En un recorrido por la ciudad, caminando al trabajo tuve oportunidad de reflexionar una vez más acerca del país. Y es que en los últimos tiempos, ¿cuándo uno deja de hacerlo?, eso es imposible. Es imposible porque, a pesar de tener las mejores energías y esperanzas, no puedo dejar de pensar en el antagonista de esta cruel historia: la crisis económica.

Esa crisis tan subestimada y advertida en un pasado se terminó materializando actualmente y a su paso ha dejado un sinfín de historias tan lamentables que dejan mucho que pensar sobre el país y el gobierno que lo dirige.

En un simple recorrido por la ciudad puedes hacer síntesis de lo mal que estamos, y esa realidad no lo puede cambiar ni cientos de emisiones del Noticiero de la patria ni un montón de propaganda oficial desplegada por toda la ciudad.

Una ciudad, reflejo de todo un país, se ha convertido en un territorio con leyes de letra muerta y una anarquía instaurada por la misma crisis económica. Desde camiones como transporte público cargando a su paso a cientos de trabajadores como ganado, hasta largas odiseas en búsqueda de apenas 10.000 bolívares en efectivo que, al cierre de este artículo, no compran ni dos huevos de todo un cartón.

Mi recorrido diario por la ciudad me da material para retratar de mil maneras esta cruel historia y sacar de allí los distintos ámbitos en cómo la crisis económica ha dejado estragos bajo el amparo de un gobierno presidido por un “obrero” que ha prometido proteger a todos los trabajadores.

Y es que estos últimos sí que han sido las víctimas de todo este embrollo, con un sueldo mínimo tan irrisorio que no alcanza los 200.000 bolívares mensuales, insuficientes para pagar siquiera un par de vacunas. Asimismo, lo acompaña una miserable bonificación alimenticia mucho mayor que el sueldo mínimo y que no alcanza los 300.000 bolívares mensuales insuficientes para pagar al menos un kilo de queso blanco y jamón.

No son meros números, es la cruda realidad que se traduce en más hambre. No son meras cifras económicas, es una verdad que se traduce en menos poder de compra de cada uno de los salarios de los trabajadores. Cuando el Cendas-FVM publica las cifras de sus estudios de la canasta básica alimentaria en el que reporta que se requieren alrededor de 29 salarios mínimos para que una familia de 5 miembros pued comer, es una realidad representada en menos alimentos y más familias mal alimentadas.

La crisis económica hace estragos y se escabulle en cada resquicio decente de país que puede quedar. Por ello, cada vez los programas de control social impulsados por el gobierno tienen más beneficiarios y solicitantes; existe un mecanismo de control y presión que impulsa a más venezolanos a someterse en dichos programas.

Al día de hoy, con una hiperinflación en pleno apogeo, la crisis, sin duda alguna, empeora y a una semana de las elecciones municipales esa realidad no iba a cambiar ni con 300 alcaldías opositoras o una chavista. Cada día que pasa es otro venezolano desesperado en busca del carnet de la patria como chantaje para optar por comidas o medicinas; cada día que pasa se optimizan los mecanismos de control social del gobierno a punta de la crisis económica.

A dos meses del inicio de la espiral hiperinflacionaria y con un panorama muy oscuro para 2018, la cruel realidad sigue a la orden del día y es una situación sin voluntad política para cambiarla. Entre el debate político sin sentido y sin vísperas de alguna luz económica, en el medio sigue el ciudadano de a pie padeciendo la debacle. A una semana de las elecciones municipales las que según el CNE  9.281.257 personas eligieron sus gobernantes municipales, los problemas siguen incrementándose y profundizándose.

Quiero cerrar resaltando está última cifra, 9,2 millones de personas eligieron más de 335 alcaldes. Eso debería ser la democracia, “en las que las mayorías deciden”. Sin duda, hablar de mayorías me hace recordar las cifras de la Encuesta sobre Condiciones de Vida (Encovi) realizada a principios de año que señala que 82% de los hogares venezolanos vive en la pobreza y que 9,6 millones de venezolanos comen 2 o menos comidas al día con frecuentes ausencias de proteínas. En Venezuela hay una nueva mayoría que no se expresa necesariamente en las urnas y que tampoco es específicamente chavista.


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