(Continuación). El iniciado en nuestros augustos misterios, que haya interiorizado las enseñanzas de los símbolos en cada grado de comprensión, lo transforma en lo mental, en lo psíquico, en lo  biológico, después de recibir la luz de la iniciación. En el mundo profano su comportamiento es diferente, y se esmera por realizar todas sus acciones cotidianas en pro del bienestar de sus congéneres. Su labor se realiza con respeto, cariño, amor y mucha alegría.

La masonería es una actitud de vida, sin esperar recompensas, solo la satisfacción de servir. Debe alejarse de los conflictos, proceder sin emociones, sentimentalismos, prejuicios y sobre todo sin predisposiciones. Es este el camino a la paz interior y a la verdad, que no tiene límite, ante un mundo profano ilusorio y limitado. Nuestro juramento consiste en proceder en bien del G.A.D.U., de nuestro prójimo y en bien de nosotros mismos, motivados por la justicia, la virtud y el deber.

El iniciado en los misterios del arte real sabe que posee un poder y conocimiento, y las experiencias hacen sobresalir  estos dos aspectos, que con el mazo y el cincel labran el sendero hacia la Luz, el despertar interior. La verdadera libertad se consigue practicando el bien. Si procedes sin esperar nada a cambio, te sientes libre… la ambición te hace esclavo de los deseos. La libertad está más allá de la ley de la dualidad.

La masonería forma hombres y mujeres libres, sin prejuicios y dogmas de vida, líderes de sí mismo, condición para eliminar el apego. Aprende a discriminar entre lo ilusorio y lo real y realiza lo que debe hacer. Nuestros maestros nos pueden guiar por el camino que nos lleva a la luz, pero es el aprendiz quien debe llegar adonde se encuentra. Si la iniciación no despierta en el neófito una resonancia personal, no cualificado, no puede pretender recibir conocimiento. No puede comprender lo que no lleva en sí, si no puede desprenderse de lo profano que porta. Está velado para expandir conciencia, aunque todo lo que el ser humano busca está intrínseco en él.

La cualificación es una condición indispensable para comprender la iniciación real y efectiva. La buena voluntad es la que permite que la recta conducta, la recta intención, el recto esfuerzo y la recta disciplina, como una actitud de vida que te pone en orden tu vida interior. La disciplina es un método de vida para la realización espiritual. La cualificación te permite ver en vez de razonar y especular. El sendero iniciático es una manera de vivir, una actitud de vida para progresar en la vía iniciática operativa. Toda disciplina requiere esfuerzo, dedicación, paciencia, constancia para poder poner en orden el caos interior, para la reintegración del alma al Espíritu Superior. Es el proceso de la elevación del iniciado a la realidad eterna y reconocer que la esencia divina es su propia esencia. Quien se conoce a sí mismo, conoce a su Señor.

Toda vía iniciática tiene tres elementos: 1) Una doctrina, velada en los símbolos. 2) La transmisión, de una influencia espiritual. 3) Un método, una praxis (ascesis interior). Las virtudes, son parte de un ser cualificado, de un espíritu elevado, que en realidad es la alquimia espiritual o interior que transforma el alma del iniciado que sigue el sendero iniciático o sabiduría interior. La cualificación de un iniciado es apta para comprender las cosas aparentemente complejas, como algo familiar y que le pertenece. Cuando no se comprende algo iniciático, «el silencio es el mejor homenaje que se le puede rendir a una verdad que no se comprende todavía». Es por esto que, en la masonería, muchos de los hermanos le dan mala interpretación al conocimiento iniciático y por tanto hieren de muerte a la especulativa, esto significa la pérdida de la palabra. Conclusión: «Renuncia al ruido del mundo, desciende en ti mismo, pues allí se encuentra el tesoro escondido de tu espiritualización», V.I.T.R.I.O.L.


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