Eurasia Group es una firma consultora de riesgo político fundada en 1998 por Ian Bremmer, quien tiene un Ph.D en Ciencia Política de la Universidad de Stanford, obtenido en 1994. En el portal Twitter de la firma, Bremmer coloca videos cortos con análisis y entrevistas. El pasado 13 de abril colocó uno de 13:59 minutos titulado Gzero World S1E25: Fallout from a fake democracy (las consecuencias de una falsa democracia) en el que, luego de su análisis introductorio, presenta una entrevista con Moisés Naím, prestigioso académico venezolano y autor del libro El fin del poder (2013).

En el minuto 7:13 del video, Bremmer le pregunta: ¿Qué debe suceder para que el régimen comience a fracturarse? Moisés Naím le responde, palabras más, palabras menos: «Los países nunca tocan fondo, de allí que la situación sigue como si nada, ello a pesar de que algunos tengan la impresión de que la situación es insostenible. Lo que normalmente sucede en esta clase de regímenes es que los mismos comienzan a fracturarse con conflictos intra-élite y eso es lo que está apenas comenzando a suceder…».

Por cierto, tanto en la pregunta de Bremmer como en la respuesta de Naím, subyace la imposibilidad de que el cambio se produzca a través de un proceso eleccionario, que es precisamente la venta que nos hacen aquellos que llaman a votar masivamente por Henri Falcón en la farsa de este domingo 20 de mayo.

Lo expresado por Naím en la anterior entrevista es lo que escribí en un artículo publicado en junio de 2014 en El Universal, un mes antes de mi salida como articulista en dicho diario y en virtud del acto de censura del que fui objeto a causa del artículo “Pdvsa y el Espíritu Santo”, que fue retirado algunas horas después de su publicación “por órdenes de arriba”, según me informó el editor, señor Miguel Maita.

En “El colapso se acerca” escribí sobre lo que denominé «Desmoronamiento por coalición política». Según este modelo, cuando el gobierno autoritario enfrenta una “crisis gemela” (crisis económica y política al mismo tiempo como en Venezuela) tiene que tomar decisiones que deberían estar alineadas con las preferencias de ajuste de aquellos grupos de votantes que lo llevaron –y lo mantienen– en el poder antes de presentarse la crisis. Si las decisiones no convienen al grupo que lo apoya, entonces se producen las fracturas.

Lo cierto del caso es que, aun sin el embargo petrolero materializado, Pdvsa evidencia una producción de crudo decreciente y sus exportaciones a Estados Unidos son cada vez menores. Un escenario que le complica aún más la situación es la muy probable oleada de demandas internacionales por su negativa a acatar los resultados de los arbitrajes perdidos. Lo anterior se traduce en que los dólares que sostienen a Nicolás Maduro son y serán cada vez más escasos: se está quedando sin oxígeno, el petromuerto no le funciona y, por tanto, le resulta extremadamente difícil materializar decisiones alineadas con los grupos que lo mantienen en el poder.

A todo lo anterior hay que añadirle la evidente crisis de servicios que se traduce en ingobernabilidad. Los Indicadores de Gobernanza Mundial son un programa del Banco Mundial que capturan seis dimensiones clave de la gobernanza entre 1996 y el presente, a saber: control de la corrupción, calidad del marco regulatorio, efectividad del gobierno, Estado de Derecho, estabilidad política y ausencia de violencia, voz y rendición de cuentas. Tales indicadores miden la calidad de la gobernanza en más de 200 países, sobre la base de cerca de 40 fuentes de datos producidas por más de 30 organizaciones en todo el mundo y se actualizan anualmente desde 2002. Los últimos que tenemos disponibles son los de 2016.

En 1998, cuando Hugo Chávez ganó las elecciones, el promedio de los 6 indicadores mencionados para nuestra destruida Venezuela fue negativo e igual a -0,64. Para 2012 dicho promedio había disminuido aún más hasta -1,20. Recientemente y para 2016 muestra todavía más disminución cerrando en -1,41. Los tres indicadores que más han bajado entre 1998 y 2016 han sido la calidad del marco regulatorio, el Estado de Derecho y la voz y rendición de cuentas. De hecho, la realidad reflejada en el continuo deterioro de tales indicadores me permite afirmar que ya estamos en la antesala de una ingobernabilidad abierta.

Llegados aquí, todo está preparado para la victoria de Nicolás Maduro y no es difícil prever que después del 20 de mayo, dado que está acorralado, exacerbará su comportamiento inconstitucional, por eso necesita desesperadamente legitimidad.

Dado que el artículo 61 de la Constitución vigente me lo permite, así lo manifiesto: es mi deber cívico no dársela.

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