Llega el nuevo año y, pese a todo, uno trata de llenarse de esperanzas, de fe, de optimismo. Cuánto cuesta. Hice el esfuerzo de estar junto a los más cercanos, y en medio de distintas canciones que van y vienen empieza a sonar “Prohibido olvidar” de Rubén Blades, la nostalgia y la rabia se multiplican, me recompongo cuando va por la estrofa: “Pobre del país que, con la violencia crea/ que puede matar la idea de su liberación./ Pobre del país que ve la justicia hecha añicos…”. Y ahí me desconecto de nuevo, porque no puedo dejar de pensar en nuestra Venezuela donde un malandro, convicto y confeso, está al frente de la máxima instancia judicial.

Imposible no hacer memoria y recordar los tiempos en que los magistrados del máximo tribunal venezolano eran hombres como Héctor Serpa Arcas, Alejandro Osorio, José Gabriel Sarmiento Núñez, Ezequiel Monsalve, José Ramón Duque Sánchez, Alejandro Urbaneja Achelpohl, José Ramón Medina, Carlos Acedo Mendoza, por nombrar solo algunos. ¿Cómo puede compararse? Una sentencia de hoy equivale más bien a una condecoración, porque hoy en Venezuela no hay otra ley que la de los intereses personales de los “magistrados”, o la orden que desde diferentes instancias de poder se imparten. Por algo en la embajada venezolana en Washington D. C. hay un cuarto lleno de expedientes solicitando extradiciones de quienes han buscado refugio en suelo estadounidense.

Ya que hablo del “imperio” y escribo de los tiempos que comienzan enlazo con la franquicia electoral del ex alcalde marabino, y ex gobernador zuliano, cuyo nombre, por despreciable, me resisto siquiera a escribir quien fuera visto a fines de año en Orlando, Florida, paseando de lo más campante. Un venezolano de a pie, uno más de los miles que allí purgan unas penas que no han cometido, lo enrostró y el video circuló ampliamente. De no ser por ese ciudadano que le echó en cara su estatura moral nada hubiéramos sabido. El aspirante presidencial respondió al poco tiempo por las redes así: “@manuelrosalesg ¡Años sin ver y compartir con mis nietos! Parte del rescate de Venezuela, también debe ser por recuperar valores como la familia, el respeto y la unión de todos los venezolanos”. El caradurismo es proverbial, le faltó llorar cual José Bardina en sus buenos tiempos.

Mientras tanto y como colofón de los tiempos que comienzan leo en la página de Ignacio Ramonet en Facebook referirse a la sutileza, paciencia, coraje, decisión y fina inteligencia estratégica de Nicolás Maduro. ¡Poderoso caballero es don Dinero! La noche del 31 hice repetir mucho la canción de Blades, porque sus versos finales me resultan proféticos: “Cada nación depende del corazón de su gente./ Y a un país que no se vende, nadie lo podrá comprar!/ ¡No te olvides!”.

© Alfredo Cedeño

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