal y la de sus familias. Pudiera ser necesario hasta conversar con La Habana, desde la oposición. Guaidó ha lanzado mensajes al respecto. Lo insinuó cuando se dirigió públicamente a los “hermanos cubanos”. Y a los cubanos, como a los chinos, les conviene quedar de buenas con un régimen distinto en Venezuela, para no perderlo todo; recibir petróleo, aunque no regalado. De no irse los cubanos, las probabilidades de disensión dentro de las fuerzas armadas, con unos líderes militares resistentes a dejar el poder, tienden a la baja.

Queda entonces la variable de Washington. ¿Cuáles son las intenciones de Trump?

Es verdad que Obama fue quien inició las sanciones y Trump las ha continuado. Pero Trump llegó hasta donde ni Bush ni Obama se atrevieron, afectar el envío de petróleo venezolano a Estados Unidos. Sí, hay cambios de condiciones. Estados Unidos es menos dependiente del crudo venezolano. Estados Unidos es hoy el primer productor de hidrocarburos del mundo. El régimen chavo-madurista contribuyó a reducir la importación de petróleo venezolano con la rebaja de su producción, por ineptitud y por corrupción. Los barriles que Venezuela aporta hoy a la economía norteamericana se pueden ir supliendo con petróleo canadiense. El desajuste del mercado en Estados Unidos será menor y más manejable. La reserva también cuenta.

Pero además Trump, Pence y Rubio tienen un poderoso incentivo para golpear al chavo-madurismo. Trump llegó a la presidencia por una diferencia de cerca de 60.000 votos en unos estados que voltearon la tortilla de los colegios electorales. Ganó, pero con poco margen. Florida es un estado oscilante clave en la suma de votos de los colegios electorales presidenciales. Los votos de los latinos suman. Son 16% del electorado, en su gran mayoría cubanos, seguidos por los puertorriqueños y luego por un grupo categorizado como centro y suramericano, en el que entran los venezolanos. Trump y Pence quieren repetir en 2020 garantizando Florida con el apoyo de los latinos que se sumen a la mayoría blanca tradicionalmente no demócrata. El antichavismo-madurismo paga no solo entre los venezolanos, sino, muy importante, entre los cubanos que ven a Venezuela como el pulmón artificial del castrismo en Cuba.

La campaña electoral presidencial ya arrancó para Trump, quien en su último discurso ante el Congreso identificó a Venezuela con el fracaso del socialismo. La diversidad racial e ideológica le dio el triunfo al partido demócrata en las legislativas de 2018, pero esa fortaleza la explotará Trump como debilidad e identificará a sus adversarios como socialistas, como izquierdosos alineados con regímenes como el venezolano. “No queremos una Venezuela en Florida”, dijeron los candidatos republicanos en las últimas elecciones legislativas y de gobernador de estado. Y ganaron la gobernación y un puesto en el senado. Es la misma cantaleta que utilizará Trump en su campaña para la reelección.

Por último, Venezuela pudiera ser una carta reservada por Trump como compensación a las averiguaciones que tiene abiertas en su contra en el Congreso, con mayoría demócrata en la Cámara Baja, y con el fiscal especial designado para dilucidar si hubo crímenes de conspiración entre Trump, su equipo de campaña y un poder foráneo, léase Rusia. “Rallying around the flag” es un recurso utilizado históricamente por los presidentes estadounidenses para ganar popularidad. Replegarse alrededor de la bandera interviniendo militarmente en Venezuela sería menos probable con cualquier presidente norteamericano, pero no con Trump. El asesor de seguridad nacional para América Latina de la Casa Blanca, Mauricio Claver-Carone, ha declarado que el camino tomado por Estados Unidos con Venezuela es irreversible. ¿Qué quiere decir esto? ¿Hasta dónde llegarán? ¿Hasta dónde está dispuesto Trump?

La inmensa responsabilidad que tiene Juan Guaidó sobre sus hombros es que no se produzca una intervención militar foránea, que él mismo no ha descartado, con resultados imprevisibles. Lo que otea el horizonte es la opción militar, por donde quiera que se vea. Gran reto para los civiles.


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