La gloria de Virgilio, al menos la parte más viva de su gloria, reposa, como lo han dicho muchos eruditos, gramáticos y comentaristas, en un falso sentido que emana de un verso sibilino en el cuarto poema de la Eneida, frase que jamás habría pronunciado, cual es: Magnus ab integro saeclorum nascitur ordo, cuya traducción libre es: “He aquí que comienza el gran orden de los siglos”, que se ha querido ver como el anuncio del comienzo de la era cristiana, y que fue la causa de que Dante, creyendo a Virgilio profeta, la tomara como guía en el otro mundo, hasta el umbral del paraíso mismo. Tal vez Colón, Américo Vespucio, Juan de la Cosa y otros estuvieron convencidos, por su intuición, del amanecer de un nuevo orden mundial que se plasmaría al ampliar el mapamundi con su llegada a tierras desconocidas que ya existían en su imaginación alimentada por toda la literatura que circulaba en la época. Hoy se sabe que el susodicho verso no es más que una versión hiperbólica de Asinius Pollio, protector del poeta. Pero que ojalá pueda guiar también al pueblo venezolano para reestablecer la democracia para siempre.

Uno de los grandes misterios que afectan al Nuevo Continente es el origen de las razas que quizá en los albores del Neolítico, si aceptamos la teoría de Teilhard de Chardin, llegaron a las inmensas soledades de estas tierras hasta entonces incógnitas. Los primeros que llegaron son los verdaderos descubridores. España encontró lo ya encontrado, descubrió un nuevo camino, un camino de ida y vuelta que cambió la faz de la Tierra. Los verdaderos descubridores son los eternos olvidados, los que vinieron del otro lado del Pacífico, del fondo luminoso de Asia, llevando el sol del alba de frente y no a sus espaldas.

Porque hubo una “víspera” en que el sol podía escudriñar de polo a polo la rugosa superficie de América sin hallar vestigios de nuestra especie, y hubo un “día siguiente” en que el hombre, ese prodigio, ya escalaba sus farallones y despeñaderos, ya palpaba la tierra con voluntad de conquista: América tuvo, pues, un primer día y unos primeros hombres de estirpe asiática. Ellos fueron real y verdaderamente, como decimos, los solos descubridores.

¿Quiénes fueron, cuántos fueron, cómo y de dónde y por dónde vinieron los primeros pobladores de América? Hay muchas teorías. No fue por supuesto una arribada premeditada, realizada una sola vez, al estilo colombino. Fue el viaje de centenares de generaciones desde Malasia, China o Japón, en juncos o en balsas, troncos enlazados (kontikis del Neolítico), a saltos cortos de isla en isla. Fue un lentísimo avance de nuestra especie a través de los siglos sobre esas islas dispersadas en el océano y que vistas sobre el mapa son al Pacífico lo que la Vía Láctea a nuestro firmamento.

¡Qué turbadora imagen! ¿Logrará algún día nuestra especie poblar los archipiélagos del cielo, que el hombre de nuestro tiempo mira ya con ojos de presa en la inmensidad del espacio, como poblaron los hombres de antaño las constelaciones de islas en la inmensidad del mar? ¿Es que acaso los astros están más lejos hoy para la ambición del hombre de lo que aquellas islas lo estaban ayer para quienes lograron poseerlas? ¿Qué inquietud existencial motivó al hombre a moverse a otras latitudes?

Una vez, en mi curso de Geopolítica del Petróleo en UCV, al hablar de estos temas introductorios, un alumno me comentó con una pregunta y en lenguaje contemporáneo: ¿Quiere decir, profesor, que la globalización es un concepto que ha guiado al hombre al través de su existencia, lo ha influenciado, y seguirá siéndolo? Exactamente, le contesté. Pero, más allá de esta tendencia, habría que preguntarse: ¿Cuál es el origen de esa motivación? ¿Qué empuja al hombre a movilizarse por la faz de la Tierra? ¿Qué forma de trascender? Es algo conductual, tiene que ver con lo que Heidegger llamaba el Dasein, con lo que un filósofo francés llamaría étant là, “estando ahí” (en gerundio), que es una expresión más dinámica, menos contemplativa pasivamente.

A causa de lo inhóspito que es nuestro país ahora, el étant là para un venezolano de hoy es desear migrar; adopta esa conducta debido a la instrumentación, por el desgobierno de Maduro y la invasión cubana, de una organización político-económica y social antidemocrática que ha destruido el tejido social que se había zurcido para avanzar en la conquista de la modernidad y proveer al pueblo de un mejor nivel de vida. En otras regiones del mundo, las migraciones tienen las mismas razones, en general: evadir guerras, luchas fratricidas, hambrunas, miseria, como los que se arriesgan a cruzar el Mediterráneo en balsas improvisadas, repletas de refugiados de Arica y Oriente Medio. ¿Cuántos no han llegado a Europa, en particular a Alemania?

Las migraciones de países en desarrollo a los avanzados indican el fracaso de todas las instituciones internacionales en promover dicho desarrollo (Banco Mundial, Fondo Monetario y otros). Salen porque en sus países de origen las seudoélites no han tenido como objetivo fomentar el desarrollo sustentable, se dedican a disfrutar del poder acumulando fortunas con fondos públicos que desvían del gasto para edificar infraestructuras, servicios públicos, en fin, para un desenvolvimiento económico que acarree prosperidad y bienestar colectivos. ¿Cuántos jefes de Estado no se han enriquecido con fondos provenientes de deudas externas y de ayudas financieras de entes multilaterales, dejando al desamparo multitudes de nacionales, diezmando poblaciones que ahora buscan llegar a otros países en aras de un futuro promisor, para mejorar el nivel de vida, como se desprende del caso venezolano?

Si se quisiera evitar tal avalancha poblacional deberían muchas naciones instrumentar planes de desarrollo para fijar sus habitantes, esto es, para evitar las migraciones, y lograr comprometer los recursos humanos en el reto de construir naciones. En los países industrializados, habría que dedicar una porción superior del producto interno bruto al avance social en los países atrasados, para financiar la reconstrucción del sector económico y otros en el Tercer Mundo. Pero tomando precauciones para evitar que sean presa de la corrupción, como en el pasado reciente; Naciones Unidas y algunos países, como Francia y Alemania, deberían tener iniciativas, no permanecer impasibles.

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