“Nacer de nuevo con una gran fuerza espiritual para romper barreras sociales, corrupciones y deformaciones del pasado y del presente”. Luis Ugalde, acto en el Aula Magna de la UCV, 31/5/18.

No hay motivos ni razones para sentirse sorprendidos por los resultados y los hechos irregulares de las “elecciones” del 20-M. Todo lo sucedido ese día encaja en la lógica de una farsa concebida y preparada desde mucho antes de esa fecha. Maduro y los demás voceros del régimen autoritario lo sabían en tanto artífices de la misma. Quienes adversaron al candidato del oficialismo y decidieron participar, con la ilusión de lograr una victoria, lo presintieron de algún modo. Y los que optamos por no acudir a las mesas electorales para no legitimar a quien aspiraba a seguir usurpando el poder, éramos plenamente conscientes de lo que cabía esperar.

Transcurridos más de diez días después del 20-M, al menos dos asuntos sí llaman la atención y no dejan de sorprendernos y preocuparnos, pues podrían tener graves consecuencias de persistir y ganar terreno. Por un lado, está la insistencia de algunos opositores en creer que Maduro obtuvo la victoria solo o fundamentalmente por las irregularidades detectadas en la fecha de los comicios. Una visión simplista que subestima o descarta el peso determinante de las condiciones de participación electoral forjadas inconstitucionalmente de antemano por el régimen. Por otra parte, destaca el obstinado empeño de algunos actores en el mundo opositor de privilegiar las confrontaciones entre sí, de pasarse facturas con el intercambio de resentimientos, sin darle la debida importancia al mensaje y al reto fundamental que nos dejó la decisión de una mayoría significativa de venezolanos al no presentarse en los centros de votación el pasado 20 de mayo.

En realidad, lo dicho anteriormente nos remite a dos serios obstáculos por superar en este momento crucial. Uno tiene que ver con la dimensión de los problemas que nos toca enfrentar para salir del régimen y enfrentar la crisis. Las dificultades primordiales no se reducen a las irregularidades en un día electoral cualquiera que favorezcan la perpetuidad de quienes usurpan el poder en la actualidad. Hay que tomar conciencia de que se trata de algo mucho más complejo. Enfocarnos en cómo neutralizar todas esas acciones del régimen de vocación totalitaria, de espaldas a la Constitución, que estimularon y crearon unas condiciones de participación que han hecho inviables unas elecciones libres, justas y transparentes en el país. En modo alguno, entonces, la lucha ha de centrarse solo en exigir, sin más, que se repitan las elecciones del 20-M. El otro obstáculo concierne a las condiciones y al carácter de la lucha por el cambio democrático. Sobre este punto es necesario insistir en que, más allá de la retórica, ahora más que nunca es fundamental dar un paso adelante para concretar de verdad los esfuerzos unitarios de los venezolanos en los diferentes espacios de la vida nacional. Sin duda alguna, no hacerlo sería mortal tanto para el país en general como para la oposición en particular.

Más aún, conviene entender que esa unidad necesaria no ha de ser solo de los partidos opositores y de sus dirigentes y militantes. Es preciso concebirla en sentido amplio. Como sostiene Armando Pernía, también existe una oposición social “que necesita articulación, pero no para ser convertida en parte del engranaje de un proyecto político particular, sino para activar un frente eficiente y eficaz que gane algo que la oposición requiere con urgencia: capacidad real de presión política” (véase, “La oposición sorda y dogmática”, Tal Cual). Una ganancia indispensable, por cierto, para estimular algo que hoy resultaría clave: la fractura de la coalición dominante.

La articulación de esa “oposición social” es urgente y esencial para que renazca la esperanza en tanto expresión de ese espíritu unitario de lucha como el que el pasado jueves 31 de mayo se hizo presente una vez más en el Aula Magna de la UCV. Dicho con las palabras de Luis Ugalde: “Aquí todos somos distintos, cada uno con su propia historia, su pertenencia grupal y su conciencia, pero nos une algo en común: la indignación y la rebeldía contra la dictadura que niega la vida a los venezolanos y cierra el paso a los cambios imprescindibles para que el pueblo de Venezuela tenga vida”.

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