En el primer “observatorio”, del año 2015, 1.600.000 venezolanos se distribuían en 52 países. En el segundo y tercer observatorios la cifra crecía de manera incesante, igual que el número de países de acogida. La ausencia de información oficial en Venezuela se subsanaba con datos recogidos globalmente en cada país. Con el “cuarto observatorio”, el objetivo es ampliar y desagregar la información de la diáspora venezolana y de los espacios y realidades que hoy cobijan a aproximadamente 4 millones de ciudadanos venezolanos.

Esta información facilitará la comprensión de la dinámica del masivo éxodo y su repercusión en todos los ámbitos: económico, político, social, cultural. Poder contar con más y mejor información, confiable, al margen de los alarmismos en los datos y de las generalizaciones, es una decisiva contribución a un mejor diseño de políticas privadas y públicas  en torno a la diáspora, tanto en el país como en el mundo.

Un detalle de no poco interés es el de la dirección del flujo migratorio, que se orienta hacia los países democráticos y capitalistas,  aquellos en los que la libertad, la democracia y la pluralidad son la forma de vida. Los países socialistas no aparecen en el radar de destino y, coincidencia o no, la instauración de ese modelo en Venezuela es la razón por la cual dejó de ser un país de inmigrantes. Este dato es importante para el nuevo enfoque sobre las migraciones.

La tara del socialismo, que ahuyenta y crea migraciones, es el desconocimiento del individuo y de la libertad como derechos fundamentales, le produce urticaria el consejo de Jefferson, “preferid los azares de la libertad a los seguidores de la servidumbre”. Quienes defienden ese modelo, pese a todas las evidencias en contra, se autoelogian y proclaman como progres e interesados (solo lo fingen) en la humanidad, cuando en realidad honran la canción de Babeuf “muriendo de hambre, muriendo de frío” y en el caso venezolano muriendo por la escasez medicinas y alimentos. Se consideran irreemplazables, en su diccionario particular no existe la noción de alternancia en el poder y poco o nada les importa lo que piensen, sientan y sufren los ciudadanos. El país es su botín y termina convirtiéndose en su cárcel.

No es casual que el régimen, autodefinido como “militar-cívico” haya calcado la frase que hace más de 200 años acuñara Herbert en Francia: “O la revolución triunfa o morimos todos: patria o muerte”, desafortunadamente, aciertan de lleno con la última de las palabras: cifras espeluznantes de muertos por violencia y escasez. Se declaran enemigos de la propiedad privada (la de los otros, se entiende, pues su codicia es ilimitada) y por ende del individuo. Esto lo corrobora las solicitudes de extradición, los listados de la putrefacción y las detenciones hechas por la justicia internacional a tenientes, generales, “empresarios sanguijuela” y ministros que participaron en los cruentos golpes de Estado del año 1992 o han formado parte de este régimen.

Los jerarcas del régimen acorralan a los ciudadanos para imponer su avaricia sin fronteras. De esto da cuenta la justicia internacional, pues la venezolana, con un silencio que aturde, consiente su podredumbre. El más reciente escándalo, que involucra a un teniente que participó en uno de los golpes del año 92, se añade a los restantes conocidos y a los miles por conocer, refleja la verdadera intención tras el discurso en contra de la corrupción: gobernar para expoliar a Venezuela.

El gran saqueo del país ha sido favorecido por el régimen al acallar la libertad de expresión. Estaba prohibido denunciar, quien lo osara corría el riesgo de ser silenciado sutil o brutalmente. Se despojaron los recursos de las medicinas, de los alimentos, de la seguridad, etc. La corrupción, mal endémico en los países de la región, ha alcanzado cotas siderales en Venezuela y no han tenido empacho en acabar con la gallina de los huevos de oro, la industria responsable de producir 96% de las divisas, hoy reducida a escombros.

Han robado y malversado la mayor bonanza económica que ha conocido Venezuela y por ello les cae como anillo el moquete de “Monsieur Déficit”, que colocaron al vizconde Calonne, a quien Luis XVI asignó del manejo de las finanzas. En esa vorágine recrudece la hiperinflación y la escasez de todo: agua, electricidad, salud, seguridad.

Su proverbial enemistad al comercio los llevó a crear la ley de precios y ganancias justas, calcando la ley de “precios auténticos” aplicada en Francia hace ya 200 años y para imponer la “guillotina móvil” creada por Herbert, solo que esta en lugar de guillotinar a las personas lo hace con los bienes para beneficio personal del verdugo y en ocasiones como medio para canjear votos. Asumen el fundamento de su propuesta, “la hiperinflación o espiral de precios se combate confiscando comestibles”. El resultado salta a la vista: las atrocidades del “socialismo del siglo XXI”, además una de las causas del enorme éxodo de los venezolanos.

El “cuarto observatorio de la diáspora venezolana” persigue recoger sus voces y desmenuzar su compleja realidad. En este proceso nos hemos valido de la información que proporcionan los países y regiones de acogida y aquella de las asociaciones de venezolanos. El contacto permanente con la diáspora y sus organizaciones y asociaciones en todo el mundo es vital para esta cuarta entrega, en la cual se muestra la diversidad y pluralidad y la imposibilidad, por tanto, de encasillarla en una sola categoría.

La información resulta invaluable para la comprensión de esta nueva realidad en Venezuela y el mundo. Se trata de un denso enjambre de organizaciones que hacen un trabajo silente, con los recursos de sus miembros y, afortunadamente, varias de ellas tienen el apoyo de fundaciones y organismos internacionales. Cuentan en su haber con importantes logros, muchos de los cuales ni siquiera son noticia. Hay resultados maravillosos en el terreno político, en el del envío de medicinas y alimentos, en procurar la adecuada inserción de los recién llegados. Han creado grupos de trabajo ocupados en los más diversos temas que será necesario abordar en la transición: energía, salud, educación, infraestructura, descentralización, libertad de expresión, ambiente, emprendimiento, etc.

Organizaciones y asociaciones construidas desde la base, ocupadas en crear una agenda política, de iniciativas, proyectos y mecanismos de conexión con los actores reales, creíble y confiable. Tal agenda se ha diversificado en la misma medida en que lo ha hecho la diáspora. Han aparecido nuevas realidades, temas y problemas y ello hace necesario incorporar dimensiones como la cultura, el refugio y el asilo, los riesgos de la xenofobia, los proceso de integración local, la educación y la salud, los derechos humanos, el emprendimiento, la innovación, los negocios bilaterales, etc.

Quedarse en la cuantificación de la diáspora, que además crece día tras día, y además solo en el plano de país de acogida, implica desconocer las dimensiones más importantes de este éxodo que el cuarto observatorio quiere plasmar. Es necesario reconocer la realidad del migrante, los espacios de acogida en los que se producen efectos diferenciales de acuerdo con sus características y problemas. El primer encuentro de asociaciones y organizaciones venezolanas en Europa, realizado en Frankfurt, fue un fiel reflejo de esta realidad. El segundo, previsto para el próximo año, es una expresión de la preocupación de los venezolanos y su interés en cooperar en la recuperación de Venezuela. Los estudios como el que se acaba de presentar en el intercongresos de la Federación Española de Sociología o en el seminario realizado en Perú, dedicado a la diáspora venezolana, confirman la importancia de aumentar nuestra comprensión del fenómeno migratorio.

Los observatorios han sido posibles gracias al equipo global integrado por personas y organizaciones en cada localidad y ciudad. Asociaciones cuyo esfuerzo se inició hacer varios lustros en todas las áreas: política, cultural, legal, económica, gremial, docente, de investigación, etc., y al equipo de la UCV. El trabajo realizado ha hecho posible desarrollar un proyecto de articulación global y superar mitos, falacias y enfoques convencionales alrededor del tema migratorio.

La diáspora confecciona una agenda amplia y diversa, tanto como los rasgos que la definen. Se ocupan de sí mismos y sus familias, a muchos les ha tocado reinventarse, atienden la realidad del país de acogida, pues han internalizado la necesidad de defender la democracia y las libertades a diario, encontrar mecanismos para superar los obstáculos que el régimen crea en su interminable persecución a los venezolanos allí donde se encuentren y atender la situación de familiares y amigos en el país de origen.

Hemos insistido en la necesidad de convertir el Observatorio en una fuente confiable de información para empresas, organizaciones no gubernamentales, universidades, gobiernos locales, regionales y de los países de acogida. La información es un bien público cuya elaboración y suministro fortalece la democracia y es clave para la formulación de políticas y para la toma de decisiones, privadas y públicas.

@tomaspaez


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