Es lamentable y muy preocupante que los demócratas en Venezuela, ante la imposibilidad de detener el fraude constitucional y electoral de la constituyente el 30J, caigamos en un conflicto de gran estridencia y no en una sana evaluación crítica de los errores que cometimos.

Evaluación crítica que debe tener la inteligencia (prudencia, quizás) para no darle argumentos a la dictadura en contra de nosotros mismos.

El conflicto entre los que apoyamos la alianza de partidos en contra de la dictadura castrochavista y los que recientemente han llamado “opositores de la oposición” (que en realidad son de la MUD) se ha hecho escándalo en las redes sociales desde que la Mesa de la Unidad Democrática anunció su participación en las elecciones regionales la primera semana de agosto. He percibido que muchos de los argumentos y expresiones que usan los opositores anti-MUD (no todos) son los mismos que el discurso antipolítico viene repitiendo desde los noventa para acá y que fueron una de las causas de la llegada al poder de los culpables del actual desastre político-económico del país.

Hace dos semanas presentamos en esta misma columna nuestros argumentos a favor de la asistencia a las elecciones de gobernadores y el primer comentario fue un insulto. La antipolítica rechaza el diálogo, lo corta de inmediato con la descalificación al que presenta una posición contraria a su visión maniquea: todos los políticos profesionales y partidos políticos son deshonestos e incapaces solo los “outsiders” (cualquier persona con algún carisma, siempre y cuando no se dedique a la acción política organizada) pueden salvar a la nación.

En estas semanas las redes se han llenado de ofensas, especialmente de descalificación de los dirigentes de la MUD (y todo el que los apoye) como “traidores” y “cómplices pagados” por la oligarquía de enchufados. La antipolítica no puede desligarse del antipartidismo y el mesianismo. La política, siguiendo a Manuel Caballero (2010, Historia de los venezolanos en el siglo XX), “la inventan” en Venezuela los jóvenes de la Generación del 28 por centrarse en la palabra (la persuasión) y “lo más importante: el abandono del inmediatismo”, de allí la perspectiva de una lucha larga que requiere la fundación de partidos políticos que defiendan el voto. Es por ello que su contraria ve toda negociación como claudicación (cohabitación entre ladrones), como arreglo tramposo entre partidos, y el voto como la legitimación de la dictadura, pero incluso nos atrevemos a decir que rechaza la palabra al usarla exclusivamente como un medio para expresar las emociones y no para la discusión racional.

La antipolítica no es algo reciente en Venezuela, aunque no la llamábamos con tal nombre. De entenderla solo como el rechazo a la política podemos ver su actuar en nuestra larga guerra civil del siglo XIX, en la que nuestros caudillos no razonaban y persuadían por medio de la palabra en una campaña electoral sino que hacían “revoluciones”.

Pero creemos ver su principal influencia en el proyecto de país positivista que conservó el poder desde principios del siglo XX hasta el 23 de Enero de 1958. El positivismo de grandes intelectuales como Laureano Vallenilla Lanz, Pedro Manuel Arcaya y José Gil Fortoul, por solo citar los más resaltantes, justificaban la dictadura porque los venezolanos no éramos capaces de vivir en democracia debido a nuestro débil apego a las leyes y al orden, y la tendencia a adorar (personalismo) al hombre fuerte. De manera que el autoritarismo era nuestro medio para implantar el orden e iniciar el camino del progreso, y no la existencia de los partidos y de las elecciones con sus libertades, porque estos nos llevaban a la anarquía. Algunos argumentos de esta doctrina se mantuvieron latentes en los tiempos de la democracia y tomaron fuerzas con su crisis en los noventa, asumiendo las nuevas formas de un fenómeno mundial que afecta a las democracias modernas. Sobre ellas se montó el castrochavismo, y su discurso y accionar a lo largo de estos 18 años han sido los del rechazo a los partidos como representantes de la antipatria, desarrollando la visión populista de los que están con el pueblo y los que están en su contra, pero también del máximo líder como encarnación del pueblo. De modo que la política es suplantada por la sumisión al jefe del Estado-partido, jefe que usa la palabra como medio de propaganda y de insulto al diferente.

Al usar las concepciones y métodos de la antipolítica se le hace el juego a la dictadura, porque en buena parte se consolidan las bases que le dieron origen, pero incluso una tradición venezolana contraria a la democracia. No quiero decir con esto que considere que toda crítica es antipolítica (de afirmarlo estaría cayendo precisamente en lo que critico), o que debemos aceptar a la MUD como única alianza de partidos para luchar, ni que debemos callar ante errores o corruptelas de los políticos porque son opositores. Para nada lo considero, solo estoy advirtiendo ante la repetición de un error en nuestra historia.

Al mismo tiempo que propongo la elevación de nuestro debate político en vista de la meta que nos une a todos los que creemos en las libertades individuales.


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