En general, el objetivo de una constituyente –buena, regular o maula– es la discusión, redacción, aprobación y sanción de una nueva constitución. Pero hasta ahora el objetivo de la «constituyente» que se ha instalado en Venezuela, no parece ser la elaboración de un proyecto de constitución que sustituya rápidamente la Constitución de 1999, formalmente vigente.

En todo caso, al menos una parte de ese proyecto ya existe en la reforma constitucional de 2007 que no fue aprobada en referéndum, pero que después fue «legalizada» casi toda por las malas y las peores. Más bien, el objetivo de la «constituyente» parece ser el oficializar aún más el despotismo y la arbitrariedad, es decir, el ejercicio absoluto del poder, sin admitir contrapesos ni limitaciones efectivas.

Lo que explicaría que esta instancia no tenga lapso de funcionamiento, como la de 1999, que fue fijado en seis meses. Esta no. Unos señalan que puede durar dos años, otros que cinco, y no faltan los que manifiestan que podría tener una duración indefinida. De lo que se trata, obviamente, es de imponer la voluntad de continuismo del poder por sobre la voluntad de cambio de la nación.

En pocas palabras, lo de la “constituyente” es una excusa para que la hegemonía siga haciendo lo que le dé la gana, y en especial una excusa para terminar de aplastar cualquier residuo de autonomía política, no solo en las estructuras del Estado, sino a lo largo y ancho del país. En ese sentido, tuvo razón la oposición política de declarar el desconocimiento de esa “constituyente”, y de invocar los artículos 350 y 333 de la Constitución a tal efecto.

Pero ello quedó, en la práctica, contradicho cuando muchos de esos factores políticos se apresuraron a proclamar que participarían en unos eventuales comicios regionales, a cargo de esa misma “constituyente” que acababan de desconocer. En realidad, todo eso colabora en darle un reconocimiento práctico a una “constituyente” que no lo merece, ni debe tenerlo.

Tal desfase va en la dirección opuesta del cambio efectivo que el país necesita para salir del foso. No hace falta una constitución distinta, ni mucho menos una constituyente. Esta última lo que hace es ahondar el abismo por donde va cayendo Venezuela. Todo lo que ayude a darle continuidad a la hegemonía es negativo para la nación. Y el objetivo de la “constituyente” es la continuidad de la hegemonía.

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